1000 gotas vibrando en el cristal. Musical tintineo de la lluvia


Va finalizando el invierno y la lluvia sigue cayendo de las nubes con eterna insistencia. Contemplándola caer sobre el cristal, tenemos la ventaja de ver las gotas. Y esa visión del agua que impacta contra el vidrio, nos despierta la emoción de la poesía. Así surge el acróstico de la lluvia, que sucede en nuestro miércoles poético al del estremecer del agua que le precedió.

Estremece el agua cuando cae mansamente, lamiendo cualquier superficie que la quiera retener para sí. Y aún más cuando hace vibrar los cristales en medio de la tormenta. Hermosa y furiosa, saludable y triste. Grisácea y fecunda.

Así vemos la lluvia detrás del cristal. Con una tristeza que se convierte en una manera sutil de la alegría. La que nos invade cuando cesa el chaparrón y comenzamos a oler la primavera, a pesar del cristal que nos separa del mundo.

Después de la lluvia, el sol atraviesa el cristal e ilumina los versos del poeta. Y sus mejores deseos. El astro rey nos seduce con su calor y su brillo para hacerse nuestro amigo. Traspasa el cristal, rebasando una barrera con la que la lluvia no puede. Ella se queda fuera de nuestra casa, esperando que, cuando aparezca el sol, sus gotas se desvanezcan evaporadas y no quede rastro de su presencia.

Disfruten con el corto pero intenso acróstico pluvioso de la lluvia en el cristal. Antes, durante y después de la lluvia. Con él no puede el sol, solo el olvido. Aunque sí pueda con el invierno, al que ya le queda muy poco para cambiar de hemisferio. Celebraremos la llegada de la primavera al nuestro.

Vendrá revestida con las mejores galas, ofrecidas por esta lluvia de invierno que hoy deja sus gotas en nuestro cristal. Vibrando en el vidrio, hasta que el sol se la beba

Lorenzo Correa

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