50 años después de la primera EPA, la contaminación del agua se ha vuelto invisible


Hace medio siglo, los ríos no fluían tan ufanos como ahora en los países más adelantados. Los problemas cualitativos de las masas de agua superficiales y subterráneas eran muy graves. Por eso, a finales de los sesenta, la preocupación llegó a extremos insostenibles en el país paradigma del progreso. En los Estados Unidos. Y se creó la EPA, porque la contaminación se veía, se  olía y se sentía

Cuentan que la situación existente en el río Cuyahoga, el que desemboca en Cleveland,  fue la gota que colmó el vaso. Mejor dicho, el incendio que obligó a intervenir a los bomberos. Porque el río se incendiaba de vez en cuando. En un siglo, 13 veces. Su reducida longitud, 160 km, no le impidió verse terriblemente afectado por la contaminación derivada de los vertidos de todo tipo que recibía gracias al progreso de las ciudades e industrias de su cuenca. Los ribereños bromeaban diciendo que quien caía a sus aguas no se ahogaba sino que se desintegraba. Y en Cleveland, el río carecía de vida. Solo habitaban en él bacterias y algas.

Los hidrocarburos flotantes le otorgaban un aspecto dantesco, solo empeorado cuando se incendiaban. Hasta Randy Newman, en 1972,  le dedicó una canción, titulada “Burn On”

Está saliendo la luna de sangre en el río Cuyahoga que fluye en Cleveland hacia el lago. Una barcaza gasolinera navega por él en Cleveland hacia el lago. Cleveland, ciudad de la luz, ciudad mágica, oigo tu llamada e incluso recuerdo todavía al río Cuyahoga humeando en mis sueños. Dios puede hacer que modifiques tu cauce, puede hacer que te desbordes. Pero no puede hacer que ardas. Arde, gran río, arde

Quizás la canción se refería al último incendio, el de 1969. No fue ni de lejos el peor. Pero colmó el vaso. Porque solo medio año después, el Congreso aprobó la Ley de Política Ambiental Nacional y nació la Agencia de Protección Ambiental (EPA). Se promulgó la Ley de Agua Limpia en 1972. Y todo comenzó a cambiar para que fuera imposible componer más canciones sobre incendios en el río.

Medio siglo después, los problemas cualitativos ya no son tan impactantes. Pero, aunque ya no se vean, ni se huelan, los sigue habiendo. También los ríos se siguen quemando, aunque el incendio ya no es tan aparatoso. Hay muchísimos agentes que consumen oxígeno del agua fluvial. Desde bacterias a vertidos químicos. De plásticos a aguas residuales. Todos ellos siguen contaminando. Y a pesar de la EPA y sus múltiples agencias emuladoras, resolver este problema continúa siendo muy complicado. Ni siquiera los enormes avances en las múltiples disciplinas del agua pueden hacerlo.

Ciencias ambientales, ciencias de la salud, ciencias económicas, hidrología, estadística y toda la inmensa trama cibernética dedicada a la recopilación y proceso de datos, actúan en equipo. Y cada vez descubren más peligros ocultos en el agua contaminada. Y trabajan sin cesar en aplicar las técnicas más avanzadas disponibles para conjurarlos.

El peligro de ha definido en el ODS 6.3.2, relativo a la calidad del agua. Se vigilan las concentraciones de nutrientes y los balances de sal para definir la salud de las masas de agua. Y lo que se descubre es que hay que ir más allá en lo que se controla. No solo se trata de controlar coliformes fecales y Escherichia coli. .Es todo mucho más complejo. La consecuencia es que la contaminación del agua sigue estando presente en todos los países, independientemente de su grado de bienestar. Iguala a ricos y pobres, aunque su presencia en algunos no sea tan llamativa como antes. Con EPA y sin EPA

Lo cierto es que el nivel de riesgo global respecto a la contaminación del agua es alto. Se obtiene midiendo los tres principales indicadores de calidad citado ODS 6.3.2: nitrógeno (nitrato-nitrito), conductividad eléctrica, y demanda biológica de oxígeno (DBO).  Comparando por países, queda claro que el PIB no supone una mejora de la contaminación acuática para los más ricos.

Esta constatación es un elemento más de discrepancia en el debate abierto sobre la validez de la curva ambiental de Kuznets. Con ella se compara empíricamente la relación entre crecimiento económico y deterioro del medio ambiente. Y sus conclusiones indican que la relación entre el nivel de ingreso per cápita y el deterioro de la calidad del medio ambiente se representa por una curva con forma de U invertida. En ella, los bajos niveles de ingreso están correlacionados con un creciente deterioro en el medio ambiente. Y rebasado el punto de inflexión del ingreso per cápita, la relación entre las dos variables se vuelve negativa. Así, un mayor nivel de ingreso per cápita correspondería a una disminución en la degradación ambiental .

Pues en este caso, el de la contaminación del agua, no es así. Porque no solo no disminuye con el crecimiento económico, sino que la gama de contaminantes tiende a expandirse con la prosperidad. Como muestra, un botón. Cada año, en EEUU se registran más de 1.000 nuevos agentes químicos detectados en el medio. Países con una potente EPA pueden luchar algo contra sus secuelas. Pero los más pobres, nada..

En un mundo preocupado por las crecientes amenazas cuantitativas de la falta de agua, el fantasma de la sequía se hace vivible para la sociedad. Y ante la certeza de que pronto no haya agua para todos, se produce la movilización. Sin embargo, los aspectos cualitativos no captan la misma atención mediática y social. Quizás porque no son tan visibles como la imagen patética de un embalse vacío, una plantación sin riego o un cauce sin agua.

Pero la contaminación del agua acaba afectando a todos los indicadores de los ODS Y eso tiene  un efecto demoledor sobre la economía, porque antes lo ha tenido sobre la salud, la agricultura y el medio. No solo hay contaminantes fecales. También hay nutrientes, plásticos y productos farmacéuticos en al agua. Además, está el nitrógeno, imprescindible para cultivar lo que comemos, aunque también muy volátil. Tanto, que más de la mitad de los fertilizantes nitrogenados acaban integrándose en agua o aire. En el primer caso, acontece la hipoxia, con su letal carga. Sin oxígeno en el agua, todo se acaba. En el segundo, el óxido nitroso, gas de efecto invernadero que absorbe 300 veces más calor  que el dióxido de carbono.

Surge la sospecha de que el nitrógeno ya le ha ganado la partida al carbono como principal externalidad ambiental negativa. Recuerden el síndrome del bebé azul, provocado por el nitrógeno oxidado presente en el agua. Ese que impide que alcancen cuando son adultos una estatura adecuada. Este retroceso en la medias de altura en muchos países da que pensar. ¿Será responsable el nitrógeno, cada vez más usado como fertilizante?

No será fácil prescindir de en nuestros campos. Porque solo con aumentar en un kilo la dosis de nitrógeno por hectárea, se consigue elevar el rendimiento un 5%. Pero sobre los cultivos llueve. Y la escorrentía subsiguiente libera nitratos en el agua. Las estadísticas indican una disminución en la estatura infantil entre el 10 y el 20%. Y que este hecho supone un deterioro en los ingresos del menos alto con respecto al que no está afectado. ¿Supone esto que las subvenciones al uso de fertilizantes agrícolas producen más daños a la salud humana que los beneficios que reportan? Ahí queda la pregunta inquietante.

Otro contaminante presente en el agua es la sal. Y también incide en la producción agrícola. Desde que los sumerios “inventaron” rueda, arado y  agricultura, las concentraciones elevadas de sales comenzaron a contaminar el agua. Su maravilloso invento del regadío acabó con su civilización al salinizarse sus tierras de cultivo. Sodoma y Gomorra. Desde entonces hasta hoy, la salinización de los suelos no ha dejado de aumentar. Sobre todo en zonas costeras, antiguos secanos irrigados y suburbios de las ciudades.

Las estadísticas del impacto de la salinidad del agua en la producción de alimentos son preocupantes. Porque indican que cada año la sal estropea una cantidad de alimentos similar a la necesaria para alimentar a   toda la población de Rusia. La salinidad del agua es además la responsable del aumento de la quinta parte de la mortalidad infantil en los países en que este tipo de agua es la que se bebe. O del fracaso del embarazo cuando la ingieren las madres gestantes. Porque  las muertes fetales se incrementan en un 4% anual., hasta en países con niveles de salinidad no excesivamente elevados. Sin embargo, la salinidad en el agua del grifo no está legalmente regulada y limitada.

Ya hemos tratado en estas páginas de plásticos, nanoplásticos, microplásticos y productos farmacéuticos, por lo que simplemente, los traemos hoy para que engrosen la relación de los nuevos contaminantes del agua. Solo recordar que los microplásticos están presentes ya en el 80% las fuentes de agua dulce mundiales. Por ello, son parte del  81% del agua de las redes municipales de agua potable y en el 93% del agua embotellada. Tampoco su presencia está aun legalmente regulada.

En general, cuando el agua de la cuenca alta de un río está contaminada, el crecimiento económico se reduce aguas abajo hasta en una tercera parte. Parece ser que la medición de la  DBO es la mejor manera de conocer la relación entre la calidad del agua aguas arriba y el PIB aguas abajo. Porque ella representa a una gran variedad de contaminantes. El umbral está en los 8 miligramos por litro. Cuando se sobrepasa, repercute negativamente en el PIB aguas abajo.

La calidad del agua es un problema que preocupa cada vez más. A pesar de la EPA, cuanto más próspero es un país, más contaminantes nuevos surgen. Y todavía no se ha inventado una solución mágica para resolver este problema. La EPA tipo cada vez mide y regula más el agua. Proliferan los químicos, biólogos y abogados en el mundo de la gestión del agua. Pero este es un problema perverso. Un asunto complejo sin soluciones óptimas a nuestro alcance Porque solo hay tres tipos de soluciones: El enfoque pasivo (no hacer nada), el proactivo del que previene o el reactivo del que depura.

El primero supone quedarse al albur de la (mala) suerte. El segundo exige tratamiento en origen. Y el tercero grandes inversiones. La combinación de reacción y proacción, es la mejor vía Porque se consigue más información sobre el problema y así se puede exponer a la vista pública con la máxima transparencia. Y es que siempre un gramo de prevención es mejor que u kilo de remedios curativos. Tampoco debemos olvidar que la prevención total de la contaminación tiene un coste infinito. Así que, mejor invertir con inteligencia para que disminuya razonablemente

Se trata de mejorar la forma de medir la calidad, aprovechando nuevas tecnología y las mejores técnicas disponibles. Aquí deberían proliferar las tecnologías blockchain, las que hacen posible  la transferencia de un valor o activo de un lugar a otro, sin  ayuda de terceros. Aunque casi no se usan en la gestión del agua, ahora llegó su momento. Porque la mejor manera de vencer la incertidumbre, es la información.

Y ante la incertidumbre social sobre los umbrales de peligro de lo que lleva el agua, una adecuada información basada en argumentos de peso, es la mejor solución para el actual problema perverso.  Llegó la hora de los contratos inteligentes, cuya reglamentación esté incluida en una cadena de bloques para ejecutarse automáticamente cuando todas las condiciones se han cumplido. Así deberían resolverse los pagos de las sanciones de quienes contaminan, por ejemplo.

Invertir siempre es oportuno  y necesario, aunque no sea suficiente. Pero hay que hacerlo porque más del 80 % de las aguas residuales del mundo, y más del 95% en los países más pobres, se vierten al medio sin tratar.

Pero hay que ser más eficientes y eficaces en inversiones. Para que se note una real mejora de la contaminación cuando se inauguren las nuevas depuradoras. Por ello deben ir acompañadas de incentivos para asegurar su correcta gestión, penalizar el derroche y premiar cuando la solución sea acertada. Estas medidas deben acompañar a otras no menos importantes. Por ejemplo, un mejor uso de los suelos y un exquisito cuidado de los bosques y los humedales, como en estas páginas venimos recomendando sin cesar. Proteger las cuencas absorbiendo naturalmente nutrientes es algo que no debe olvidarse cuando se planifica.

Todo lo que hemos contado se puede leer en un informe publicado por el Banco Mundial. En él se pone de manifiesto cuál es la mayor amenaza para que la contaminación invisible del agua persista, a pesar de las EPA’s.

Detener el incremento de la expansión de la ocupación urbana o agrícola del suelo, resulta imprescindible. Así evitaremos hipoxia y anoxia. Porque ambas, debido a que reducen o eliminan el aporte de oxígeno, son los heraldos de la muerte.

Concluye el banco Mundial en su informe que “la calidad del agua debe tener una prioridad política y debe tratarse como una preocupación urgente para la salud pública, la economía y los ecosistemas”.

Ha llegado el momento de actuar, protegiendo, ante todo, las fuentes del agua

Lorenzo Correa

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