El concepto de amenaza, cuando de ríos se trata, es un arma de doble filo. Para una persona educada, moderna y preservadora del medio ambiente, los ríos están sometidos a una amenaza constante, que se incrementa exponencialmente con el paso del tiempo. Podríamos resumir esa interpretación de la realidad fluvial con una frase. La de que el progreso desbocado es una amenaza para nuestros ríos.
Ahí entrarían las derivaciones que dejan secos los cauces en un tramo importante que se queda sin su caudal mínimo o ecológico. Las presas, por supuesto, paradigma para muchos de la amenaza más terrible. O el desarrollo urbanístico que sepulta cauces, rigidiza márgenes y elimina riberas. Hasta la sequía prolongada , que afecta a a la supervivencia de los seres vivos que habitan en el río. Menudo conjunto de amenazas.
Por eso, sentimos muchas veces un escalofrío cuando miramos un cauce y percibimos la amenaza. Lo vemos sitiado por la rigidez, agotado en sus caudales, mustio y triste. Es la amenaza que sufre el río.
Pero hay otra interpretación. La del que el río amenaza al ribereño. La sentimos cuando lo queremos atravesar por un vado y observamos la presencia de una señal triangular. O sea, de peligro. Leemos “Precaución avenidas”. Nos informa de que, en ocasiones, el río nos puede hacer daño si nos acercamos a él. Y sentimos también la amenaza. Aunque en esta ocasión, sea a la inversa.
Aunque quienes más la sienten, son los que viven cerca del cauce. Si tienen la suerte de verlo y conocerlo de antiguo, juegan con la ventaja del aprendizaje. Porque pueden recordar hasta donde llegó la amenaza la última vez que el río se puso serio y tomar medidas precautorias. Los peor es cuando el río está enterrado, como el de la fotografía. Porque solo se hace visible cuando llueve mucho y aparece por las bocas de las alcantarillas o en los estacionamientos y garajes subterráneos. Es un presencia impactante, que nos coge por sorpresa.
Esta reflexión sobre el doble filo de la espacio fluvial nos lleva a recordar que la realidad tiene diversas interpretaciones. Y que lo importante es siempre el respeto para no invadir y para estar prevenido. Humildad y aprendizaje. Dos actitudes que nos ayudan a minimizar las amenazas del y al río. En ambos sentidos.
Lorenzo Correa
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Los ríos son seres vivos en continua peregrinación desde su nacimiento hasta su final (desembocadura) y como tal necesitan su espacio vital. Al igual que nosotros necesitamos dicho espacio vital, que ahora lo notamos sensiblemente con el confinamiento pandémico. Pues bien el espacio vital de los ríos son su zonas inundables y zonas de servidumbre, que cuando con tanta frecuencia actuamos como okupas, impidiéndoles respirar este más tarde o temprano lucha por recuperar lo que le pertenece, ocasionando inundaciones con más o menos daños materiales, incluso personales. Y de quién es la culpa?? Del río evidentemente NO. Sería necesario recuperar mientras sea posible dichas zonas de avenidas frecuentes y/o procurar donde aún se respeta que continúe indefinidamente la libertad del río para expandirse. Si lo hacemos podremos disfrutar de ríos alegres y riberas frondosas que alegraran la naturaleza en todos sus sentidos.
Gracias por tan emocionante reflexión. Efectivamente, tanto los ríos como los humanos necesitamos espacio vital. El problema es acotarlo. Y cuando lo imparable (conquista del espacio vital humano), topa con lo impenetrable (espacio fluvial), llega el conflicto. De ahí la pregunta del epígrafe