La seducción, herramienta clave para paliar la inundación.


Acabamos el año escribiendo sobre la inundación y sus secuelas. Enfermedades y pobreza, muerte y destrucción. Siega vidas y en la economía, se la teme.

Ante todo, hagamos mención a lo que entendemos por inundación . Además de conocer la definición del diccionario, es importante saber que hay cuatro tipos. Pluvial, fluvial, costera y derivada del colapso o desborde de encauzamientos.

La pluvial acontece cuando fuertes lluvias saturan el terreno.

La fluvial es la consecuencia del desbordamiento de un cauce, invadiendo el agua el espacio fluvial. Hagamos notar que este “espacio” es aquel en el que se produce  la  mayor parte del  transporte  de  agua  y  sedimentos. Se compone del que se  inunda  periódicamente para cualquier período de retorno, hasta el correspondiente a los 500 años que delimitan la zona inundable. También incluye la franja que ocupa el cauce cuando se mueve. Allí se suceden los intercambios de agua, sedimentos, seres vivos y energía. Es el mercado del río.

La costera es la producida por huracanes, tsunamis o ciclones. Vientos intensos elevan la altura de ola y el nivel del mar. Y las aguas invaden la franja costera.

La derivada del colapso o desborde de encauzamientos, suele ser la que peores secuelas deja. Cualquier domesticación de un cauce provoca una falsa sensación de confianza. Los que poseen bienes al otro lado del muro, mota o escollera, creen que el agua ya no les molestará nunca más. Se confían. Pero si falla el muro de contención, no solo el agua les invade. Además, le resulta más difícil  marcharse de la zona inundada cuando todo ha pasado. Los muros que en principio contenían las aguas circulantes por el río, ahora no dejan volver al cauce a las que lo rebasaron.

Pues bien, desde el Diluvio Universal, no hemos dejado de tener noticias de la inundación . 40 días con sus noches, dice la tradición que estuvo lloviendo sobre la tierra. Y esos guarismos, nos sirve para calcular lo que en los últimos 40 años de la Tierra han destrozado las aguas desbocadas salidas de su cauce  Más de un billón de  dólares en pérdidas económicas. La quinta parte del presupuesto de EEUU para el año 2020

En cuanto a las secuelas personales, cada vez hay más seres humanos que mueren o enferman a causa de la inundación  Las proyecciones del WRI indican que las muertes se duplicarán en solo dos décadas. Solo en el caso de las inundaciones fluviales, se estima que dejarán su marca indeleble en la salud y la vida de 132 millones de personas para el año 2030. Y los bienes urbanos afectados se triplicarán, hasta alcanzar los 535 mil millones de dólares anuales.

Especial mención debemos hacer a las zonas costeras. Porque en ellas, el peligro se agudiza. En el mismo período, los afectados pasarán de 7 a 15 millones de personas. Las propiedades urbanas dañadas en ciudades costeras, se multiplicarán por diez, hasta llegar a los 177 mil millones de dólares anuales

Y en el caso de los fallos de encauzamientos, las vidas se escapan, las haciendas quedan muy afectadas también. Viviendas, industrias, campos de cultivo, obras públicas y privadas. El agua arrasa con todo.

Entonces, ¿qué futuro del agua nos espera en el ámbito de la inundación?

A los malos augurios derivados de las consecuencias del calentamiento global, hay que añadir todo lo que estamos pasando a causa de la pandemia de la COVID-19. Porque las tan urgentes como elevadísimas inversiones que hay que destinar a resolver los problemas más arriba planteados, pueden verse amenazadas por las que exige la solución de la pandemia. En este caso, otra decisión comprometida que les toca tomar a los gestores políticos.

Pero, ante el aumento del riesgo y del peligro, hay que actuar. Para hacer frente a las consecuencias nefastas de las lluvias intensas que caen sobre ciudades cada vez más impermeabilizadas. O a las derivadas de la subsidencia de las tierras de cultivo que se van hundiendo sin remisión debido a la sobreexplotación de los acuíferos. Tres factores, que cuando coinciden en el tiempo y en el espacio, son letales. Incremento poblacional  en urbes cercanas al mar  o a un gran río y subsidencia en tierras de cultivo

Esto ocurre en países ya superpoblados como India, Bangladesh e Indonesia. En ellos, reside  casi la mitad de la población mundial afectadas por inundaciones de los cuatro tipos. Un 44% sufre las secuelas de las fluviales y un 55% las de las costeras.

En el Caribe, ya se están preparando para adaptarse a la que se avecina. El cambio climático intensificará el riesgo de inundación. La isla de Puerto Rico, espera que se duplique en solo 10 años la población en peligro por inundaciones costeras. Y saben que necesitarán cientos de millones dólares para prevenirlo  y paliarlo. Tampoco están nada tranquilos los, residentes en el interior de la isla, que miran al cielo con cada vez más preocupación a causa de la creciente torrencialidad de las lluvias

Hasta ahora, las defensas costeras borinqueñas han ido funcionando. Pero su diseño no soporta precipitaciones con  períodos de retorno superiores a los 100 años . Y cada vez los picos de los  períodos de retorno se van acercando más a esta cifra.. Es decir a lluvias con un 0,01% de probabilidad de ocurrencia en este año. Ello obliga a reforzar y aumentar las defensas, con vistas a la próxima década, con el consiguiente gasto extra

Pero en los demás continentes la situación es muy parecida. Porque el fenómeno demográfico unido al desarrollo urbano en zonas inundables se extiende por toda la superficie de la Tierra. Si nos fijamos en un país tan poco agraciado por la lluvia regular como es Arabia Saudita, los expertos vaticinan que más de medio millón de sus habitantes serán afectados por inundaciones pluviales en 2030. En este país, como en todos los que se encuentran en vías de desarrollo, las zonas no inundables ya están urbanizadas. O no se encuentran en lugares aptos para el desarrollo urbanístico. Por ello, cualquier crecimiento ocupará inevitablemente zonas inundables Y el coste a pagar en dólares superará los 1.600 millones anuales.

Por su parte, los desarrollos urbanísticos costeros afectarán a decenas de miles de personas con una pérdida en bienes existentes calculada en  más 1.000 millones de dólares para dentro de 10 años.

Además, hay subsidencia. Ya explicamos aquí no hace mucho el caso de Yakarta. Ante esta situación tan amenazadora, se estima que en solo una década 2 millones de personas se habrán sumado en el mundo a las que ya han sufrido los estragos de la inundación costera en sus ciudades.

En EEUU, donde, como ya sabemos, las infraestructuras hidráulicas están muy deterioradas, se prevé una inversión de 16 mil millones de dólares adicionales en los próximos 10 años. Este enorme presupuesto se destinará a paliar las afecciones por inundaciones urbanas. La cuarta parte se dedicará a luchar contra las secuelas de la subsidencia. Y es que en EEUU este problema ha alcanzado una enorme magnitud. Tanto, que ya es dramático en la costa oeste, donde los pozos han llegado a profundidades abisales. Porque el agua subterránea es el único recurso que puede garantizar algo más el abastecimiento y el riego. Allí, la sequía afecta enormemente a la calidad de vida de los cada vez más useños que deciden vivir en la soleada California

Así las cosas, no queda otra solución que invertir presupuestos del erario público. Pero, ¿se puede hacer sin la confianza del contribuyente? Primero, hay que seducirlo, para que no critique que estas inversiones sean prioritarias sobre otras, en principio, más necesarias. Como serían las sanitarias, educativas  o generadoras de empleo.

En este caso, levantar muros de hormigón no parece, en principio, una actividad atractiva. Porque estéticamente no ayuda nada a la seducción. Y si pasan años sin llover, parece que se ha tirado el dinero. Hay muy mala prensa respecto a la obra pública. Casi tan mala como la que genera indignación cuando la inundación arrasa.

La primera batalla de los seductores debe darse en ese terreno. En el de la generación de confianza. Informando de la situación actual, de la prognosis de futuro y, sobre todo, de los beneficios para todos que supondrá la ejecución de infraestructuras de protección. Combinándolas, siempre que sea posible, con infraestructuras verdes o basadas en la naturaleza, ahora tan de moda.

El resultado, si las cosas se hacen bien, con ética, técnica e información suficiente, redundará en beneficios de la seguridad de las personas y de la economía. Y, lo que es aún más importante, servirá para que, en el futuro, las cosas se hagan de otra manera. Aprendiendo de os errores cometidos

Sorprende comprobar cómo estas actuaciones destinadas a la protección contra la inundación, generan un importante retorno de la inversión.  Y lo vamos a comprobar siguiendo las noticias que nos llegan de los países antes mencionados, que son los más expuestos a la inundación fluvial.

Porque donde más se necesitan obras de defensa es en India, Bangladesh e Indonesia. Y se ha demostrado que por cada dólar invertido en Bangladesh, se evitarían daños por valor de 123 dólares. Y eso solo con reforzar las defensas existentes, ampliándolas para garantizar protección para episodios de 10 años de período de retorno. Serían 30 años de obras, pero merecería la pena.

Y es que de esta manera se reduciría la probabilidad de inundación del 33 al 10% . Aunque en el caso de India, es aún más exitoso. Cada dólar invertido. Evita daños por valor de 248, protegiendo para 25 años de período de retorno.

Pero este no es el único argumento para iniciar los trabajos de seducción. La creación de empleo inherente a estos extensos programas de obras, es el segundo. Porque a los puestos de trabajo que genera la construcción, hay que añadirles los creados para acometer las eternas labores de mantenimiento. Por lo tanto, hay empleo inmediato, con fecha de caducidad al final de la obra. Pero también a largo plazo. Por eso, una forma más de salir de la crisis económica inducida por la COVID-19 sería la de acometer estos programas de mejora de defensas costeras y fluviales.

Para los que recelen de este tipo de actuaciones grises, por su agresión al paisaje y al medio, también hay argumentos seductores. Serían aquellos que señalan a las infraestructuras verdes como complemento indispensable de las grises. O como recambio en el caso de que sea factible. La restauración de manglares y humedales varios es una asignatura pendiente. Hay que estudiarla bien y aprobarla con nota, cuanto antes mejor. En futuro del agua, hemos puesto decenas de ejemplos de actuaciones basadas en la naturaleza basadas en las virtudes del bosque autóctono, de los arrecifes y de las dunas. Siempre han sido el mejor colchón para apaciguar y dormir el ímpetu del oleaje. Y deben seguir siéndolo.

Para prevenir la erosión, reducir deslizamientos de laderas y márgenes y hacer de esponja para que el acuífero reciba su benéfica ración de agua. Sin olvidar su función de filtro depurativo natural  y la reducción de gases de efecto invernadero que supone su pervivencia y restauración.

Los gestores del agua tienen una apasionante tarea que realizar para convencer a los políticos de la toma de dos decisiones urgentes. Destinar fondos para la construcción de infraestructuras grises y verdes. Y seducir al contribuyente para que apruebe que sus impuestos acaben en ellas. Si son capaces de seducirlos, entenderán que estas infraestructuras mixtas defienden vidas y haciendas, generan puestos de trabajo y ayudan a salir de la crisis económica de la pandemia.

Con esta mención a la seducción para protegernos de la inundación, ponemos punto final a los artículos que durante el año 2020 hemos dedicado a señalar los obstáculos existentes en el camino que nos lleva al futuro del agua.  Apasionante tarea, que continuaremos en el año que ya comienza. Ojalá cada vez sean más visibles y salvables. Feliz año 2021

 

Lorenzo Correa

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