Una poética y enigmática ráfaga de viento marino mueve la pluma de nuestro vate. Hoy, nos regala su transparente poema el bonaerense Hugo Mujica. En él llueve sobre mojado. Aunque en el mar, la lluvia aparentemente no aumente ni disminuya volúmenes.
Lluvia sobre el agua y viento en el viento, que así se titula el poema. Leve, como la nube productora, pero impactante como las ráfagas huracanadas de la galerna. Mujica profundiza en el enigma de la coyunda de meteoros. Lluvia y viento acaban invadiendo todo lo que tocan, hasta desnudarlo.
Entonces, descubrimos que cuando desnudos estamos, solo somos rostro. Inefable misterio el que rodea al agua cuando, sobre el lugar donde descansan todas las aguas de la tierra, precipita.
El mar Rojo fue abierto de un tajo por Moisés. Y se produjo el milagro del agua convertida en muro estable. La catarsis de los peregrinos. Mújica al que los vientos de la vida también le hicieron peregrinar, llegó a un monasterio. Cruzando entre las aguas del mar de su vida, por el tajo de la fe. Y se hizo trapense durante 7 años.
Allí, desnudo de ropas mundanas, descubrió su rostro verdadero. El del poeta del silencio y la mística. Y nos la enseñó, verso a verso, desde su pensamiento. El agua ha sido protagonista de su obra. Traída y llevada por el viento. Y revelada en el lenguaje, que es quien da sentido a todo, hasta a la poesía.
De Greenwich Village a la Trapa. Del ruido al silencio. Y después de siete años, manó la poesía. Y así, hasta hoy. Su libro “Y siempre, después el viento”, le lleva y nos lleva hacia lo abierto. Hacia el mar, hacia el agua. Y hacia el, hasta ahora, último libro suyo. Que también es revelador. A las estrellas lo inmenso. Donde no crece ni disminuye el agua y se funde el viento en el viento
Lorenzo Correa
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