Hoy, el poeta argentino Felipe Aldana comparte con nosotros la magia del Paraná. Y nos aporta el maravilloso poema al río que divide las provincias de Santa Fe de Entre Ríos. El Paraná es un río muy aprovechado, desde Itaipú “la piedra que canta”, hasta Buenos Aires. Además, es la segunda vía fluvial más importante de Iberoamérica. Y para celebrarlo, la ciudad se mira la cara en su espejo de aguas siempre diferentes.
Así comienza el poeta sus versos, que cantan a una ciudad-río y a un río que se mimetiza con la ciudad, cuando la divisa. “Rosario y el Paraná, dos vidas que no se apartan” canta Aldana con el río. Entonces, la ciudad escucha ese canto que nunca cesa. Y se asoma a sus riberas sobre las que se conforma y se transforma.
El canto del gran río sobre el ser humano y sobre su ciudad es imposible de ignorar. Por eso, el poeta lo traduce en estrofas cargadas de emoción, cuando ve cómo la ciudad, se vuelca sobre el cauce. De esa coyunda, surge un corredor cultural y una espectacular vía de comunicación. El río se deja hacer, porque en el fondo, le gusta que los edificios se miren, ufanos, en él. Que los vecinos y visitantes lo admiren y disfruten. Y que todo lo que sea susceptible de flotar, surque sus irrepetibles aguas.
Con él, se llega a Buenos Aires y al océano. Allí, el viajero que inició su periplo en Rosario, descubre el sentido del nombre del río. Porque Paraná, en guaraní significa “como el mar”. Y allí , en la capital, se confirma que el río es tan grande como el mar.
Contra él, remontando su corriente, a Itaipú. Con un cuchillo cruzado sobre la pampa. Navegando el infinito Paraná, a lo largo de sus casi 5 000 km y a lo ancho de su impresionante cauce. Del mar de Itaipú al mar del Atlántico.
Y entre ambos mares, Rosario. Y Felipe Aldana para hacernos llegar el canto de la pìedra.
Lorenzo Correa
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