Energía, alimentos y agua. Los tres mosqueteros del futuro .


 

Cuando la sequía atenaza a una comunidad, todos nos acordamos de nuestros ángeles  y santos  más venerados para pedirles que vuelva el agua. La necesitamos para beber, para asearnos, para preservar nuestra salud, para limpiar todo lo que usamos y hasta para enviar fuera de nuestra casa los desechos que nos estorban y molestan. También para regar nuestro jardín y nuestras plantas. Y para que los alimentos que consumimos y los animales que nos dan leche y carne, crezcan sanos. Pero también necesitamos el agua para generar energía y refrigerar los motores que permiten que las máquinas realicen los más duros trabajos.

Por eso, es tan importante unir en nuestro pensamiento el agua con la energía y los alimentos. Uno para todos y todos para uno. Los tres mosqueteros del futuro del agua. Inseparables. Nos sacan de apuros cuando actúan en equipo y nos sumen en el desastre cuando cada uno va por su lado. Paradigma universal de tres amigos solidarios, complementarios y muy unidos ante la adversidad y la dicha. Espejo de las bondades del trabajo  en  equipo  y  del  valor  del  grupo. Esperanza de futuro contra el  individualismo.

El primer enemigo ante el que han de estar unidos es la sequía. Es sinónimo de estrés hídrico  en cualquier país, sobre todo si no dispone de otros alternativos como la desalinización o la reutilización de aguas depuradas. Embalses vacíos. Centrales hidroeléctricas sin combustible. Térmicas y nucleares sin poder refrigerar. Fábricas paradas. Ruina agrícola. Cuando el primer mosquetero flaquea, los otros dos languidecen hasta el agotamiento. Y en los núcleos urbanos, Day Zero.

Terrible repercusión social la de la sequía. Obliga a emigrar a los más desfavorecidos. Y colapsa las grandes ciudades con los nuevos vecinos. Aumenta el porcentaje de suicidios entre los que viven de trabajar la tierra. Datos de la India. 600 millones de personas afectadas por la sequía en un país con una enfermedad crónica. El estrés hídrico.

Es solo un ejemplo. En nuestro planeta, la carencia de salud en alguno de los tres mosqueteros, agua, energía y alimentos, contagia a los demás. La consecuencia es la multiplicación de conflictos. Los gobiernos e tambalean y la calidad de vida empeora gravemente. Efecto dominó, crisis política, económica y social.

Es el momento de pasar de la aquiescencia bonachona que da el saber que es necesario hacer algo a la decidida actuación por partes de los gestores del agua y de todos los agentes implicados en la dinámica del nexo agua- energía-alimentos. Articulando e implementando soluciones que resuelvan los problemas existentes. Porque, por desgracia, parece que en el futuro aún serán mayores. Ya está agotado el debate académico  y político sobre los verdaderos riesgos relacionados con el agua, que envuelven a los otros dos mosqueteros en una red paralizadora. Comienza una nueva década, la de las soluciones de mitigación  y compensación que afronten las secuelas del calentamiento global y fomenten la adaptación a sus consecuencias, evitando que sean los más vulnerables quienes se lleven la peor parte.

Los riesgos relacionados con el agua, emergen como un escollo cada vez más difícil de sortear para los gestores políticos y técnicos del agua e incluso para los que trabajan en bancos orientados al fomento del desarrollo. Porque de los 30 riesgos más amenazantes para el planeta, los relacionados con sequías, inundaciones y afecciones a la biodiversidad y los ecosistemas están entre los 10 más probables de ocurrir. Y ello supone una enorme espada de Damocles sobre nuestras cabezas.

La pregunta que urge respuesta cuanto antes es la siguiente: ¿Cómo se pueden preservar los recursos hídricos de estos riesgos? Porque la tendencia cada vez más acusada a la urbanización del territorio y por supuesto al crecimiento demográfico, son factores que en lugar de reducir, magnifican esos riesgos. Porque también ayudan a expandir los efectos desfavorables del calentamiento global.

Las agendas internacionales de desarrollo tienen anotadas con tinta indeleble las cuentas del futuro del  agua. Armonizar el reparto de los recursos imprescindibles para bebida e higiene, con los destinados a regar y a saciar la sed de  lo que comeremos. Pero dejando lo suficiente para la industria y la energía. También para el negocio. Y, por supuesto, para los habitantes no humanos del agua

Mientras tanto, el reloj no se para. Ya son 17 los países que, con un 25% de los habitantes del planeta, padecen estrés hídrico. En veinte años, serán el doble. Menudo reto de futuro del agua.

Se trata de cultivar más tierra, para dar de comer a más gente. Siempre con aproximadamente el mismo volumen de agua y cada vez menos superficie de tierra cultivable, salvo que destruyamos los bosques. Cada hora y cada minuto, oímos el rugido creciente de las tripas de esos 820 millones de seres que cada noche se acuestan sin haber podido saciar su hambre.

Pero todo lo que se relaciona con la vida, y nuestros tres mosqueteros de hoy lo hacen, tiene que ver con la colaboración, la cooperación y la simbiosis. Nunca con la competencia y la predominancia del más fuerte

Pero las noticias que nos llegan, no van mucho por esa senda. Por ejemplo, está previsto que las tierras de secano que se irrigarán en los próximos 20 años, serán el cuádruple de las actuales. Choca que las centrales térmicas, grandes consumidoras de agua,  se ubiquen la mayoría en zonas con alto estrés hídrico. Es lógico, pero no sostenible.

Muchos lectores mucho más expertos que nosotros, que no lo somos, alegarán que hay soluciones modernas que ya se están aplicando. Y que desvanecen las negras nubes del futuro del agua desligado de sus otros mosqueteros. Veamos algunas de ellas, a ver si es tan bonita como parece.

Los paneles solares para evitar que las bombas consuman energía fósil, son un alivio para los regantes que necesitan sacar el agua de sus pozos. Y funcionan. Solo que hay un “pero”. La sobreexplotación de los acuíferos que genera el bombear pensando que el agua almacenada es inagotable. Y un acuífero, no es el mar. Por otra parte, los paneles “consumen terreno” Donde moran, no se puede cultivar. Ejemplo que nos da la razón del lema mosqueteril: uno para todos y todos para uno. No se puede dejar atrás a ningún compañero de equipo.

Se impone el enfoque holístico. Fenomenal concepto, que brilla sobre el papel o la pantalla, pero que hay que poner sobre la tierra para que no sea solo una entelequia. La mejor muestra de que hay que actuar y dejarse de proponer nos la trae la pandemia. Donde más afecta es en aquellas zonas en las que nuestros tres mosqueteros están débiles y estresados. A esos 3 000 millones de personas que no pueden lavarse las manos, de lo que ya hemos hablado aquí. Ellos tampoco pueden comprar comida  por estar cortada la cadena de suministro.

Para finalizar, veamos tres ejemplos de países en plena crisis de agua, alimentos y energ

Zimbabwe, está inmerso en la sequía. Hace un año, el embalse de Kariba, el mayor del mundo, estaba al 10% de capacidad. Las secuelas durante 20202, restricciones y colas de 12 h para llenar una garrafa de agua. Como En Ciudad del cabo y tantos otros lugares. Agua para beber y cocinar. Poca queda para lavarse las manos. Es la sequía de ahora. Aun peor que la antes. Por supuesto, tampoco hay suministro de energía eléctrica, pues las turbinas no tiene quien las mueva. Secuela: solo 6 has de suministro eléctrico al día en muchos hogares.

Además, el Programa Mundial de Alimentos cree que se enfrentan a «una de las principales crisis alimentarias mundiales. Porque 4 de sus 12 millones de habitantes luchan por alimentarse cada día como pueden. Todo el mundo “vive” en una cola para beber o comer. Y el riesgo de contagio del virus aumenta sin cesar. El futuro `próximo estará protagonizado por la sed, la enfermedad y la inflación. Es le resultado de sumar sequía con pandemia.

Camboya. Literalmente vive del río Mekong, que acoge a la mayor reserva de pesca de agua dulce del mundo. Por ello, 60 millones de camboyanos pescan en él y venden el 20% de los peces de agua dulce del mundo. Desafortunadamente, el año pasado no hubo monzones, ni tampoco lluvias. Imposible pescar y cultivar arroz. Ni agua, ni comida, ni energía. Grave riesgo de crisis alimentaria, a causa también de la interrupción de las cadenas de suministro provocada por la pandemia. Tampoco hay luz en los hogares porque casi la mitas del suministro sale de las turbinas.

Incertidumbre terrible de futuro: ¿Aguantarán arroz, yuca y maíz, cultivos casi únicos del país? Se sitúan en tierras de secano, casi todas situadas en zona roja por la afección creciente de sequías e inundaciones.

Pakistán. Además de la afección por ausencia de monzones antes mencionada, ha tenido una plaga de langostas. No ha quedado cultivo sin arrasar. Y este es el país más poblado del mundo. Su alimentación se basa en el regadío. Y es el Indo quien lo asegura, pues sus aguas y las de sus acuíferos riegan el 90% de las tierras de cultivo. Pero la red de riego es el paradigma de la ineficiencia, pues sus venas pierden la mitad del agua que conducen. La mayoría de lo que se cultiva se exporta, no llega a las bocas de los paquistaníes. Pero con lo exportado se va la mayor parte del agua del país. Y en su interior, solo la quinta parte de la población, desnutrida por desgracia,  tiene acceso al agua potable.

La solución adoptada por los gestores públicos del agua ha sido la de construir una presa, obviamente en el Indo. La de Diamer Bhasha. Solo con el anuncio, al tratarse de una gran presa, las voces de los opositores a las infraestructuras grises de almacenamiento. Lo típico cuando se decide construir una gran presa en nuestros días.

Que si se asienta sobre la falla de Asia Central, en la que se producen cientos de terremotos al mes. Que si la zona expropiada e inundada es territorio disputado por India y Pakistán. Y que si la inversión es enorme. Por el otro lado, se propone mejorar las redes de riego para hacerlas más eficientes. Lo dejamos aquí, porque solo es un ejemplo más del eterno debate del futuro del agua, del que ya hemos escrito muchas, quizás demasiadas líneas en estas páginas.

Soluciones de futuro, las hay y se proponen para ayudar a la fortaleza de la unión entre nuestros tres mosqueteros. Uso de nuevas tecnologías que potencien la utilidad de los macrodatos. Para perfeccionar la experiencia de interacción y optimizar el valor que se ofrece a los regantes. Sobre todo, los meteorológicos en tiempo real. Así sabrán qué y cuando deben plantar y a dónde pueden llevar a sus reses para encontrar pastos adecuados.

También se impone la adopción de medidas que potencien la captación del agua de la lluvia críticos. En resumen, hay mucho trabajo por hacer en el ámbito del intercambio de datos de información. Así como para dar la fuerza que necesitan a los que toman las decisiones, obteniendo la confianza de los que les pagan. Eso que se suele denominar gobernanza. Sin olvidar, por supuesto, las ventajas de la cooperación entre todos los que apoyan a nuestros tres mosqueteros. Es decir a los que deciden cuando, cuanto y como invertir en infraestructuras hidráulicas, energéticas y en el ámbito agrícola y ganadero.

Acometiendo acciones integradas para reforzar  y generar confianza en esa unión imprescindible entre el  agua, la energía y la producción de alimentos.

La pandemia enviará a la pobreza a 200 millones de personas en un mundo cada vez más inseguro y polarizado. Tanto que la multilateralidad se convertirá en multipolaridad. Además, el centro de gravedad económico del planeta se trasladará hacia el estrecho de Malaca. Los valores que prevalecerán en el mundo, cambiarán. Rusia, China e India desequilibrarán la balanza de valores, cada vez menos pesada por el platillo de occidente.

La repercusión que todo lo que se avecina tendrá en el futuro del agua y en concreto en nuestros tres mosqueteros, será inmensa. Las cadenas de suministro, se acortarán, cuando se consiga reparar la actual rotura.

¿Cómo repercutirá esta cercana realidad en el nexo agua, energía, alimentos? Es hora de generar ideas para potenciar su vínculo. Para que dejen de estar ligados por el odio y acaben siendo, como los tres mosqueteros, uno para todos y todos para uno

 

Lorenzo Correa

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