Desde el sur de África, un poeta malagueño evoca hoy en nuestro miércoles poético, un río con barro en las venas. El vate es el también periodista y escritor José Salas y Guirior. El río es el Limpopo.
Salas, fue corresponsal del diario Abc en Suráfrica, Lesotho, Guinea Ecuatorial, Roma y Lisboa. Y fue en Sudáfrica donde quedó prendado del río Limpopo, a quien dedicó este poema titulado “Los amores del río”. Un río de barro en todos los sentidos.
En lo físico, porque su bamboleo serpenteante le hace trazar una curva generosa en su camino hacia el Índico. Y hace frontera entre Botsuana, Mozambique y Sudáfrica. Aunque Limpopo significa «río de la cascada”, los rápidos están mucho después de la curva. En la curva aún no hay pendiente y las crecidas embarran la zona fluvial. El río fangoso se convierte, avanzando hacia el océano, en un río saltarín..
Pero fue en la curva donde quedó Salas prendado de su belleza. Tanto, que se enamoró los turbios remolinos de ese río de barro. Y escribió, para epilogar el soneto: “A orillas del río Limpopo En donde su curva hace frontera entre el Transvaal y Bechuanalandia. Allí reina Seretse I a quien Changó proteja”.
Seretse I, el venerado primer rey de Botswana, cuyo nombre, significa precisamente “unido por el barro”
Y Changó, el más popular de los Orishas, que domina el relámpago el trueno y el fuego. Barro surgido de relámpagos, truenos y agua que acaba en el río. Por eso sus venas, son de barro.
De Málaga a Bechuanalandia, actual Botsuana. Para el poeta, amor por el río con el que se mimetiza, se enfanga y se limpia de barro. Porque para purificar las aguas de la vida solo hay que dejar pasar el tiempo y aprender mientras pasa.
Como el río. Después de las revueltas del camino, llegan los rápidos. Y el barro desaparece para dejar paso al agua clara. Queda la arcilla para unir corazones.
Lorenzo Correa
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