Todo un premio nacional de literatura de Chile nos ofrece uno de sus poemas acuáticos este miércoles. Se trata del chileno Miguel Arteche, que tantos versos dedicó al agua durante su vida. Hoy, su regalo se titula, simplemente, “el agua”. Y lo dedica a las sensaciones y emociones que le produjo cierta media noche oír caer el agua.

La verdad es que Arteche, da una importancia relevante a la presencia del agua en su obra poética.  Siempre presente en todas sus interpretaciones. Como fluido incompresible y como símbolo de aquello que quería expresar. Medianoche y mediodía, que ambas ocasiones, el agua se hace presente…o ausente.

Pero también está en su obra como emoción personal. Y como casi siempre, esas emociones proceden de la infancia  y toman forma, porque el agua siempre se adapta, al molde que se le presenta en cada poema.

¡Cuántos niños se despiertan a media noche con la boca seca! Piden agua para poder volver a dormirse. Pero antes, el miedo les visita. Y si además llueve, les lleva a imaginarse navegando por el proceloso océano de la vida.

Sin luz ni sonidos amables, navegan en las sombras. Es ese momento del conticinio en el que, con suerte, solo se oye caer el agua. Esas aguas infantiles dejaron huella indeleble en Arteche. Y le acompañaron durante toda su vida poética inspirándole mientras se amoldaban a los dictados de su conciencia creativa.

Por eso, llegando a la medianoche de su vida nos decía que  «En toda infancia hay un río. O el mar. Y si el río y el mar nos son reales ––pero ¿qué es real para un niño?–– entonces hay que inventarlos. Y si no se los inventa, vienen, de todas maneras, en el sueño, y éste termina por crearlos»

 Medianoche con agua cayendo en la casa de Arteche. El agua, que todos los chilenos desean que caiga sobre su país para acabar con la maldita sequía

Lorenzo Correa

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