La restauración de lechos y márgenes de cauces, sobre todo en tramos urbanos, está de moda. Vivimos en una sociedad en la que el diseño “vende”. Porque en él priman la estética y la funcionalidad. Además, como todo lo que seduce porque está bien hecho, se paga bien. Y da fama.

Hoy hemos paseado por dos ríos humanos. Uno maquillado por el diseño y el otro, tal cual

Lo divino, que a veces no es muy bonito y lo humano, con imaginación y presupuesto, siempre lo es. O así les parece a los que lo pagan con sus impuestos.

La naturaleza tarda lo suyo en diseñar un río. Quita algo por aquí, deja que el agua lo transporte y lo deja por allí. Podríamos decir que para ella la arruga es bella.

El diseño, proyecta  un escenario respetuoso con los deseos de quien paga, con la legalidad vigente y adaptado a un plan que configura un río exuberante, colorido, rozagante y sobre todo, feraz

La abundancia es la protagonista: vegetación ¡autóctona!, colores y  volúmenes que decoran el paso del agua, y abrigan a un cauce hasta entonces muy “tocado” por la mano humana. Para que el paseante disfrute de su paseo y se sienta inmerso en la naturaleza a cinco minutos de su casa, cabe la urbe impermeabilizada. Aunque ese diseño tenga poco o nada que ver con la cambiante realidad de algo tan vivo con es un cauce y las aguas que lo lamen.

Elijan su preferido. ¿Natural o diseño? ¿En technicolor, en blanco y negro o coloreado?

Para gustos hay diseños, cauces y colores. Habría que hacer una encuesta para saber qué opción gana.

La crudeza de “lo que hay”, versus el diseño de lo que ahora se lleva. Son las consecuencias de la moda aplicada a los ríos humanos

Lorenzo Correa

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