Desde Vietnam, recibimos el regalo de unas fotos y un poema. Para seguir dando lustre a nuestra biblioteca de la poesía del agua. Nos lo envía, con su foto del río Coco que duerme bajo el cielo en plena atardecida, nuestro amigo José Sánchez Barroso. Agradecemos el envío. Incorporamos el poema a su foto y lo guardamos como oro en paño.
Paul Laurence Durban, poeta estadounidense de color, canta en su poema a la puesta del sol. En él aparece, protagonista estelar, un río que duerme. Como el Coco en Da Nang. Y las sombras de la noche que se proyectan sobre la tierra y el cauce, como se proyectaron sobre la negra piel del poeta. Ese egregio iletrado, que amaba la literatura. Pero que por su extracción social, de humilde hijo de esclavos, no pudo iluminar su corta vida con el aprendizaje que le hubiera gustado recibir.
Aún así, el río de la poesía de Durban no duerme nunca. Está bien despierto y fluye en el recuerdo de su obra. La que escribió cuando dejaba de ejercer su profesión de modesto ascensorista. En esas noches en las que la luna tiñe de plata el caudal que fluye por el cauce que duerme. Así era entonces, así es ahora en el Coco vietnamita. Y así será mientras salga la luna, los poetas la miren reflejarse en el agua y los españoles por el mundo, como Pepe en Vietnam, sientan esa emoción fluvio lunar. La que les impele a tomar una foto para guardar con ella el recuerdo del río que duerme.
Relajémonos leyendo al primer poeta de raza negra de los Estados Unidos. Ese que consiguió dominar la técnica de la composición. Y expresarse como un literato bien formado.
La poesía, como el agua, no distingue entre razas ni colores. Es para todos los que sepan apreciarla y sean capaces de emocionarse, como en este caso, con la belleza del río que duerme
Lorenzo Correa
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