Una de cal y otra de arena. Chanclas playeras y plástico premium. El mar en plena revolución del plástico


Con el inmenso volumen de agua que hay en el mar, habrá que seguir ocupándose de su futuro. Ya llevamos algún tiempo poniendo de manifiesto en estas páginas la situación en la que se encuentra el agua marina. No es buena, como todos saben. Porque hay muchos aspectos por los que preocuparse. Hasta la aparición de la pandemia, la presencia de plásticos de todos los tamaños en nuestros océanos era una de las preocupaciones más extendidas y recurrentes. Y las chanclas playeras, tan útiles siguen reposando cuando ya no sirven en las playas. No dejan de ser objetos baratos y de un solo uso Las usamos en la playa y en la playa reciben sepultura.

Por eso las incorporamos en nuestro almacén de preocupaciones y las vamos a dedicar  tiempo y espacio para explicarnos y pretender explicarles qué pasa con las chanclas para que se relacionen con los plásticos que llegan al mar. Descubrimos que existen instituciones y mecenas que llevan ya muchos años luchando por revertir la situación.

Hoy vamos a tratar sobre una iniciativa emblemática que enciende una lucecita de esperanza y de optimismo. Nos viene muy bien,. Porque esa es nuestra línea hasta que los estragos de la  pandemia amainen. Escribamos sobre buenas noticias, que de las malas ya están las redes sociales y los medios de comunicación empachados.

Se trata de un barquito,… de plástico reciclado. Su nombre es Flipflopi  y nació en Kenia en 2018. Su objetivo es surcar el mar como emblema de la lucha contra la afección que el plástico supone para todo y para todos. Y concienciarnos de la contaminación plástica que ni para de crecer, así como de las soluciones cada vez más factibles para combatirla.

Como habrán observado los amantes de la moda y conocedores del inglés, el nombre del barco ya indica de qué está construido. Las flip flop, en español, chanclas, son ya el calzado estrella del verano, que ha trascendió su inicial uso exclusivamente playero. Desde 1962, estas sandalias de goma han ido conquistando nuestros pies hasta convertirse en un objeto que casi todo el mundo posee.

La verdad es que, como todo lo que usamos, se acaba rompiendo, si antes no lo tiramos por cansancio, lo tiramos después. Y aquí comienza la “segunda vida” de las chanclas. La que ha permitido que sean protagonistas de un barco emblemático al que han dado su nombre

Pues bien, nuestro chanclero barquito ya se ha estrenado en el mar. Hizo su primera travesía el año pasado entre Kenia y Tanzania.  Está hecho con 7  toneladas de plástico desechado, entre las que se incluyen  30.000 chanclas. Es un emblemático mensajero de que el llamado plástico de un solo uso, puede y debe tener más. Incluyendo  las chanclas.

El padre de la criatura es un empresario turístico llamado Ben Morison. Hace 5 años comenzó a preocuparse  mucho por la presencia de ingentes cantidades de chanclas rotas esparcidas por las playas de Lamu, en Kenia a las que él enviaba turistas. De ahí a comenzar a pensar qué se podría hacer para revalorizarlas, solo había un paso. Y la solución fue la de hacer con ellas un barco.

Como buen amante de la zona, contactó con un constructor de veleros típicos de los swahilis, los dhows, llamado Ali Skanda. Y ambos se pusieron manos a la obra para convertir el sueño en reto. Lo que les salió a partir de 10 toneladas de plásticos recogidos en el litoral keniano, fue el Flipflopi.

Los swahilis hiceron bien su trabajo, tratando al plástico como hacen tradicionalmente con la madera. Y solo dos años después, en 2018, botaron  un airoso velero de 9 m de eslora y 7 toneladas de peso. Con la quilla, las cuadernas y el resto de la estructura del costillar de botellas y bolsas de plástico. Por su parte, las chanclas se utilizaron como piso de la cubierta y como revestimiento externo del casco. Las que pisaron , ahora son pisadas. Cosas de la reutilización.

Aunque no fue tan rápido hacerlo como conseguir la materia prima, porque en solo 3 horas se recogieron cinco toneladas. Con unas horas más, se recogieron las 20 necesarias para la construcción del dhow.

Se cribaron, se moldearon y se extrusionaron las cuadernas. Finalmente un artista local, distribuyó las chanclas con gracias, para obtener el vistoso perfil del velero. Sin embargo, La decisión de construir un dhow no se debió solo a que este es el barco tradicional de la zona. Emocionalmente, tiene su miga. Porque estos veleros, barcos árabes por excelencia, se utilizaron para transmitir la nueva fe del islam por todos los países ribereños del Índico y del Mar Rojo. .

Ahora, un dhow especial, hará lo mismo para divulgar la nueva fe en la reutilización del plástico y la salvación de los océanos. Y también se desplazará por Kenia, Tanzania y Uganda. Porque nuestro querido Flipflopi se prepara para dejar el mar y penetrar en tierra firme. Se van a circunnavegar el lago Victoria, el segundo mayor de la Tierra, repartido entre estos tres países.. Allí pasarán el primer trimestre de 2021.

Mientras imaginamos a nuestro barco de hoy surcando el mar y el lago, nuestra alma se emociona por el logro conseguido y por la buena nueva que lleva a todos los que lo avistan y visitan. Pero, desgraciadamente, no todo es tan bonito como parece, aunque feo tampoco sea. Porque el plástico visible no es el único que mancilla el mar, como ya sabemos. Y es que alguien se ha preocupado de contar partículas mientras practicaban su deporte favorito y han encontrado unos 51 billones de piezas microscópicas de plástico en el mar. Los contadores, son los integrantes de “Surfers Against Sewage”. Y contra esto, los barcos chancleros, no pueden luchar.

Ya escribimos aquí que solo se recicla un 10% del plástico. Y que eso supone vertidos de casi 10 millones de toneladas. Hay para hacer flotas para todas las armadas del mundo.

Para paliar esta lacra, se constituyó la Global Plastic Action Partnership (GPAP). En ella actúan unidas empresas, mecenas, administraciones públicas, ONG’s y científicos expertos. Para aportar su granito de arena en la batalla contra el plástico de un solo uso. E implantar la reutilización del mismo, con el reto de conseguir su prohibición. La visión en los mares, playas, ríos  y vertederos de billones de objetos tan indestructibles como inservibles, que expanden su manto por doquier, les obliga a ello..

Una solución sería el consenso de la mayor parte de países posible. El objetivo, animar a los productores a tomar conciencia de los problemas derivados del uso de sus productos. Esto ya se está haciendo con más o menos éxito. Pero no es suficiente. Y la pandemia del coronavirus, está obligando a volver a usar más plásticos de un solo uso en detrimento de otros materiales. Y por ello, se está perdiendo en meses el terreno ganado en años.

Pero debemos enfocar el problema en dos escenarios bien diferenciados. El plástico visble y el invisible. Y articular estrategias para cada uno de ellos.

En el caso de los microplásticos, hay que hacer notar que su transporte atmosférico es  uno de los aspectos más importantes del problema. Pero es también, bastante ignorado hasta ahora. Imaginen la emisión de partículas (TWP). Esa que provoca el roce de los neumáticos con el pavimento de la calzada en todas las carreteras del mundo. Y la derivada de pisar el freno de cualquier vehículo (BWP).

El pie que calza la chancla, pisa el freno. Hay plástico por doquier. El calzado del vehículo, que es la rueda, también emite plástico que acaba trasladándose con el viento a lejanos océanos. Siempre, casi  todo acaba en el agua. El dato medido al respecto, enciende alarmas

El 34% de los TWP gruesos emitidos y el 30% de los BWP gruesos emitidos (100.000 y 40.000 toneladas anuales respectivamente), llegaron a los océanos. Pero no se ven, no se pueden recoger en jornadas de voluntariado playero,  como las chanclas. Además, las estimaciones más recientes cuantifican en 64.000 toneladas anuales lo que llega al  océano por los ríos

Por eso, es indiscutible que solo con limpiar playas no se arregla el problema de la contaminación marina derivada del plástico. Bueno es saberlo, para seguir haciéndolo, aunque sin dejar de pensar que el problema es de muy difícil solución. Porque se supone que en el año 2050 las emisiones de plástico llegarán a los tres mil millones de toneladas anuales. Con un generoso crecimiento de las derivadas de la incineración. Aunque la parte  del león se la lleva la emisión procedente de la producción de fibras y resinas. Por su parte la emisión de COpasará de un equivalente a lo que emitirían  190 centrales térmicas de carbón de 500 MW en nuestros días a lo que emitirían 615 plantas de las mismas características en el año 2050.

En el caso de los plásticos visibles, lo mejor es evitar que lleguen al océano, mediante acciones preventivas de sus productores. Habrá que seguir sustituyendo envases, bolsas y demás objetos por otros materiales. Olvidarse de monómeros como el etileno y el propileno, porque ahora ninguno de los plásticos de uso común es biodegradable.

Todos proceden de los combustibles fósiles (petróleo y gas natural). Por eso su proceso extractivo de la tierra y su fabricación en planta, también suman en el total de las emisiones contaminantes antes indicados. Y en sus nocivos efectos para la salud, como asma, cáncer y otras afecciones. Sin olvidar en esta suma a los lixiviados que desde los vertederos se filtran a los acuíferos.

Finalicemos con datos  y prognosis sobre las botellas y embalajes, los plásticos más visibles,  de antes, durante y después de la pandemia.

1.- Casi la mitad de  los plásticos se usan como embalaje. Desechable y de un solo uso.

2.-La demanda de petróleo relacionada con el consumo de plástico superará a la del transporte de pasajeros por carretera. 2050 «.

3.- La producción de plástico se triplicará en 2040, indiferente, por ahora, al esfuerzo reductor actual

4.- A pesar de que los grandes embotelladores están fabricando botellas más reciclables, la pandemia ha supuesto el parón de esta tendencia, al bajar el  precio del petróleo. Golpe mortal al “plástico premium”. El plástico reciclado es cada vez más  caro que el convencional.

5.- Las previsiones para la pasada primavera de Danone, Coca Cola, Nestlé  o Pepsi, no se han cumplido por la razón expuesta en el punto anterior. Se han reducido los pedidos de PET usado para hacer botellas

Cada vez es más difícil conseguir plástico limpio y de calidad alimentaria para hacer nuevos botellas. Aunque son fácilmente reciclables, pocas botellas de PET se recogen con este fin. Y solo el y solo el 4% se reutilizan en botellas nuevas

Todas las grandes embotelladoras, buscan alternativas, en medio de la pandemia. Pero el plástico vegetal, no avanza. El reciclaje  con productos químicos que limpia colores y envases, no consigue abaratar precios. No es competitivo. Por eso se continúa lavando y fundiendo botellas de cristal. Eso es lo más sostenible que se hace  por el momento.

Los datos en plena pandemia son desagradables de oír. Hoy, el plástico reciclado vale el doble que nuevo en Europa. Hace un año, solo costaba un tercio más. Y en EEUU, donde la diferencia de precio entre ambos era solo de un 7% más, ahora es de un 35%. Así las cosas, ¿quién compra plástico reciclado?

Parece que la única solución viable es la de que el cliente pague también la tasa cobrada al fabricante por reciclar el envase en el que está bebiendo. Con ella, se financiarían nuevas investigaciones.

Las grandes, con mayores beneficios, proclaman que destinarán miles de millones para resolver el problema existente. Pero la gran mayoría de envasadoras son pequeñas y no pueden hacerlo

Resumiendo.. Recoger chanclas y hacer barcos con lo que se ve, es sin duda un loable avance. Con lo que no se ve, es mucho más difícil. Y la tercera vía, la del reciclaje de lo visible, para por eliminar el consumo (imposible metafísico) o eliminar el problema en origen.

Esa es la realidad actual. Mientras, tenemos que seguir bebiendo  y usando mucha agua para fabricar envases, para llevarlos flotando hacia el mar y para hacer chanclas.

Apasionante tema, este del plástico y su repercusión en el futuro. En el del agua, también

 

Lorenzo Correa

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