Los ríos examinan a los pontífices.


Los ríos han sido siempre indicadores de civilización y de cultura. El ser humano los ha utilizado y los utiliza para llevarse a sí mismo y para llevar cosas. Transporte y traslado, han sido los primeros usos civilizados de los ríos. Pero no todos “se dejaban”, ni dejaban al hombre navegar  por ellos. Porque hay ríos navegables y ríos que no permiten transitar por su cauce flotando.

Sin embargo,  hay algo que todos los ríos, grandes y pequeños, caudalosos y secos casi todo el año, permiten sin quejarse. Todos “se dejan” cruzar. Para eso están los puentes  y sus pontífices, que son quienes los hacen. Para cruzar los cauces y también para permitir llevar al ser humano adonde quiere ir por el camino más corto.

Por eso decíamos al principio que los puentes son indicadores de civilización y cultura, Porque a través de ellos, ambas han podido y pueden llegar rápida y cómodamente a los que viven al otro lado.

Curiosamente, los ríos suelen estar incluidos en eso que se denomina “obstáculos naturales”.  Aunque a nosotros nos parecen más lo segundo que lo primero, debemos reconocer que en muchas ocasiones suponen un impedimento, una dificultad, un inconveniente. Y que, secos o caudalosos, continuos o discontinuos, generan un problema para cruzarlos con comodidad. Y obligan a dar un gran rodeo para ir  o llevar algo a un lugar concreto. Para resolverlo, están los pontífices.

Ellos saben  que los cauces se dejan cruzar sin decir nada. Nunca se quejan de que los estribos muerdan sus márgenes o los muros endurezcan las riberas. Ni de que sus lechos sean hollados por una zapata.  En nuestras fotografías de ríos humanos de hoy, puede comprobarse. Pero esa facilidad inicial para resolver problemas, tiene truco. Porque el río, espera pacientemente a la lluvia. No tiene otro remedio. Y cuando ésta llega, pone a prueba al pontífice y a  la solución de cruce que su ingenio había diseñado para eliminar el problema.

Y entonces pasa lo que pasa. Que algún pontífice no supera la prueba.  Mientras llega la lluvia, nosotros admiramos el ingenio humano, señal inequívoca del progreso  y el desarrollo que los puentes suponen. Aunque también, en algunos casos, tememos que llegue la lluvia. Afortunadamente, la mayoría de los pontífices aprueban el examen.

Lorenzo Correa

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