Continúa la pulsión social por todo lo que simboliza el color verde, en estos tiempos de coronavirus. Verde, como la esperanza de que toda esta pesadilla pase pronto y como la ilusión que albergan muchos de que el futuro sea más de ese color. También el del agua, por supuesto.
Por todo ello, está cada día más de moda teñir de verde conceptos que no habían lucido nunca esa tonalidad. La nueva ola verde en las actuaciones de la gris ingeniería civil. Los techos verdes en los edificios de las pobladísimas urbes. Los partidos verdes en los parlamentos nacionales. Y la economía verde, por supuesto, de la que hoy trataremos.
Para gustos hay colores. En la economía tradicional, la negra, el primer color para la innovación, fue el azul. Y se lo pintó Gunter Pauli. Un economista belga, creador de la fundación ZERI (Zero Emissions Research and Initiatives). En ella se agrupan mentes creativas que buscan soluciones sostenibles para la sociedad. Siempre inspiradas en la naturaleza.
En su libro “Blue economy”, nos contaba que lo único que hay que hacer es imitar el funcionamiento de la naturaleza para dotar de eficiencia máxima al proceso productivo de los bienes y servicios que necesitamos. Los que nos dan la felicidad. Las herramientas para conseguirlo serían la responsabilidad compartida y la voluntad de no perjudicar con nuestros actos a los que vendrán después.
Vivamos naturalmente. Dejemos de perseguir solo el objetivo de ser más ricos. Y vayamos a por todo lo que el proceso de producción nos puede dar. Adiós a la especialización y a las economías de escala. Así estabilizaremos el nivel de riesgo y reduciremos los costes. El ejemplo más cercano a nuestro ámbito de escritura es el de olvidarse de eliminar residuos. Solo hay que convertirlos en oportunidades de negocio. Aprovecharlos.
Por supuesto que también se ocupa del futuro de las ciudades y para ello apuesta por la agricultura urbana. Usar las cubiertas de los edificios como huertos. Y dejar de pagar por recoger las basuras. Como ya han hecho los municipios de Ulsan en Corea y Lidköping en Suecia. Así, pretenden que la basura se convierta en un ingreso para las arcas municipales, derivado del tratamiento y reutilización de residuos sólidos y líquidos. Bien. Pero en la otra cara de la moneda de la modernez económica está la economía verde. Y el debate entre los detractores y propulsores de ambas está abierto.
Porque a los azules les parece elitista la postura de los verdes, ya que están seguros de que la oferta de productos ecológicos solo será accesible a los más capacitados económicamente. Por su parte, los azules demuestran que Pauli ha creado decenas de miles de empleos y miles de empresas con novedosas actividades como puede ser el cultivo de setas con el poso del café, la fabricación de detergentes biodegradables con la cáscara de laa naranjaa, o la conversión de gasolineras en puntos de recarga de vehículos eléctricos.
Repasemos las diferencias del verde el azul. Porque son estrategias diferentes para la superación de las crisis.
La verde, otorga todo el protagonismo a la administración pública. Sus aportaciones dinerarias serán las que harán posible el milagro. La patrona es, pues, la gobernanza. Por su parte, la azul tiene su motor en la gente, que a través de su creatividad (o inteligencia colectiva), deberá solucionar los problemas. Sostienen que la sociedad es capaz de aprender de los errores, organizarse, crear algo nuevo y materializarlo
La forma de hacerlo, también es distinta en ambas economías. La verde es “reformista”. En el marco actual, de modelo económico capitalista, la administración debe cambiar su rumbo para destinar sus presupuestos a actuaciones que garanticen un futuro más “amable, sostenible, igualitario y justo”. Y ese es el único camino, no hay atajos ni variantes. Solo llegar al objetivo marcado por el informe de desarrollo sostenible del Club de Roma, recogido por la ONU en los ODS.
Pero la azul, es iconoclasta. Todo debe ser de nueva creación. Considera más importante el bienestar de la sociedad que los beneficios económicos. Para algunos, plantean una “variante” al sistema capitalista que llegue a aportar soluciones cambiando reglas pero sin hacerlo saltar todo por los aires.
Recriminan además a la economía verde que exija a los empresarios una mayor inversión y como ya hemos indicado un coste más elevado al consumidor de los productos que compra para que se garantice que no afectan al medio. Y defienden, por último que ellos contemplan a los residuos como recursos y que todas sus soluciones están copiadas de lo que la naturaleza hace.
En cualquier caso, ambas economías pretenden señalar como prioritario un mismo objetivo para superar la crisis. Mantener y restaurar el medio y mejorar la coexistencia social, debe estar por encima del puro beneficio económico.
Hoy queremos centrarnos en ejemplos concretos de la verde. Por eso, reflexionamos sobre la publicación “The green economy and the water-energy-food nexus” en la que Robert Brears, prestigioso adalid de la economía circular aplicada al ciclo del agua, creador del concepto de huella hídrica y estudioso de las ciudades azules y verdes, echa su cuarto a espadas por la economía verde.
Para él, esta economía ”permite el crecimiento económico y la inversión al tiempo que aumenta la calidad ambiental y la inclusión social” Y señala además que reduce las presiones de la conexión inseparable del agua, la energía y la alimentación.
Sabemos que la economía tradicional, la llamada negra, se basa en el uso de capitales varios, entre los que destacan el humano, el que aporta la tecnología y los recursos que nos dona la naturaleza. La producción de bienes y servicios de esta era “capitalista” ha supuesto un avance en el bienestar y la calidad de vida de los seres humanos, innegable. Aunque no haya llegado, ni mucho menos a todos ellos. Pero ha provocado también una enorme degradación ambiental. Este deterioro incentiva las protestas de personas sensibles y la consiguiente integración de sus proclamas en los programas políticos de los partidos.
Por otra parte, las prognosis de crecimiento poblacional en países emergentes y de decrecimiento en países “avanzados”, agrava el problema. Y mucho más, si le añadimos la también creciente tendencia a la desigualdad entre seres humanos y los fantasmas del cambio climático y de la escasez de recursos
En su solución se basan los adalides de la economía verde para publicitar sus beneficios. Porque ellos también pretenden implementar medidas que mejoren lo que ahora se deteriora por momentos. Medio, igualdad y calidad de vida
Para ello, desarrollan soluciones basadas en la naturaleza. Bajas en carbono, eficientes con los recursos y socialmente inclusivas. Su manera de garantizar un incremento en la calidad de vida, que se consigue teniendo trabajo y ganando sueldos aceptables, es fomentar la inversión pública y privada que reduzca emisiones y residuos, sea eficiente con los recursos y no afecte al medio ambiente.
En resumen, los verdes persiguen fomentar el crecimiento económico y el desarrollo. Como todos, Pero garantizando que la naturaleza pueda seguir abasteciendo de recursos al ser humano sin llegar al agotamiento ¿Cómo quieren conseguirlo? Con mayor eficacia en el uso de los recursos naturales necesarios para el progreso de la economía.
Además, aplicando una correcta valoración de los ecosistemas y unas políticas económicas intergeneracionales. Fomentando también el uso de energías renovables y protegiendo bienes imprescindibles de conservar de cara a episodios climáticos extremos. Para acabar, al final de la cadena de producción, con la reutilización de los residuos.
En cuanto al agua, proponen, en la misma línea, una mejora de la eficiencia en el uso del recurso. Una mayor garantía de resiliencia de los ecosistemas y una mayor equidad social, repartiendo mejor los costes de la gestión en el seno de la sociedad
Y en este sentido, se focalizan en el llamado “enfoque nexus”. Es de sobra conocido que esta nueva manera de relacionar agua, energía y alimentos se basa en la estrecha relación que entre los tres existe.
Porque cuidando el suelo y llevando a él el agua necesaria, usando la energía adecuada, obtendremos la mejor producción de alimentos posible. Y así, aumentará el bienestar humano y la calidad de vida,
No es fácil armonizarlo. Porque cada uno de los elementos del enfoque trae consigo su mochila de problemas. Y para resolverlos, se necesita la participación activa y solidaria de varios actores del ámbito público. Y también del privado. El reto reside en identificar las relaciones que se generan al interactuar. Tanto desde el punto de vista de la dependencia entre un recurso y otro, como de los impactos que se generan entre cada sector. Y es aquí donde el enfoque nexus se brinda a abrir un diálogo regional y nacional. Para generar políticas públicas para la gestión de las interconexiones entre agua, energía y alimentación..
Además, es constante el aumento de la demanda mundial de agua, alimentos y energía. Por eso, , reforzar el nexo de unión entre ellos se convierte en el objetivo de cualquier buen gestor. Ahí entra la economía verde como herramienta eficaz. Para mantener esa estrecha relación tripartita en su punto óptimo.
Y Brears pone tres ejemplos emblemáticos que reproducimos con ilusión de futuro del agua. El primero es chileno. Ya conocemos aquí, por haberlo divulgado en estas páginas, la problemática incesante de la sequía chilena. Y su incidencia terrible en la producción de alimentos.
Por esta razón, desde hace ya 12 años, la creciente simbiosis entre los responsables de la energía y de la agricultura, decidieron apostar por el bombeo fotovoltaico para riego
Los protagonistas fueron la División de Energías Renovables del Ministerio de Energía, el Instituto de Desarrollo Agropecuario (INDAP), y la Comisión Nacional de Riego (CNR).
En Chile, la mayoría de los sistemas de bombeo fotovoltaico actúan en el ámbito del minifundio. Y en él se agudiza el problema de costes energéticos.También el de disponibilidad del uso del agua. El que amenaza constantemente la estabilidad económica del agricultor. La solución pasa por que ambos problemas se conviertan en uno solo. Y que fondos públicos incentiven y ayuden a hacer posible un riego eficiente desde ambas vertientes.
Porque solo así se puede mejorar la rentabilidad de la producción, salvando el obstáculo del enorme peso del coste energético en el total del coste de producción .
Como ya indicamos hace unos posts, se impone la colaboración intersectorial, para conseguir trabajar desde una plataforma de gestión que prime lo sostenible en cuanto a las afecciones a los acuíferos y a los ríos. Y que rebaje los costes energéticos al adoptarse métodos más eficientes. Si se seguía como en el pasado, es decir, actuando cada ámbito a su aire, el resultado no podría mejorar nunca. Había que hacer algo diferente. Para que el resultado no fuera siempre el mismo.
Por lo tanto, no se trataba solo de conseguir que toda la energía para regar fuera fotovoltaica. Porque, animados por el menor coste energético, se podría agotar el acuífero al aumentar la extracción. Por eso, cuando llegó la sequía para instalarse, la supervivencia del acuífero pasó a ser la protagonista. Y así continúa siendo.
El recurso hídrico presenta los mayores desafíos desde el punto de vista de su disponibilidad, como también acerca del conocimiento de la dinámica en los sistemas locales, por lo que su estudio y caracterización debe profundizarse, junto al fomento e instalación de sistemas de medición, como por ejemplo el monitoreo y seguimiento de niveles de agua en los pozos.
El aprendizaje está siendo muy provechoso. Ahora la pedagogía del riego se basa en una premisa fundamental. Las bases del éxito están en la capacitación, en aspectos de diseño, instalación, operación y mantenimiento de los sistemas de riego solares y de las placas fotovoltaicas. De los instaladores y de los regantes, por supuesto.
También en la elaboración de estrategias de adaptación de la producción al clima imperante, como ha puesto de manifiesto la sequía tantas veces aludida. Cultívese lo más adecuado para lo que cae del cielo. Esto exige colaboración entre los gestores agrícolas y los hidráulicos. Primera enseñanza: Colaboración entre administraciones. Y luego, ya se aplicará la economía verde, la azul o arcoiris.
El segundo ejemplo es británico y tiene que ver con la empresa Anglian Water. Opera desde 1979 en el este de Inglaterra. Gestiona 6 embalses y abastece, sanea y reutiliza las aguas usadas por más de 6 millones de clientes. Recientemente, ha inaugurado una enorme planta solar en su centro de reutilización del agua en Jaywick, Essex. Ni más ni menos que 3.312 paneles solares, que permitirán nutrir de la tercera parte de energía a la planta y reducir emisiones de carbono en 300 toneladas anuales, generando agua limpia para cientos de familias. Es el primer paso en el objetivo de la empresa para dentro de un lustro. Generar casi la mitad de la corriente eléctrica necesaria para su funcionamiento con energías renovables
Aplicando las recetas de la economía verde en su planificación, pretenden conseguir el objetivo de cero emisiones de carbón en 2050 fijado por la administración británica, 20 años antes.
Acabamos por hoy con el ejemplo de Melbourne. Allí la operadora Yarra Valley Water inauguró hace tres años una planta de reutilización. Transforma los productos alimenticios caducados para convertirlos en energía. Reciben 33.000 toneladas de alimentos caducados o en mal estado de los supermercados y agricultores. Y los transforman en energía para alimentar con ella su planta depuradora. Cuando hay excedente de electricidad, se exporta a la red eléctrica.
Verde o azul, la nueva economía nos anima a vaticinar buenos tiempos para la gestión del agua en el futuro. Que no todo van a ser malas noticias en este año del coronavirus. Fortalezcamos entre todos el nexo de unión entre agua, energía y alimentos. Es el camino más corto para llegar a un futuro venturoso, Verde, azul o arcoíris.
Lorenzo Correa
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¿Hay algo más necesario que el agua?
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¿Y nosotros “seres inteligentes” destruímos todo en mucho menos tiempo.
Querido amigo, verde es el color de la esperanza. Afortunadamente, comienzan a salir brotes verdes de la tierra árida. Los ejemplos de hoy lo confirman
No debería de existir «economía» para el agua: es un bien de primera necesidad y no debe ser objeto de mercado. El agua el hombre debe captarla, almacenarla, tratarla, distribuir, recoger y depurar, al igual que lo hace la naturaleza donde cierra a la perfección y lo hace continuamente, sin la intervención del hombre ciclos íntegros al agua.
Muchas gracias por tan oportuna e interesante reflexión, que daría para escribir uun nuevo artículo. Permítanos aclarar que usamos «economía» en la primera acepción del diccionario de la RAE: «Administración eficaz y razonable de los bienes». Si convenimos que el agua es un bien indispensable para todos los seres vivos, como bien indica usted, de «primera necesidad», es evidente que habrá que administrarlo eficaz y razonablemente. Para ello, en lo que al agua se refiere, el ser humano se ayuda de un segundo ciclo, que es el de los servicios del agua. Y en este entran de lleno todas las acepciones de la economía. Por supuesto es ahí donde centramos nuestra argumentación. Como bien indica, «captarla, almacenarla, tratarla, distribuir, recoger y depurar». Y lo hace mediante el ciclo de los servicios del agua. Pero si quiere ser solidario y que el agua llegue al mayor número posible de seres humanos, debe transportarla a donde no hay. Debe defendernos de las avenidas. Debe limpiarla, porque los seres humanos simepre la ensuciamos cuando la usamos. Debe guardarla en un embalse (que hay que construir previamente), o extraerla de las profundidades de la tierra o del mar, aportando energía para ello . Y eso tiene un coste. El coste de los servicios del agua. Dudamos que la naturaleza lo haga todo tan bien. Es mater amantísima, pero también severa madrastra con los seres vivos. Cuando la sequía es extrema, el ser vivo muere si no se le suministra agua de donde ha llovido o de donde se ha guardado cuando llovió. El débil lo tiene peor que el fuerte cuando hay escasez. La economía del agua, verde o azul o negra persigue la solidadridad en el uso y en el acceso y defensa. Pero unas tienen un coste ambiental y económico mayor que otras. De eso tratamos en el artículo, de que el agua sea accesible para todos al menor coste ambiental y económico posible. Porque sin ciclo de servicios, no lo será. Y costar dinero, siempre costará, porque sin energía, el agua no llega a todas partes donde se necesita. Y así ocurre con el ciclo natural, que no nos garantiza que llegue a todos lo mejor posible
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