Por segunda vez nos visita la Premio Nobel chilena Gabriela Mistral. Si la primera vez nos mostró su visión poética del agua, hoy hace lo mismo con la lluvia. Con esa lluvia lenta que vio caer desde su infancia en su Vicuña natal.
En el valle del río Elqui, tan emblemático en Chile. Agrícola y turístico, además sus aires,sus bosques y sus aguas, tienen propiedades curativas.
Esas lluvias sacian la sed de la tierra y nos regalan uvas de dos variedades, Syrah y Carmenère, que producen exquisitos caldos. Para los agricultores de la zona, la lluvia lenta que cae sobre el valle del Elqui, es el anticipo de una cosecha ubérrima. La felicidad completa. Pero lleva mucho tiempo sin llover lento en Chile. Y la sequía es hoy la tristeza tanto del valle, como de todo Chile.
Sorprende comprobar en este poema como la lenta lluvia, adorna al agua con grises adjetivos. Medrosa, inerte, triste, vencida y letal en el alama de la autora. Pero conociendo la vida de la autora, tiene su explicación. Comparte con el lector su pena por no haber podido tener hijos. También por la huida de su padre en un día gris de lenta lluvia sobre el valle norteño. Día de mal augurio. .
Sin embargo, hoy en día, una precipitación generosa, lenta o torrencial sería objeto de calificaciones alegres y agradecidas. Pero mientras, la sequía es tristeza. Y el valle está triste. En el corazón de la poeta, también hay tristeza. Por eso, llueve sobre su ánimo la ansiedad que nace de la contrariedad interna. Porque hace una cosa, pero querría hacer otra. Y así en su interior construye en un refugio contra la lluvia lenta que todo lo empapa de sufrimiento. Agua letal, hermana de la muerte.
Si hoy vivera, sufriría, observando cómo la ausencia de agua provoca el sufrimiento de todos los que la necesitan para subsistir. Y de esos bosques curativos del valle, tan reputados en Chile, que hoy están tristes, aunque esperen esperanzados esa lluvia lenta, que ojalá acompañe al invierno. Paradojas del agua, que permiten al poeta conectarnos con su vida, que en el fondo, es la nuestra.
Lorenzo Correa
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