Breve, como la lluvia de primavera, fue la existencia del poeta chileno que hoy nos visita. Romeo Murga, solo estuvo 21 años en el mundo. La tuberculosis, ese mal tan poético como terrible, se lo llevó cuando todavía era casi un niño.

Pero antes, tuvo la oportunidad de hacerse poeta, de intimar con Pablo Neruda y de escribir versos que tuvieron que esperar muchos años hasta que su hermana decidiera publicarlos en 1946.

Gracias esta decisión, podemos disfrutar hoy de “La lluvia y tú”  En él, la lluvia efímera de primavera, como la vida del poeta, como el amor, como la vida, viene y se va. Luz, sombra, noche  y de nuevo luz en un ciclo eterno.

Tristeza y amargura que esperan ansiosas a que la lluvia de primavera lave su oscuro perfil. Y las convierta en alegría, que brilla al sol que alumbra a los enamorados.

Pero a veces, la lluvia cesa y nada brilla, porque no ha traído a quien esperábamos. Entonces la noche impera sobre nuestra alma y el agua de la lluvia no consigue limpiar lo que no brilla.

Poemas que salen directos del corazón de un adolescente, los de Murga. Perteneció a una generación de poetas poco intelectuales, pero muy sentimentales. Románticos y tradicionales. La antítesis de los modernistas que tanto nos visitan, cuya lluvia de primavera riega otros campos más feraces.

Como la lluvia primaveral, la poesía cayó sobre Romeo intensamente, pero la duración del episodio fue muy poca. Aun así los relámpagos de la tormenta iluminaron sus poemas. Y cuando la lluvia cesó, él se fue con ella, harto de esperar el riego del amor. Para Neruda, Murga fue “el niño entristecido que no habla… solitario y dormido/ atravesando en silencio las piezas anochecidas».

Disfrutemos de este poema triste, mojados por la efímera lluvia de primavera, “para endulzar tanta amargura”

 

Lorenzo Correa

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