La higiene menstrual también depende del agua


El pasado jueves 28 de mayo, inmersos como estamos en plena crisis de la pandemia, se celebró por sexto año consecutivo, el Día Mundial de la Higiene Menstrual. Conviene resaltar esta celebración, precisamente porque estamos noqueados por el miedo, la desconfianza y la incertidumbre. Porque el virus nos ha sacado de la zona de confort.

Todo lo que tiene que ver con la higiene, depende de la gestión del agua. Como ya hemos escrito aquí, la propagación o mitigación de la expansión del virus, también.

Una adecuada gestión del agua para que pueda llegar a  nuestros hogares en cantidad y calidad suficiente, es la clave. Nos va la vida en ello.

Y en esa adecuada gestión también debe incluirse la garantía universal de una correcta higiene menstrual. Porque es uno de los servicios básicos incluidos en los proyectos WASH (agua, saneamiento e higiene).

La pandemia se desplaza hacia Iberoamérica. Brasil ya es el tercer país más afectado.  Y  alcanza su máximo diario con más de 26.000 positivos, mientras EEUU vuelve a sumar más de 20.000 casos a finales de mayo de 2020 . De África, nada se sabe con certeza

En Europa, las cosas parece que mejoran, pero cada día aumenta la desconfianza en el origen de todo y  en los datos estadísticos que los gobiernos suministran día tras día. Los bulos y las creencias en poderes ocultos que manejan los hilos en función de sus intereses, se expanden por todas partes, como otro virus más letal aún que el primero.

En este contexto, se ha celebrado este día de la higiene menstrual. Las dificultades que el género femenino afronta para tener acceso  y garantía de salud e higiene, se incrementan. Porque estamos inmersos en una crisis sanitaria mundial. Pero la menstruación sigue llegando cada mes, con o sin crisis

Por lo que sabemos hoy, el COVID-19 no se propaga a través de las heces o la sangre. Tampoco entonces mediante la sangre menstrual. Afortunadamente, no hay evidencias por ahora de impactos directos del COVID-19 en el ciclo menstrual . Sí que se intuye que el estrés, la ansiedad y la desnutrición inciden negativamente sobre la salud reproductiva. Pero, no hay duda de que la pandemia será un obstáculo añadido para impedir una óptima gestión de la salud y de la higiene de las mujeres. Otro más en su larga lista.

Agua, necesitamos todos los seres vivos. Pero la oferta hídrica no es la misma para una mujer estadounidense o sueca, que para una senegalesa, ecuatoriana o gambiana. La capacidad de  respuesta para garantizar una buena protección social, con sistema de salud adecuados, es mínima o inexistente donde la pobreza reina.

¿Se han preguntado alguna vez cuantas personas en el mundo tienen el ciclo menstrual?  La cifra es impactante:1.800 millones de niñas y mujeres adolescentes y adultas. ¿Cuántas pueden gestionarlo con la imprescindible dignidad e higiene? Una pequeña parte.

El resto, siguen afectadas por la carencia de agua, por  desigualdad de género y  por normas sociales discriminatorias. Sin olvidar los  tabúes culturales y  la pobreza. Por eso, sin servicios hídricos  básicos es imposible satisfacer las necesidades de salud e higiene menstrual.

Imaginen cuando, además, la guerra  o la pandemia, las afectan de lleno. El trauma es para toda la vida . Y la afección es enorme: movilidad restringida, falta de  libertad. Abandono de la educación por inasistencia al colegio, estrés y ansiedad.

Ante esta situación, en un año tan duro para celebrar nada, UNICEF pretende mitigar el impacto de la carencia  de materiales menstruales e instalaciones WASH. Lo lógico, en una situación diferente de la actual hubiera sido repartir material menstrual entre las que lo necesitaran, acercándose a los campamentos de refugiados y a las viviendas donde hubiera menester. Pero ahora no es posible. Por eso hay que hacerlo guardando la distancia social. Para eso están las redes sociales y los medios de comunicación. Ambos abren el camino informando y enseñando a quienes no saben. Por su parte, las ONG identifican a las personas más marginadas y difíciles de alcanzar. Y se las ingenian para establecer contacto seguro con ellas. El colectivo más débil es el de las discapacitadas y a ellas debe atenderse con prioridad.

Después vienen las personas que residen en entornos rurales apartados, las que tienen dificultades auditivas y visuales y las pocos alfabetizadas.

Pero hay otro colectivo importante que debe ser también tenido en cuenta. El de las trabajadoras sanitarias de primera línea. Porque ¿saben cuántas mujeres trabajan en este ámbito en el mundo? Ni más ni menos que el 70% de la fuerza laboral de la salud, son mujeres. Enfermeras, parteras y médicos

En el núcleo nativo del COVID-19, la provincia china de Hubei, la mitad de los médicos y el 90% de las enfermeras son mujeres. Y en EEUU, el 80% de los trabajadores de salud, también lo son. Hay que pensar en ellas  y entender que deben afrontar retos adicionales para controlar su menstruación. Porque afectan su salud y dignidad y la capacidad del sistema para contar al 100% con sus trabajadores.

Sin duda, la peor parte se la llevan las niñas y mujeres que no pueden disponer de agua en sus domicilios o en sus barrios y las que carecen de información sobre los aspectos higiénicos inherentes a la menstruación

Por esta razón, cuando se acometen trabajos para implementar este tipo de servicios, hay que contar también con las necesidades específicas exigidas por ellas  para garantizar el acceso. servicios universales de saneamiento y abastecimiento. Y es que la higiene menstrual está directamente relacionada con varios apartados  del ODS 6

El 1, que pretende (o pretendía, antes de lo que se nos ha venido encima), garantizar el acceso universal y equitativo al agua potable a un costo asequible para el año 2030. Y también el ODS 6.2, que propone garantizar el acceso de todos, en condiciones equitativas, a servicios de saneamiento e higiene adecuados y poner fin a la defecación al aire libre, prestando especial atención a las necesidades de las mujeres y niñas y personas en situaciones de vulnerabilidad.

La naturaleza» universal y equitativa » del acceso a los servicios de agua potable, saneamiento e higiene refleja la necesidad de tener en cuenta las necesidades específicas de las mujeres y las niñas, en todos los momentos de la vida.  Este aspecto también se destaca para los servicios de saneamiento.

Por su parte el ODS 4, relativo a la educación, recoge también estos aspectos, cuando proclama que también tiene como objetivo mejorar la infraestructura en las escuelas, incluidas las instalaciones de agua potable y saneamiento.

Y el ODS 6, indica que estas infraestructuras deben promover el acceso universal, es decir, también teniendo en cuenta las necesidades de las niñas y las mujeres. Pero en algunas comunidades, con creencias muy arraigadas, este fenómeno tan natural, pura biología, como es la menstruación, sigue siendo un tema tabú. Pero afecta directamente a una gran parte de la población. Sin embargo, los proyectos de nuevas infraestructuras de abastecimiento y saneamiento, lo soslayan. Y por ello, lo ignoran, con fatales consecuencias para el futuro de esas mujeres y niñas.

Porque, como es lógico, la carencia de acceso, tanto a una infraestructura adecuada como a los adminículos necesarios para garantizar la higiene menstrual, repercute negativamente sobre la salud.  Sin higiene personal,  proliferan las bacterias. Y sin adminículos adecuados y suficientes para cambiarlos con frecuencia, peor todavía. Hay que usar compresas homologadas, en cantidad suficiente. Y hay que disponer de agua limpia. O  la salud de la usuaria  se resentirá,

Además, los desechos deben ser eliminados higiénicamente. No solo para preservar la salud de las usuarias, sino de todos los que las rodean y conviven con ellas. Añadamos que muchas mujeres en esos días padecen dolor menstrual y fatiga. Con ello, disponemos de más dificultades a su vida cotidiana. También sufren de de ansiedad. Que se produce cuando se enfrentan a las creencias limitantes que en su comunidad imperen respecto a este hecho biológico y natural.

No tener acceso al agua adecuada, es un hándicap para las mujeres que viven en estos ámbitos de pobreza. Y de carestía de redes de saneamiento y abastecimiento. Si enferman, ven reducida su movilidad. También su capacidad para integrarse en la vida económica, social. Y de normalizar su presencia en el entorno en el que residen.

Porque si no pueden alcanzar una práctica rutinaria de higiene menstrual, están atadas a su hogar, que no pueden abandonar para trabajar o moverse con libertad. Si lo hacen, se exponen a riesgos insospechados para mujeres que viven su menstruación con normalidad, sin ninguna señal visible de su presencia. Riesgo de mancharse y parecer impuras. Necesidad de aislarse para no enseñar algo que las creencias locales estigmatizan. Restricción de movimientos, debido al dolor abdominal. Aspectos olvidados o desconocidos en el mundo de los ricos en agua y comodidades.

Por último, la carencia de acceso al agua, afecta también al proceso educativo de la infancia femenina. Porque también las niñas ven limitados sus movimientos en esa época para asistir a la escuela. Y se quedan en casa.

Este absentismo también puede reforzarse si el personal docente y los estudiantes tienen poca o ninguna información sobre la salud menstrual, y si la escuela se convierte en un lugar desagradable para las niñas durante la menstruación.  Estas ausencias repetidas de las jóvenes pueden afectar su rendimiento académico, lo que a veces conduce al abandono escolar.

Para poner de manifiesto esta realidad en muchas mujeres , se celebra este día mundial. Sirve, entre otras cosas, para llevar a cabo un diagnóstico preliminar de reconocimiento de hábitos y creencias de las comunidades. Y para evaluar las soluciones a nivel local, en función de sus posibilidades.

Mediante un trabajo local continuo y entusiasta con niñas, mujeres y autoridades comunales, académicas y sanitarias, es posible generar confianza y dar garantías de satisfacción de necesidades imperiosas.

Todo ello, se incluye ya, afortunadamente, en los proyectos de acceso WASH en lugares públicos (escuelas, hospitales, ambulatorios) y deben considerarse como un todo. Algunos elementos también pueden integrarse en el hogar. Así, sin una inversión exagerada, se pueden aportar soluciones paliativas al los problemas actuales.

Ellas son parte del futuro del agua. Porque la primera de todas ellas es garantizar el acceso al agua limpia y al jabón para lavar y lavar los productos. Implementando puntos de agua en todos los inodoros y duchas. Una vez que ya se dispone de lo fundamental, viene lo accesorio, aunque también de suma importancia para complementar la presencia de agua.

Son los mecanismo de seguridad, como cerraduras en las cabinas, o los tabiques que aseguran la privacidad. Y la ya olvidada en otros mundos “señora de los lavabos” que reparte equitativamente el material y evita agresiones externas e invasiones indeseadas de la intimidad.

Sin olvidar que las cabinas deben disponer de suficiente luz, artificial o natural. También de  dispositivos de recogida de residuos. Y de tendederos para secar discretamente los paños higiénicos. De nuievo es necesario el jabón y también el detergente

Y planeando sobre todo, hay que aportar a las mujeres que no han dispuesto de ella hasta ahora, una educación básica. Deben saberlo todo  sobre salud menstrual. Estar concienciadas, según las categorías de actores. Niñas, niños, mujeres, personal docente y  trabajadores de salud. Para que  se sientan cómodas y apoyadas por los líderes de la comunidad.  Y promover la higiene menstrual. Dándoles información, educación, comunicación y prácticas demostrativas. Colaborando estrechamente con los centros de salud y las escuelas para promover la salud y la higiene

El jabón y el agua, en tiempos de coronavirus es imprescindible. Pero siempre  es absolutamente necesario para garantizar la salud y la higiene. También la menstrual

Lorenzo Correa

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