Post COVID-19, el momento de esponjar edificios y ciudades


 

Un amable y constante seguidor de futurodelagua.com, nos envió un comentario al artículo que la semana pasada escribimos sobre las favelas y el COVID-19. Indicaba que en él se  “explica cómo darnos cuenta de lo que vemos delante y no somos ni siquiera capaces de imaginarnos. El papel del Urbanismo en el COVID-19 se ve empoderado más que olvidado”

Tan certero comentario, que pone el dedo en la llaga, nos impulsa y anima a escribir sobre la gestión del agua  y el urbanismo que viene. El empoderamiento evidente que las disciplinas urbanísticas deben ejercer en la deconstrucción del drenaje urbano de las ciudades actuales para convertirlas en ciudades del futuro más seguras, más higiénicas, más eficientes  y mejor vivibles.

En una palabra, en “esponjarlas”. La meta, el objetivo final, es que ni una gota de agua que  caiga del cielo llegue a una red de drenaje. Hacer todo lo posible para que se quede retenida donde cae. O se infiltre bajo el suelo de la ciudad a la menor profundidad posible. Arquitectos, ambientalistas, hidrogeólogos, biólogos, geógrafos e ingenieros tienen un reto creativo que asumir en el próximo futuro.

Porque el COVID-19 nos está enseñando que ya no se puede seguir viviendo en las ciudades como hasta ahora han vivido la inmensa mayoría de sus habitantes. Y que la avalancha de nuevos residentes que se espera en las próximas décadas, debe tener acceso a urbes “diferentes”.

El diario «El País» informó recientemente de la presentación en Barcelona de un  «Manifiesto por la reorganización de la ciudad tras la covid-19″. Extractamos uno de sus párrafos (el subrayado es nuestro):

(Re)naturalización de la ciudad

Los firmantes piden incrementar de manera importante la superficie destinada al verde urbano; plantar árboles que creen zonas de sombra que regulen el microclima; reducir drásticamente el asfalto sustituyéndolo por materiales porosos que permitan la filtración del agua en el terreno; promover la creación de más espacios verdes y huertos urbanos; reducir la contaminación lumínica; impulsar la biodiversidad y prever fuentes de agua potable de calidad en toda la ciudad.

Y el Wall Street Journal nos cuenta que:

Más espacio, cambios drásticos..Los arquitectos ya dan vueltas al edificio de oficinas perfecto para el mundo post covid. Para los rascacielos urbanos y los arquitectos de primera línea que los diseñan, la pandemia «va a distorsionar las percepciones del valor del espacio», y tal vez sea positivo

Son dos ejemplos del clamor social y profesional para que algo cambie cuando pase todo esto. En este caso, en la ciudad. Hay que esponjarla.  Esponjar nos lleva a guardar agua en un ambiente impermeabilizado y denso. Pero sin que “ocupe”. La cosa se complica aún más, porque los urbanistas tienen más frentes abiertos en este sentido. Por ejemplo, también hay que esponjar las calles de viandantes y vehículos. En este reto de resiliencia urbana post COVID-19, que concretamos en la palabra “esponjar”, se acoge, además del drenaje urbano, una imperiosa necesidad.

La de disponer de espacio libre suficiente para la circulación y el paseo simultáneo de un porcentaje significativo de la población. Consecuencias urbanas del COVID-19, que ha venido con una esponja bajo el brazo. Y el reto se define temporalmente cuando todos los países deben asumir, además, los importantes desafíos a largo plazo del estrés hídrico, el riesgo y las inundaciones. Aunque ellos han estado siempre presentes, ahora han llegado refuerzos.

Llegó el momento del trabajo duro y de la creatividad. A ella están convocados arquitectos,  paisajistas y constructores. Les toca hacer compatible el uso métodos tradicionales con el de las  innovaciones de productos relacionados con la captura y almacenamiento urbano de aguas pluviales. Lo exige el futuro, porque solo así se podrán satisfacer las demandas espaciales de las urbes  y a la vez reducir el riesgo y las secuelas de las inundaciones urbanas.

Antes del COVID-19, los chinos ya eran pioneros en las deconstrucción de sus mega ciudades, para convertirlas en ciudades esponja. Todos los aficionados a estos temas conocen las alternativas, cada día menos novedosas, a las infraestructuras grises:

Cubiertas verdes, captura de aguas pluviales de alto rendimiento, aceras y zanjas drenantes, riego pasivo y un amplio etcétera.

Lo más “cool” ahora para los urbanistas es adherirse a la moda y cumplir los requisitos cada vez más exigentes, de dichas infraestructuras. Las nuevas tecnologías se aplican a deconstruir lo impermeable urbano y esponjarlo.  Sin embargo, lo nuevo siempre debe vencer dos obstáculos difíciles de superar. Generar confianza en el cliente, que siempre tiende a gastar su dinero en algo que ya conoce y abaratar los costes de lo nuevo, que siempre suele ser, al principio, caro. Le toca al creativo innovador generar en el cliente la confianza en un valor creado y asegurarle un aceptable retorno de la inversión.

Veamos ahora qué novedades interesantes nos ofrece el mercado para esponjar las urbes en la innovación esponjadora en tiempos del COVID-19. Porque, combinada con tecnologías sostenibles, puede lograr que las ciudades padezcan menos afecciones cuando la lluvia llega, convirtiendo el agua en una bendición. Y evitando su castigo implacable.

Se trata de dar a partir de ahora un enfoque defensivo para mitigar los riesgos de inundación. Y a la vez un enfoque proactivo que proyecte nuevas tecnologías que serán claves en la adaptación de las ciudades a la realidad futura y en muchos casos ya presente. En el fondo se trata de construir confianza para atraer la inversión. Ni más, ni menos

Un argumento de peso sería que se consiguiera mitigar el efecto “isla de calor urbana”. No hay mejor refrigerante que el agua. Ni más barato que cuando ésta cae del cielo. Lo ideal sería recoger la mayor parte posible de la precipitación y transportarla allá donde el calor es insoportable. Conseguir que se evapore para rebajar la temperatura ambiente. Si el asfalto y el hormigón están menos calientes, las aguas que discurren sobre ellos, llegan al medio más frías. Además, se logra secuestrar el carbono y se recargan los acuíferos. Así será posible utilizar riego pasivo.

¿Cómo hacerlo? Ese es el reto para todos los profesionales que culminan en el urbanista. Atrapando el agua de la lluvia, tratándola, almacenándola  y reutilizándola. Todo ello, lo más cerca posible de donde cae. Y en las cubiertas de los edificios.

Ellas serán el banco donde el capital agua estará bien guardado. Mientras que la sede de esos bancos de agua serán todas aquellas superficies impermeables que se hayan permeabilizado. Desde allí, se envían a los parques y jardines. Sus árboles y plantas los recibirán con los brazos abiertos. Sus suelos permeables, arenosos, gravosos o verdes, las invitarán a penetrar hacia el subsuelo.

Así, obtendremos aguas de gran valor, siempre que consigamos almacenarlas cerca de la superficie de la zona verde. Y todo el volumen guardado bajo tierra, no entrará en las redes de drenaje de aguas pluviales. Evitando además el tratamiento y sus elevados costes.

Nos ahorraremos también el espacio destinado a balsa de laminación, decantadores i o estaciones de tratamiento. Los terrenos recuperados o no expropiados, pueden utilizarse para actuaciones menos duras, más estéticas y beneficiosas para la salud pública.

Por último, los propietarios de los edificios a permeabilizar, verán reducidos sus gastos de mantenimiento y operación. Las cubiertas verdes se mantienen casi solas, son más higiénicas y saludables para sus inquilinos y gastan menos agua de la red, produciendo vertidos de menor volumen. Y las administraciones municipales ahorran enormes cantidades de sus presupuestos al tener que abrir y cerrar muchas menos zanjas para colocar canalizaciones constantemente.

Para conseguir esto, hace falta tecnología que mejore la ya existente. Una de ellas, que nos parecen dignas de mencionar, es  Permavoid. Se trata de un sistema de gestión de aguas pluviales multifuncional cuyo objetivo es que su drenaje permita utilizarlas como un recurso y no como un vertido.

Sistemas de drenaje urbano PERMAVOID

El plástico es el protagonista, porque actúa como elemento drenante y estructural de cada pieza, evitando la colocación de una subbase. Por eso consigue ser muy resistente a la compresión y  al flexión. En los intersticios de la estructura se almacena el producto drenado, generando un “colchón de agua” que ayuda a disipar el efecto yunque provocado por las cargas de tráfico en el pavimento o en suelos naturales subterráneos de poca capacidad portante. También ofrecen un completo sistema de drenaje recolector de aguas destinado al riego pasivo.

Fabricado por Advanced Building Technologies. Permavoid está patentado como una subbase que permite la instalación directamente bajo las áreas impermeables. Recolecta, almacena y transporta el agua.

Imaginen el único lugar sobre el que la lluvia no cae directamente., pero que concentra un elevadísimo número de siniestros por inundación. El aparcamiento subterráneo. Allí nuestro sistema eliminaría el agua encharcada, las infiltraría en el subsuelo  y las dejaría reposar hasta que se fueran usando en riego pasivo. Si tienen un pavimento permeable, Permavoid puede ir debajo y actuar con eficiencia. Esponja conseguida

Se acabaron los transportes de sedimentos contaminados que llegan sin remisión a la depuradora, al  cauce o al mar. La estructura de plástico controla el transporte de sedimentos. Se acabaron los costes de mantenimiento. Podemos dirigir los caudales superficiales a sistemas de tratamiento poco profundos, como ABT-FirstFlush, Bioswales, Raingardens, etc. Y además, iniciar el filtrado de hidrocarburos o metales pesados, evitando su ingreso en el acuífero

Disponemos así de una solución que puede drenar el triple que las gravas tradicionales, a través de superficies permeables o subbases permeables innovadoras. Ese aumento de la infiltración “in situ” en la ciudad es un factor liberador de confianza para adoptar esta solución.

Del suelo, al cielo. Las cubiertas vegetales, azules o verdes, reclaman ya un protagonismo estelar. Las verdes convencionales disponen de una sola capa de drenaje para garantizar  tanto el drenaje lateral como la irrigación. Las azules, por su parte, permiten aumentar la capacidad de almacenamiento de agua. Y a la vez. controlar los caudales liberados. Combinando ambas, con una solución mixta,  obtenemos casi la perfección bajo el cielo. Porque a las ventajas de poder controlar el agua que entra y sale de la cubierta, se unen las derivadas de la capacidad e captación de las cubiertas verdes

Estamos acostumbrados a que las verdes dispongan una estrecha capa de tierra de cultivo. Así evitan  las sobrecargas en la cubierta. Pero cada vez se demandan plantas y arbustos más diversos. Y para ello se necesita disponer de un volumen de agua mayor. También de una superficie superior para albergar dicha diversidad. Pero con ello, la estructura sufre

Este problema queda resuelto con las cubiertas verdiazules de Permavoid. Porque son de ligera estructura y poseen un elevadísimo número de huecos. Para poder acoger el agua de la lluvia mediante cilindros absorbentes que aprovechan la capilaridad. Así, la cubierta vegetal ya dispone del agua necesaria sin tener que pedir auxilio a bombas salvadoras que consumen energía. Ni siquiera hacen falta aspersores. Y, por supuesto, ni una gota de agua potable tratada se empleará en este riego.

El futuro del drenaje urbano en las ciudades pasa por apostar con confianza en las soluciones de drenaje por encima del suelo o por debajo de él. Y por el enfoque integrado para gestionar el agua donde cae del cielo.

Combinar sin parar. Cubiertas verdiazules con sistemas de captación de aguas pluviales de alto rendimiento. Y  captación de agua de lluvia en zonas hasta ahora impermeables. Colocando la esponja en el tejado o bajo el piso del garaje subterráneo. Esponjándolo todo.

Así nos ahorraremos la continua impresión de huella de carbono cada vez que una cuadrilla abre una zanja y desentierra una canalización averiada u obsoleta para poner otra que más tarde o más temprano estará en las mismas circunstancias. Y los residuos correspondientes.

Además, el hecho de  reducir el uso de agua en el lugar en el que cae, evitando el riego de parques y jardines con agua potable, tiene dos impactos positivos. Reutilización del agua de la lluvia  y almacenamiento de la sobrante para cuando no llueva. Reduciendo la inversión del ciudadano en infraestructuras grises

Imaginemos para acabar una ciudad esponjada en una buena parte de su subsuelo.  Ese colchón, además de las ventajas que ya se han expuesto, apacigua hasta los efectos de un terremoto en la urbe. Ese es el efecto esponja de los acuíferos subterráneos. Cuanta más agua contengan, menos daño hará el sismo.  El agua absorbe energía  y reduce el efecto del choque entre estratos en caso de terremoto.

Futuro del agua en la ciudad en tiempos de COVID-19. Aprovechemos la oportunidad deconstruyendo para esponjar

Lorenzo Correa

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