Primavera lluviosa la del coronavirus en algunos países del hemisferio norte. Tanto llueve, que las tormentas nos permiten ver desbordados algunos cauces poco caudalosos. Es la atracción para los paseantes de ríos como nosotros, en estos días tan tempestuosos en todos los sentidos.

En tiempos borrascosos, el río se sale de sus bordes, se derrama. Ahora, muchos seres humanos también estamos desbordados por los acontecimientos, por la ansiedad, por la lluvia incontrolable de noticias contradictorias o poco fundadas. Y por el confinamiento.

Por eso entendemos mejor cómo se sienten los márgenes de los ríos cuando son desbordados. Cuando la naturaleza se desata sin avisar, provoca que el cauce que estamos acostumbrados a contemplar, rebase los límites fijados.

Entonces nos sentimos invadidos  en nuestras propiedades, porque los ríos desbordados no las respetan. O impedidos de movernos con soltura y comodidad, porque nos cortan el acceso a los puentes. Invasión y cortocircuito. Salida de la zona de confort.

Pero eso es la vida. Podemos consolarnos reflexionando sobre lo que hemos podido saber del  río cuando las aguas vuelven a su cauce. Nos ha dado un aviso difícil de olvidar, marcando su territorio. «Estos son mis poderes. He puesto las cartas sobre la mesa«.

También ha demostrado que es capaz de destruir, que es una forma de pedirnos respeto para el futuro. Y nos ha dejado, al otro lado de los márgenes desbordados, una muestra de su capacidad de erosión, así como de lo que transporta.

Esos lisos y brillantes cantos rodados, transforman el paisaje fluvial de la zona inundable. Parece otro, como nuestra vida nos parece ahora

Así estamos hoy casi todos, desbordados por el río de la vida. Se erosionará nuestro lecho de rutinas y creencias. Se removerán nuestros valores. Hasta que un día, que llegará sin duda, contemplemos el paisaje después del desbordamiento.

Entonces conoceremos cuán resilientes somos y, si hemos aprendido de los ríos desbordados, decidiremos qué es lo que tenemos que hacer para seguir vivendo. A prepararse, que ya queda menos

Lorenzo Correa

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