Nos preocupa a todos el avance de la pandemia. De lo que pasa en los países más desarrollados y en los poco habitados, tenemos mucha información diaria. Otra cosa es que confiemos en ella. Por eso, tendemos a mirar hacia países menos “cercanos” a nuestra forma de vida. Acuerdo total en la importancia del lavado de manos y el jabón. Nosotros escribimos lo que ocurre allí donde no hay agua, ni jabón. Hoy hablaremos de nuestro querido Brasil.
¿Qué está pasando allí entre losm que no pueden lavarse las manos?
Los datos más recientes, hablan ya de más de 15.000 muertes y 241.000 casos, con los que Brasil ha superado a España e Italia y es el cuarto país más afectado por el virus. Ya tiene casi la mitad de los casos de Iberoamérica. Lo peor, en el estado de São Paulo. Más de 12.500 víctimas hasta ahora.
De los 210 millones de habitantes que tiene Brasil, muchos, como sabemos, viven en favelas, sin agua potable
ni conexión a una red de saneamiento. La tormenta perfecta para la expansión de la epidemia.
Varias veces hemos puesto el dedo en la llaga sobre las favelas. Hemos descrito sus carencias de redes de abastecimiento y saneamiento y su inestabilidad frente a las intensas lluvias. La epidemia vuelve a obligarnos a dirigir nuestra atención a estos míseros barrios. Porque allí tiene todas las facilidades del mundo para expandirse infectando sin tasa. Y es que 14 millones de personas en Brasil, viven en favelas.
Río de Janeiro y Sao Paulo, son las ciudades pobladas, turística y emblemáticas de Brasil. Río, tiene más de 6 millones de habitantes. Un millón y medio viven en favelas. Esperando la visita del coronavirus por su hacinamiento y por sus escaseces cualitativas y cuantitativas de agua. En Sao Paulo, hay 41 favelas.
Mientras que “solo” había miseria y escasez, se iba tirando. Ahora el virus también está allí. Contamos aquí hace poco el primer aviso pre-epidemia. El que casi se carga el carnaval más famoso y concurrido del mundo. La que obligó a comprar agua mineral embotellada cuando la mayoría no podían hacerlo sin dejar de comer o de vestirse..
Entonces hubo problemas de raros sabores en el agua y de escasez. Pero aún la gente podía reunirse en la calle y manifestarse. Los problemas se hacían públicos para llamar la atención de los medios de comunicación y alertar a la opinión pública. Y los políticos acaban haciendo acuse de recibo de las protestas.
La situación se mantuvo tensa durante el mes de febrero y en marzo, estalló la crisis sanitaria con toda su virulencia. Entonces el mensaje del lavado de manos con jabón se escuchó en todo el mundo. Pero, ¿con qué agua y con qué jabón?, contestaron muchos faveleros.
Por eso se quejan amargamente, porque este año, el agua les está dando muchos quebraderos de cabeza. Durante los tres primeros meses su economía se resintió porque tuvieron que comprar agua para beber y asearse. Ahora, tiene que seguir comprándola para lavarse las manos.
Y es que en una favela, tener disponibilidad de agua para las manos es un auténtico lujo. Los datos son tercos y muy reveladores: 140 barrios de Río carecen de una red adecuada de abastecimiento y de saneamiento. Y ya sabemos que hoy, un grifo del que no mana agua enciende la alarma de infección del virus. Tanto para su propietario como para quienes luchan denodadamente para parar la epidemia.
De nuevo el agua dando y quitando vidas. La imposibilidad de mantener una higiene personal y del hogar adecuada, mata. Y depende de la garantía de suministro de agua.
Los últimos datos extraoficiales (ociales no hay), indican que en 31 favelas de Río, hay casos de coronavirus. Y en las favelas, el porcentaje de muertes es el doble que el de la ciudad en su conjunto.Hasta hoy, hay 362 casos confirmados y 114 muertos
Pero resolver este problema en esos barrios es prácticamente imposible. Porque la lucha contra el virus exige agilidad y sobre todo rapidez. Pero la mayoría de las favelas no tiene el más mínimo soporte legal para solicitar una intervención a ayuda de la administración, ni de la empresa operadora del suministro de agua doméstica. Porque en ellas todo es ilegal. Y la empresa no puede conectar a las redes a nadie que no pueda demostrar que es el dueño de su casa y paga sus impuestos. .
Pero el terreno sobre el que se levantan las favelas, no de ningún particular. Y esa laguna legal, impide que el problema se resuelva. La típica situación de cualquier asentamiento informal.
Por ahora, la empresa operadora del servicio lleva el agua hasta una lugar accesible del barrio y a ese punto de agua acuden los vecinos a abastecerse. La fuente pública de toda la vida. La vuelta al siglo pasado. Si la empresa no lleva al agua ni siquiera a este punto de reparto, la favela desbastecida, pincha en la conducción del barrio más cercano y deriva el agua desde ella.
La garantía de suministro constante es nula. En el caso de ir a buscar el agua a la fuente, el mantenimiento de la distancia social se hace muy difícil. Y por ello, el contagio, más sencillo. Esta es otra realidad de la pandemia, que no podemos dejar de integrar en el conjunto. La rutina diaria es de colas en la fuente o de varios días sin suministro por avería, vandalismo o falta de mantenimiento de la red. O ambas cosas a la vez. Aunque todos los casos, si no hay agua o distancia social, el virus se aprovecha para avanzar.
Los faveleros se organizan para evitar la catástrofe. En São Paulo piden que la empresa pública reguladora del suministro pueda contratar actuaciones de emergencia para que nadie se quede sin agua en estas circunstancias. Y si no es posible, inundar de camiones cisterna las favelas
Recientemente un juez lo ha sentenciado así, ordenando que la empresa pública abastezca de agua a todas las favelas. Hasta ahora, sol ose ha conseguido enviar 40 camiones cisterna. Porque vencer los impedimentos legales es mucho más complicado que realizar una pequeña obra de emergencia.
La otra vía de entrada del virus a donde no hay garantía cualitativa ni cuantitativa de agua, es la red o la “no red”, de saneamiento. Antes de la pandemia, en Brasil ingresaban en el hospital casi 250.000 personas al año con enfermedades relacionadas con la falta de calidad del agua. De lellas, 115.000 eran mulatos y 5.000 de raza negra. La amenaza ahora es real. Porque las enfermedades derivadas de la carencia de un saneamiento adecuado afectan al sistema inmunitario y abren la puerta al virus. Y también a la ansiedad y el estrés.
Además, el año pasado, la administración de Brasil decidió dar un corte drástico al presupuesto destinado al saneamiento. Un 21% menos para 2020. Así las cosas, la semilla de la desconfianza ante la administración responsable, ya está echada. Solo es cuestión de tiempo ver sus frutos, que no serán nada agradables de digerir. Porque el dilema entre gastar lo poco que tiene en comer o en beber agua “bendita” es cada vez más común entre los faveleros. Ahora, además hay que gastarlo en comprar gel hidroalcoólico y desinfectantes.
Solo cabe abrir una ventana al optimismo y esperar que una consecuencia positiva de la pandemia sea la reactivación de las obras públicas de abastecimiento y saneamiento. Y que, si se logra, no decaiga cuando el virus se vaya desactivando.
Mientras tanto, la realidad es que 35 millones de habitantes de Brasil no tienen acceso a una red segura de abastecimiento. Y 100 millones a una de saneamiento. Para acabar de aterramos, la mitad de los vertidos llegan al medio sin tratamiento adecuado
Y en las favelas, se van poniendo parches con mejor voluntad que acierto. Así, unos días las bombas reparadas funcionan, sale agua por los grifos y es posible el lavamanos. Otros, vuelven a estropearse y no hay agua ni lavado de manso. Pero el virus está al acecho cada segundo del día.
Quien no dispone de un depósito o cisterna en su vivienda, depende solo del agua del grifo. Los afortunados que sí disponen, con fortuna pueden aguantar uno o días sin agua, rezando para que se efectúe la reparación antes de quedarse secos.
Los más desesperados acuden a la prensa o las redes sociales. Pero si no hay agua, o la compran o no se pueden lavar las manos.
Brasil está así. Río es la segunda ciudad más habitada, pero ocupa el lugar 52 en cuanto a disponibilidad d de redes de abastecimiento y saneamiento. Una “Smart city” invertida.
Aunque ahora, a los problemas de escasez crónica hay que sumar el gravísimo peligro para la salud pública en tiempos de coronavirus.
Se ha creado un hastag en twitter, # COVID19NasFavelas, para concienciar a todos los seguidores de la red. Y es que sin agua, no haty lavado de manos. Y sin esta sencilla operación, la epidemia se extenderá desde la favela hasta la más lujosa mansión de Copacabana, Ipanema o la Barra de Tijuca.
Los técnicos de la compañía de suministro hacen lo que pueden, pero las vaerías son constantes. No se abordan soluciones de futuro, nio se consolidan cada vez más tramos adecuados de red. Solo pequeñas reparaciones de urgencia puntuales.
Lo peor, es que esta situación no solo afecta a las favelas de Brasil, sino que se extiende por muchos países pobres del mundo. Mientras, en los países ricos, el miedo al contagio campa libre por sus respetos y se decretan confinamientos y cuarentenas. Se conciencia a la población de las medidas individuales de contención. Todo el mundo tiene acceso al agua y solo debe adquirir una rutina de lavado e higiene.
Pero los países pobres, van un paso más atrás. El pavor se desata antes, porque no pueden lavarse las manos. Incertidumbres de la gestión del agua en tiempos de coronavirus. Con este futuro del agua, no contábamos.
Lorenzo Correa
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