5 ejemplos que evidencian cómo se mueven las fronteras del agua.


Los que nos dedicamos apasionadamente a elucidar sobre el futuro del agua, estamos siempre muy pendientes de su incidencia en el día a día de las personas. En la relación que tiene con casi todo lo que hacemos, usamos y tiramos. Con la alimentación, con la ropa que vestimos, con la salud, con el estado de ánimo, con la seguridad. Pero también con las fronteras.

El caso más paradigmático podría ser el de la ausencia de agua de calidad para satisfacer las necesidades esenciales de las personas. Si el agua para beber no es buena, todo comienza a ir mal. Si es escasa, lo mismo. Y si su vertido no es el adecuado, peor.

Solo por esto, la vida de una comunidad cambia radicalmente. No pueden seguir viviendo donde siempre han vivido. Y se marchan de allí a la deriva, con las consecuencias que todos conocemos.

Ese éxodo supone una gran complicación cuando el migrante desvalido llega a una frontera. Las fronteras no solo son líneas trazadas sobre un plano que dividen a dos países. A veces, también son físicas y están marcadas  por el agua. Son las fronteras que el mar no nos permite rebasar por nuestros propios medios. Ni andando, ni nadando.

No hay manera de cruzarlas sin la ayuda de un barco o un avión, si queremos salir de una isla. Un filipino, un australiano o un malgache siempre se encuentran con el mar o con el cielo cuando quieren salir de su país. Como cualquier habitante de una isla. Porque el mar es la frontera.

Pero estas fronteras, que parecen indelebles al estar marcadas por el mar, también pueden cambiar. Y lo están haciendo. Nos referimos como intuirán al aumento del nivel del mar provocado por el calentamiento global. La línea fronteriza se está moviendo.

Ya no es la misma que hace unos años. Y ante esta realidad del mar que va ganando espacio a la línea de costa, los afectados directos comienzan también a pensar en emigrar de sus actuales domicilios. Empujados por las mareas altas, en un curioso efecto dominó. Lo malo está en que la mayoría de los que deben dejar al agua su lugar de residencia, no tiene otra en la que instalarse.

Antes, las líneas fronterizas solo se movían por un acuerdo diplomático o causa de una guerra. Ahora, además las fronteras comienza a ser una línea borrosa en el mapa que cambia por motivos “naturales”. Pero con el mar, no se negocia. Salvo actuaciones «a la holandesa», impensables en países pobres, él acaba ganado siempre todas las batallas. Y en este caso es el agua quien coloniza la tierra.

Y aunque pueda parecer extraño, esta fluctuación de la frontera sí que puede provocar conflictos diplomáticos, Es el caso de Filipinas. En sus 7.107 islas hay mucha línea fronteriza. Dentro de ellas residen nada más y nada menos que 105 millones de personas.

Se dirá, con toda la razón del mundo, que por muchas islas que sean, no comparten frontera con ningún otro país. Como todas las islas que pertenecen a uno solo. Pero la disputa estriba en las fronteras del agua, no en las terrestres. Porque lo que varía es la línea que delimita las aguas territoriales marinas

Y de ahí surge otra guerra del agua. Si la semana pasada era entre Etiopía y Egipto por una presa, hoy es en otro lugar. Hasta el año 2014 no se resolvió la disputa entre Indonesia y Filipinas por esas aguas, tras 20 años de conflicto. Pero lo que tanto costó acordar, podría saltar por los aires si el mar sigue subiendo de nivel.

Además Filipinas tiene una “guerra” abierta con China por el mismo motivo. Y todo a causa de lo cambiante de las fronteras, esas líneas sobre el agua, siempre difusas y oscilantes. Hubo duros litigios en los tribunales y hasta una escaramuza entre barcos de las armadas de ambos países en 2013. Ambos países se disputaban las isalas Spratly

Visto este ejemplo marítimo, veamos qué pasa en la frontera de un país sin mar, que no es una isla.  Fijémonos en Italia y Suiza.  Aunqueen Suiza, el agua marina no existe. Solo existió en la prolífica mente de nuestro admirado y añorado Javier Krahe. Recordamos aquella canción suya titulada “En la costa suiza”:

En un pueblo de allá por la costa suiza,

–Ohé, ohé–,

Un viejo pescador,

Borrachín, tranquilo, sin dar la paliza

A nadie de su alrededor,

Pretendía vivir a su manera…

Si no la conocen, óiganla. Vale la pena.

Pero volvamos a lo nuestro. No hay mar que establezca frontera pero sí que hay un lago fronterizo. Agua, siempre agua. Ambos países tienen su principal frontera inamovible, pétrea y blanca en la divisoria de los Alpes. Más de 700 km. Pero hay una zona fronteriza glaciar y  lacustre. La del lago Lugano, entre Ponte Tresa y Gandria.

La fronteras serpentean entre el lago y las montañas, dejando la mayor parte de sus aguas en la parte suiza. Pero, debido a la paulatina disminución de los glaciares, las frontera también se mueven, como ellos aquí. Lo afirman con conicimineto de causa los topógrafos suizos. Porque la parte de la frontera que recorre glaciares, se está moviendo, asustada por su reducción.

Un lago galaciar con frontera compartida es un ejemplo de para qué sirve la diplomacia. En este caso, tanto en 1992 como en 1986, se firmaron acuerdos bilaterales sobres aspectos relacionados con la navegación y la pesca. Pero desde entonces, las fronteras se vuelven a difuminar debido al constante retroceso de los glaciares. Porque ellos interaccionan constantemente con el lago. Y este hecho se viene evidenciando desde hace tres décadas.

Los datos son demoledores. Solo entre los años 2007 y 2008,  82 de los 88 glaciares retrocedieron 25 m. Y con ellos, las líneas fronterizas, que comenzaron a ser de nuevo negociadas entre ambos países. Los expertos predicen que todos los glaciares fronterizos desaparecerán en solo 20 años. Y la línea fronteriza, será muy distinta de la actual, aunque seguramente tardará mucho en moverse de nuevo

Cambiemos de continente para observar que está pasando en el Pacífico de Oceanía. Concretamente en Kiribati. Otro archipiélago, conformado por 33 atolones de coral  y por la  isla volcánica de Banaba. Aunque la superficie total (mar y tierra)  es superior a los  tres millones de km², la zona habitada solo tiene 811 km². Por eso es unos de los lugares más poblados del planeta, ya que solo 20 atolones están habitados. Y la mitad de la población se concentra en uno.  La altura media sobre el nivel del mar es de tan solo dos metros

Aquí la predicción es que los atolones sean engullidos por las aguas en solo 20 años. Y entonces, 100.000 personas deberán buscar otro lugar lejano para vivir. Sus fronteras habrán desaparecido.

Para luchar contra esta maldición, se están dedicando a plantar manglares. Pretenden así salvar su país del riesgo extremo de vulnerabilidad a fenómenos meteorológicos extremos como inundaciones, terremotos y ciclones tropicales. Porque se va incrementando desde el año 1990. Sucede igual en otras islas del Pacífico en esa zona.

Por si acaso, el gobierno acaba de adquirir una superficie de 24 km² de terrenos en Fiji, para efectuar el traslado cuando  no haya más remedio. También se pensó en construir islas flotantes para ubicar allí a la población

Pero nada de eso se podrá realizar sin ayuda externa. Porque ellos no tienen recursos económicos para soluciones de adaptación. La realidad se impone y confirma las predicciones. Y dos islotes deshabitados quedaron sumergidos en 1999. El primer aviso para navegantes. .

Nuestro cuarto ejemplo se ubica en el País de Gales. Allí, la ciudad Fairbourne, está siendo acosada por los embates de las mareas. Y el nivel del mar ha subido bastante.

Por eso, cada vez hay más temores de que esta ciudad sea la primera en territorio británico que haga desaparecer el mar.

La línea costera, sobre la que se alinean preciosas residencias con bellas vistas, dispone de protecciones que no aguantarán más de 20 años sin ser rebasadas por el mar. Y los residentes de la zona están comprobando cómo los precios de las viviendas han sufrido un descenso del 40%.

Eso se debe a que el nivel del mar sube a un ritmo de 4.7 mm anuales. Y las actuaciones de protección necesarias se estiman de un elevadísimo coste. Es el primer caso en el Reino Unido. Hay que decidir inviertir en las defensas (escolleras y diques cada vez más altos). O si se prefiere trasladar a los residentes afectados por la intrusión marina. Este será un “conejillo de Indias” para lo que se espera que ocurra en UK hasta 2100. Porque más ciudades se verán en el mismo caso.

Ya vimos  aquí que en los Países Bajos, llevan más de 50 años sin una víctima de las inundaciones. Ellos decidieron proteger, porque no tenían más remedio. Ahora,  a pesar de todo, en Amsterdam ya se están construyendo casas flotantes. Esta es la tercera vía, que los holandeses, pioneros en la polderización a gran escala, están probando.

Aunque las venden como un remedio para solucionar las necesidades de mayor densidad habitacional, lo cierto es que en esta solución también se enmarca una prueba para el futuro. Por eso, desde 2011, ha habido un aumento de construcciones de vivienda colectiva sobre el agua. Cuentan con el aliciente seductor de disponer de un diseño urbano terrestre. El emblema es el distrito de IJburg, donde se ha implantado todo un barrio flotante, con muelles en lugar de caminos pavimentados.

Las viviendas funcionan como un dique. Se apoyan sobre bañeras de de hormigón sumergidas, sobre las que se apoya una ligera zapata de acero revestido, que alberga sobre ella la casa de nuestyros sueños. El propietario puede ir ampliándola a su gusto. Añadiendo placas solares, estacionamientos, terrazas flotantes y toldos, conectados con la zapata de acero

Se entregan con tres alturas, siendo sumergida la más baja, por lo que quedan a la vista la primera y la segunda, que se abren siempre hacia el mar, para asegurar privacidad respecto al muelle.

Los holandeses ya han acuñado un concepto de futuro. Se trata del de “Leven met water” (vivir con agua). Es una solución alternativa, que podría ser usada, por ejemplo, en Kiribati.

Las fronteras del agua se mueven. El clima obliga. Esperamos que estos cinco ejemplos en Europa, Asia y Oceanía sirvan para divulgar las claves de una nueva incertidumbre del futuro del agua. Migraciones, nuevos mapa y grandes vicisitudes. O tener una residencia flotante. Así es el agua y así es la vida. Preparémonos para lo que viene.

 

Lorenzo Correa

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