Pasarelas. La mejor manera de salvar un río


 

Ya se puede pasear por los ríos, lo comentamos la semana pasada. Hoy provoca júbilo contenido esa sencilla acción. Hace unos meses, no se le daba mucha importancia. Así es la vida. Pero el río no se recorre solo longitudinalmente, aguas arriba o aguas abajo.  También se cruza. O mejor, dicho, se salva, gracias a las pasarelas.

Comprobamos la semana pasada que nuestra animada intención de volver al río, ahora que va volviendo la vida, es compartida por nuestros amigos de Caminar el agua.,cuya misión es misión es reconectar ciudadanía y territorio, valorando el paisaje. Pues caminemos el río en dos ejes, el longitudinal, con los paseos fluviales y el transversal, con las pasarelas..

Hechas solo para peatones, las antiguas suelen ser modestas estructuras de madera. O metálicas, como la que mostramos en nuestra foto de hoy. Paseábamos río bajo y ¡zas!. Encontramos una  de esas pasarelas.

Muy antigua, infinitamente “salvada”  por el peatón.  Unos la usaron para ir y volver a trabajar desde el pueblo cercano a las fábricas que aseguraban el sustento familiar. Entonces, las pasarelas sentían sobre ellas cómo se arrastraban los pies de los transeúntes, cansados, mojados cuando llovía, ateridos cuando hacía frío y sudorosos en el estío.

Otros, la usaban para llegar a sus viviendas sin tener que perder el tiempo y las fuerzas yendo a buscar el puente más cercano O, en el peor de los casos, si no existía, las pasarelas evitaban enfangarse a los que tenían que cruzar por necesidad

A veces da miedo salvar el río cuando la tormenta descarga y el cauce se llena de turbulentas aguas de avenida. En esas circunstancias, muchas pasarelas fueron arrastradas por la furiosa corriente. Y en algunas ocasiones, también quienes la cruzaban en el peor momento posible.

En nuestros días, la mayoría de estas modestas pasarelas que salvan los ríos humanos, son usadas por los amantes de la naturaleza. Por quienes aman caminar por senderos estrechos y disfrutan de todo lo que sale a su encuentro.  Un bosque, un árbol solitario, una flor, o un río.

Allí les esperan las pasarelas. Las que hoy mostramos, han resistido los embates del clima, la furia de las avenidas… y el paso de los transeúntes.

Rindamos este pequeño homenaje a las pasarelas. Sin ellas, no podríamos salvar los humanos ríos. Ni muchas más cosas

 

 

Lorenzo Correa

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