Salvadoreño y poeta, nos regala hoy su verso acuático, Alfredo Espino. En ese mágico momento del día en el que acaba de llover, compuso su poema ”Después de la lluvia”. Nos trae efluvios de tierra mojada, y el brillo de las plantas floridas y recién bendecidas por las gotas de la lluvia.
Poeta de la naturaleza, Espino añadía pasión y tristeza siempre en la cocina de sus versos. A los que insuflaba en todos los casos aromas y colores de la exuberante naturaleza salvadoreña.
El resultado, lo podemos comprobar hoy con esta visión post pluviam, es un poema de alma limpia, recién lavado por la lluvia refrescante de la madrugada en las floridas barrancas.
Solo un libro publicó en su corta vida, pero se convirtió en un clásico de la poesía para todos los salvadoreños. Sus versos, no dejan de reproducirse y recitarse por las nuevas generaciones. Se le conoce como “el poeta niño”, porque como todo niño ha estado siempre rodeado de amor, en este caso, del de sus compatriotas. Además, también es conocido como el “poeta nacional”
Leamos y disfrutemos sus, maravillosas y floridas metáforas, traídas desde el cielo por el aguacero nocturno. Así nos será más fácil cogerle cariño a su terruño y por extensión a su querida patria salvadoreña.
Barrancas verdes y floridas del río. Limoneros que sueltan lágrimas cuando la lluvia aviva su amarillo chillón. Florecillas blancas que decoran el jardín como estrellas diurnas. Y el bucólico sonido de las esquilas del ganado que aprovecha el aguacero para alimentarse de fresca hierba.
Mientras esa neblina, que deja a la lluvia como recuerdo del pasado, se aferra a los cerros para impedirnos vislumbrar con claridad la quietud de sus floridas cumbres.
Nos despedimos con el deseo de recorrer, sin prisa pero sin pausa, la salvadoreña Ruta de las Flores. Para conocerla después la lluvia, atravesando la cordillera Apaneca- Ilamatepeq. Y degustar estos versos en su ambiente
Lorenzo Correa
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