El agua pública, amenazada por la privatización del agua embotellada


 

Muchas persones creen a pie juntillas que, la inmensa mayoría de las aguas destinados al consumo humano son de titularidad pública. Es generalmente aceptado en infinidad de países que el agua es de todos y son los estados quienes la regulan, protegen y cuidan.

Pero no es así en todas partes. La lógica tendencia del ser humano a disponer cada vez de una mejor cualidad de vida, impele a que las grandes empresas multinacionales busquen acuíferos. También  manantiales para disponer del agua más saludable posible. Y  ofrecérsela a sus clientes. Para ello, hay que comprar derechos. Y cuando se obtienen, perforar más profundo y remontar cuencas hasta su origen. Aunque esta situación perjudique  gravemente a  esos acuíferos. Y también  al equilibrio hídrico de las cuencas en las que se extraen las aguas para su embotellado y distribución urbi et orbi.

Esta búsqueda  de la mejor agua disponible va creciendo sin papar. Y ya, en el mundo se bombean  y de derivan superficialmente cientos de millones de hectómetros cúbicos de agua al año, que entran a formar parte del ámbito de las aguas privadas. Así es como este ámbito, al revés de lo que pudiera parecer, va robando espacio al del agua pública. Sin prisa, pero sin pausa.

Esta realidad es cada vez más perceptible analizando los datos de consumo. Porque el agua embotellada es más solicitada que todos los refrescos juntos. Por ejemplo, observemos cómo, el año pasado, volvió a ser la más demandada en los EEUU, con un  aumento superior al 5 % sobre  el año anterior. Y eso ocurre cada año.

Cada estadunidense se bebe 160 litros de agua embotellada al año. Esa es su contribución al incremento de la privatización del agua. La decisión del Dr. Perrier, de adquirir el manantial Vergèze  a finales del siglo XIX, inició unos de los mayores negocios vinculados al agua de la historia.

Cada vez más multinacionales extienden su negocio al del agua embotellada. Lo que supone las búsqueda incesante de nuevos acuíferos y manantiales poco o nada explotados. Y pocas comunidades  se pueden resistir a ceder su derechos a cambio de compensaciones económicas. O  de promesas de inversiones que puedan crear puestos de trabajo en sus municipios y comarcas. Tammpoco a disponer de agua potable de la mejor calidad, sin coste de tratamiento alguno.

Aunque el contador de la privatización no lo tenga muy en cuenta, la batalla por el recurso se desarrolla en cualquier lugar del mundo. Y la consecuencia es que el volumen de agua privatizada aumenta en detrimento de la pública

Bien sea porque las grandes operadoras del abastecimiento y el saneamiento compran derechos y servicios públicos de agua. O por el auge ya citado del agua embotellada. En el primer caso, las corporaciones municipales o supramunicipales no pueden rechazar la oferta, porque así garantizan a sus usuarios gestiones de redes imposibles de mejorar mediante servicios públicos.

Así funcionan ya  nada menos que 10 de las multinacionales del agua más potentes, como  Thames Water en el Reino Unido o RWE-AG en Alemania.

En el segundo caso, la irrupción de una multinacional del agua embotellada en un pequeño municipio, suele generar conflicto social e impacto ambiental. Aunque normalmente es poco visible fuera del ámbito de actuación.

Un ejemplo digno  de señalar es de la población de Evart en Michigan. Es solo un minúsculo municipio, como tantos otros, en el que la multinacional Nestlé compró los derechos de un  agua pública, para con la excusa de mejorar la gestión de las redes de abastecimiento y saneamiento, poder utilizar toda el agua disponible para embotellarla. La marca, Ice Mountain, se ha convertido en una de las mejores aguas minerales

El problema, se genera al comprobar las condiciones del acuerdo.  La embotelladora compró derechos para extraer hasta 160 m³/hora.  Para ablandar a la municipalidad, se prometió construir una fábrica embotelladora que diera trabajo a la población y asegurar un abastecimiento y saneamiento impecable a los vecinos, sin coste alguno por parte del ayuntamiento. Pero el agua se extrae de un pozo y el acuífero se resiente con el aumento de agua bombeada.  Y muchos vecinos recuerdan el caso de Flint, como nosotros hemos hecho aquí. El coste para la multinacional es irrelevante.

Solo trámites administrativos que  amplía  a otros derechos de pozos cercanos  en los condados de Osceola y Mecosta.y que un superan los 800 dólares anuales a pagar a las comunidades. Eso es lo que vale disponer de agua pública   y poder embotellarla como privada con una marca de prestigio que los clientes les quitan de las manos. Por supuesto el coste del litro de esa agua embotellada puede llegar a mil veces el que tenía el agua pública de la zona sin embotellar.

Pero un buen envoltorio, una buena campaña de publicidad y un análisis cualitativo bien visible en la etiqueta, produce el mágico efecto de la seducción y el cliente paga lo que indique la botella en el supermercado. Porque está adquiriendo salud y ésta no tiene precio. Aunque no beba agua pública

Solo les cuesta una tasa de 200 dólares al año para la comunidad. Por su cuenta asumen el coste de fabricación y distribución. Y la multinacional embotella  y comercializa medio hectómetro cúbico de agua al año. Nadie parece quejarse, pero el acuífero sigue bajando. Y cuando haya problemas de bombeo, seguramente serán los usuarios domésticos municipales los primeros en verse afectados

Para evitar problemas insolubles, se ha creado una organización sin fines de lucro conocida como Michigan Citizens for Water Conservation. Como siempre ocurre en estos casos, hay diversidad de opiniones. A unos les va bien porque tienen trabajo y otros, que no reciben beneficio directo, se quejan. El argumento de los defensores a ultranza del agua pública también se proclama aquí

«Bombean el agua y la envasan en plástico. La venden fuera de la cuenca y obtienen  un enorme beneficio. Pero, aunque legalmente el agua sea suya, en realidad, el agua pertenece a la gente».

Así, la fiebre privatizadora del agua embotellada se expande por el mundo. En Cuba, Nestlé aún lo tuvo mejor. Con la promesa de construir una nueva fábrica, generando empleo para 200 personas, consiguió los derechos del agua. La verdad es que no es nada fácil negarse.

Y se la da la paradoja de que el agua extraída de una determinada comunidad acaba siendo vendida en sus propios supermercados. Y a unos precios muy superiores a los del agua del grifo. Aunque a veces no sea más que esa misma agua convenientemente filtrada. Por eso, organizaciones como Food and Water Watch ponen el grito en el cielo. Porque no les parece nada ético. Y, como ya hemos indicado, la moda se va extendiendo a las grandes compañías de refrescos. Es el caso de Coca-Cola Co. (Dasani, Glaceau) y PepsiCo (Aquafina.).

Recordarán el caso de Coca-Cola Co. (Dasani), que tuvo que retirar del mercado su agua embotellada en el Reino Unido. La causa fue que se descubrió que el agua envasada era precisamente la del grifo purificada, extraída del Támesis en Kent.

Sucedió en 2004. Fue cuando Thames Water, ofendida por la noticia de que su agua no era potable, descubrió que Dasani vendía en los supermercados el envase de medio litro 1,41 euros. Mientras que ellos facturaban el agua del grifo a 0,008 euros el litro

Para evitar más conflictos, en 2007, la competencia PepsiCo (Aquafina) decidió cambiar la información de sus etiquetas. Y tuvo que indicar que esa agua se embotellaba desde la misma procedencia que el agua del grifo.

Por último, están laa secuelas inevitables de los envases, de los que ya hemos disertado aquí con profusión. El residuo que supone la botella de plástico de un solo uso, y la divulgación de la creencia de que el agua embotellada siempre es más saludable que la del grifo

Hay ciudades en el mundo, muchas por desgracias, en las que no hay garantía de agua en los grifos. Pensemos en Lagos, por ejemplo.  En este caso , la privatización es el mal menor para poder disponer de agua con mayor garantía. Porque lo público no tiene capacidad de inversión.

Allí, solo el 5% de las personas reciben agua en casa. La opción es doble. O beberla embotellada o recolectar agua contaminada donde se encuentre. O caro, o suicida

La realidad es que, en general, la ciudadanía es cada vez más reacia a  ceder servicios públicos para algo que huele de lejos a ánimo de lucro. Y así es complicadísimo llegar a un acuerdo que armonice una colaboración público-privada. Que sea  fructífera para ambas partes y sobre todo, beneficiosa para el ciudadano.

Por eso, el agua se ha convertido en oro puro en nuestros días. Tan es así, que en la próspera Europa, los últimos rescates derivados de la crisis de hace 15 años, Grecia, Portugal e Italia fueron obligadas a incluir su agua en los términos de rescate establecidos por la Comisión Europea.

En el Reino Unido el suministro y captación del agua está completamente privatizado. Pero parece que no están muy contentos. En 2017, por ejemplo, la primera compañía del país, Thames Water, fue sancionada con £ 20 millones. La causa, el vertido de  2 hm ³ de aguas residuales al río Támesis.

El debate sigue abierto. ¿Debe ser siempre pública el agua?  Como curiosidad, ya comentamos en estas páginas que en Nueva Zelanda, en 2017, el río Whanganui adquirió los mismos derechos que un ser humano, siendo investido como un “aborigen” de 140 años de edad

Y por ello, cualquier deterioro en su vida y entorno, se podría legalmente asimilar a una agresión contra los derechos del miembro de una tribu

¿Se imaginan que la ley declarara al agua no sólo como un recurso público protegible, sino además como un “ser vivo” cuyas costumbres, valores y tradiciones no pueden ser vulnerados?

No es único este caso, ya que en la India, ocurre algo similar los ríos Ganges y Yamuna, también reconocidos como “seres vivos”, susceptibles de poseer los derechos legales de cualquier ser humano

Hay diferencias, obviamente, entre ríos. El neozelandés es bastante virgen  y solo hay que preservarlo y evitar agresiones externas. Pero en el caso del Yamuna, está acompañado por 22 depuradoras solo en Delhi. Con 22 propietarios diferentes que deciden unilateralmente qué hacen o no para proteger al río.

De todas formas, el agua embotellada privada no es solo un negocio lucrativo. Se convierte en la única solución alternativa y válida para que podamos beber con tranquilidad cuando el agua pública se ve contaminada. O afectada por la sequía. Siempre se produce un aumento espectacular de las ventas de agua embotellada, cuando un laboratorio detecta por accidente, error involuntario o mala práctica, una  contaminación severa en la red de abastecimiento.

Cuando el agua potable está contaminada, el agua embotellada es la única salvación a corto plazo. Y en  esos momentos tan críticos quedan a un lado las cuestiones críticas ambientales y sociales

En general, las redes locales de agua, corren cada vez un riesgo mayor de acabar cayendo en manos de grandes multinacionales. Por ello, el conflicto entre el agua pública y el agua privada, sigue latente. Y seguirá por muchos años en nuestro siglo. Por eso, el futuro del agua debería contemplar un tercera vía.

Aspirar a que todos podamos usar el agua de una forma holística. De manera que podamos huir cada vez más de las secuelas que suponen un uso privativo  o poco meditado.

Que no toda las consecuencias negativas se las lleve el medio cedente y recipiente de las guas captadas y usadas y que no sean siempre los más necesitados los que primero sufran las consecuencias de escasez y precio.

 

Lorenzo Correa

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