Recorrer nuestros humanos ríos cuando la avenida ha pasado, ofrece la posibilidad de contemplar un cauce diferente. De barras e islas.
Ellas nos hacen reflexionar sobre lo cambiante que puede ser un paisaje fluvial. Y además sobre las diversas causas que provocan esos cambios y hacen emerger de lechos y márgenes barras y estrellas.
Un tramo cualquiera de cauce no es una foto fija. Mejor dicho, solo lo es en las postales. Aunque, si queremos conocer las múltiples caras del río, deberemos coleccionar muchas postales. Así podremos elegir qué imagen nos gusta más en nuestro tramo favorito. Pero, sobre todo, aprenderemos que el río son muchos ríos. Y todos merecen el mismo respeto, aunque nuestros gustos y creencias nos hagan fijarnos solo en el que nos parezca más bello. Con barras o sin ellas.
Tras la tempestad, así hemos encontrado nuestro río hoy. Adaptándose a los cambios morfológicos inducidos por factores naturales. Al clima, en este caso. Y buscando de nuevo el equilibrio en su titánica lucha por mantenerse entre barras e islas. Siguiendo su evolución natural.
Pero hay más. Como nos gusta mucho la vertiente poética y literaria del río humano, no podemos dejar de explorarla. Esta isla que mostramos en la foto nos lleva al quijotesco sueño de la ínsula Barataria, esa que dicen que se ubicaba en el tramo urbano del Ebro de la Alcalá zaragozana.
Al lado de aquella, la nuestra es una insulilla en la que casi no cabría Sancho Panza. Ni tampoco su frustración por no saber gobernarla, ni encontrar en ella la paz que buscaba. Pero algunas islas de nuestros humanos cauces sí que deberían dar alguna inquietud a sus gobernantes. Porque podrían verse pobladas de “okupas” en forma de especies vegetales alóctonas. Y si nadie viene a sacarles de ahí, reducirían la sección de desagüe, agravando el riesgo de desbordamiento en avenida.
Con las barras podría pasar algo similar. ¿Qué hacer con barras e islas? Hay respuestas para todos los gustos. Ahí lo dejamos, que solo estamos reflexionando. Y, al fin y al cabo, Cervantes ya dejó escrito que Sancho salió de la Ínsula Barataria sin saber si lo que dejaba atrás “era ínsula, ciudad o villa”. Pero, en nuestro caso, está en el cauce
Lorenzo Correa
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