Nuestra semana está protagonizada por la sed, una de las metáforas del agua delgada. Por eso, hoy vamos a dirigir la luz de nuestro foco poético a Colombia. Y más concretamente, a su Orinoquía. Porque allí, en los llanos orientales colombianos, nació nuestro poeta acuático de hoy.
Es Eduardo Carranza, nacido en el departamento del Meta. Su poesía fluyó entre los ríos de su infancia. El Guayuriba y el Guatiquía, que riegan las sabanas llaneras en las que el parpadeo de las palmeras enerva la llanura. Tierras de joropo y poesía, de músicos y jinetes descendientes de arahuacos, andaluces y canarios.
Allí aprendió Carranza a soñar entre el rumor incesante del agua delgada de los cauces de la cuenca del Orinoco. Ese padre río que une a Venezuela y Colombia y lleva sus aromas hasta la Amazonia.
Hoy, Carranza, nos regala un soneto. Y, para homenajear nuestra semana de la sed, elegimos su “Soneto sediento”. Porque en sus versos vierte su característico sabor a desilusión. Ese sabor agrio que acaba generando amargura. Y que facilita que nos invada cuando tenemos sed de amor. Del agua “delgada, gemidora y azul” que sacia las necesidades vitales del alma.
“Piedra y cielo» se llamó el movimiento que Carranza ayudó a crear. Viene de una obra de su (y nuestro) admirado Juan Ramón Jiménez, ese “jinete” andaluz de la poesía hispana. Seguro que Porque en el cielo nace el río. Y a la piedra lame y pule cuando fluye alegre hacia el mar.
“Es un río quien firma este poema”. También era Eduardo, quien los componía, pensando en los ríos de su Colombia, tan surcada de cauces exuberantes y agua delgada
“Al Oriente me toca el Orinoco: pasa el río por la puerta de mi alma, humedeciéndome los sueños. Llevo a la espalda pájaros y vientos de ala libérrima. Al Sur el Amazonas me limita”
Y en sus caudalosos ríos de poesía romántica e intimista, pudo llegar a componer y a regalarnos este poema sediento que hoy añadimos a nuestra biblioteca de poemas del agua. De agua delgada
Lorenzo Correa
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