Cuando nos detenemos a contemplar un río humano, las interpretaciones sobre lo que estamos viendo son muy diversas. Por eso, a nosotros nos encanta “leer” el río que estamos visitando. Porque visitar un río es una de las mejores formas de pasar el tiempo ocioso.
Observemos el río de nuestra foto de portada.
Si comenzamos por el ángulo superior izquierdo, bajo el intenso azul del cielo invernal, vemos una cumbre nevada. Eso significa que el río es de régimen nival. O sea, que nace a más de 2000 metros de altura. No está mal, para ser la primera lectura. Viendo la divisoria de cuenca desde nuestro punto de observación, podemos hacernos una idea de la magnitud de su cuenca.
Con solo dos interpretaciones, entendemos la razón por la que en primer plano aparece un azud centenario. Porque la nieve es la mayor garantía de constancia en el caudal posible. Y los caudales constantes generan energía…y billetes.
Pero si el azud está aquí y no en otro lado, se debe a que inmediatamente aguas arriba de su ubicación, debe desembocar un afluente. Parar eso está tan bien situado, para poder almacenar también sus aguas.
¿No les parece divertido que, sin movernos de nuestro punto de observación hayamos leído tanto de este río?. Sigamos un poco más, antes de que nuestros lectores se cansen.
El puente es románico, lo que significa que este es un punto de cruce muy antiguo. por eso, este lugar es histórico e importante como nudo de comunicación tradicional.
Vemos el agua cruzar el puente por el ojo mayor. Pero hay tres ojos más a cada margen por los que no pasa agua. Aunque si están será por algo. Ahora ese cauce seco, es un paseo fluvial, donde los ciudadanos y visitantes estiran las pernas… cuando las avenidas lo permiten. Dejemos aquí nuestra reflexión para que los lectores la continúen, si les apetece.
Solo les daremos una pista. Si observan la foto de pie de artículo, comprobarán que aguas arriba de nuestro punto de observación, el cauce se ha encajado con la anchura del ojo grande. Hasta podemos contemplar un anuncio que pende sobre él y reza “HOTEL”. Qué relajantes vistas desde su terraza. Porque la lectura que desde la zona de servidumbre puede hacerse tomando un refresco, debe ser también apasionante.
En fin, podríamos seguir leyendo mucho tiempo. Pero lo dejamos aquí. Nos basta con que nuestros lectores se aficionen a leer ríos. Es barato y muy gratificante. Solo hay que situarse cerca del cauce, mirar y reflexionar.
Lorenzo Correa
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