Léelo hasta el final si quieres saber cómo evitar más “días cero”


 

Nuestros lectores recordarán que en estas páginas hemos hablado con profusión de la amenaza del “día cero” en dos ciudades.

Madrás y Ciudad del Cabo, le vieron las orejas al lobo en 2018 y en 2019. Afortunadamente, le especie humana, cuando le ve las orejas al lobo, sabe improvisar. Y con su creatividad, es capaz de salir de la mayoría de los apuros.

Ese fue uno de los motivos por el que el día cero llegó, porque estaba marcado en el calendario. Pero no supuso el apocalipsis profetizado. Ni para los capenses, ni tampoco para los chenaítas. Hicieron y hacen lo que pudieron y lo que pueden. Pero  disponen de agua. la justa para sobrevivir a costa de enormes sacrificios que recaen en los sectores más endebles del entramado social. En este caso son las mujeres las que están haciendo el milagro del agua

No lo están pasando bien, porque no es fácil superar sequías plurianuales. Se trata de tres años secos en Madrás (2017-2019) y cuatro en Ciudad del Cabo (2015-2018). Durante ellos, los gestores del agua, confiaron en medidas convencionales y en la suerte para salir del atolladero. Ni unas ni otras fueron la solución. Y llegó el temido día cero. Entonces las mujeres fueron protagonistas

Como es natural, cuando falla la planificación y el clima no ayuda, les toca a los ciudadanos apretarse el cinturón. Las capenses, aprendieron a pasar el día andando hasta el manantial más cercano, que estaba muy lejos.  Y las chenaítas, se acostumbraron a recibir a los camiones cisterna con ilusión, porque traían el agua que en su ciudad no había. Pero también con aprensión, porque visualmente se parecía al café y olfativamente, daba la impresión de estar extraída de una cloaca infecta.

Algo más aprendieron. Lo más desagradable. Que los ricos tenían más y mejor agua que los pobres. Que “water is money”.

Porque un rico podía buscar soluciones individuales caras, pero efectivas. Desde comprar agua lejana o hacer un pozo profundo, hasta irse de la ciudad, a esperar que acabara la sequía. Y eso, los pobres no lo pueden hacer. A los pobres solo les queda esperar que los gestores públicos del agua acierten con las medidas adecuadas o dispongan e inviertan los presupuestos necesarios para paliar la situación. Es la cruel diferencia entre salvarse uno o salvar a todos. El dinero público debe estar bien gestionado. Y las soluciones derivadas de las obras públicas en las que se invierte, son además de costosas, lentas de comenzar a dar sus frutos.

Poco tiempo y algo de dinero cuesta marcharse unos meses o años a un hotel de cinco estrellas o a una segunda residencia, allá donde no hay sequía. Pero pocos también pueden hacerlo. Para los demás, todos los días son el día cero.

¿Cuántas personas están amenazadas por el día cero en el mundo? La respuesta es dura: la inmensa mayoría de los pobres que residen en los 17 países con estrés hídrico extremo. Es dura, porque allí reside la cuarta parte de la población de la Tierra.

¿Y cómo  podemos aprender de las experiencias desagradables de los que ya han sufrido el día cero? Echemos un vistazo a lo que sucedió en el pasado Día Mundial de las Ciudades., que se celebra cada año el 31 de octubre.

Este año, en esta celebración estuvo muy presente la amenaza futura y presente del día cero. Precisamente, por el aspecto que acabamos de resaltar de la influencia de la desigualdad en los usuarios del agua y por supuesto en sus gestores del futuro.

No olvidemos que los Objetivos de Desarrollo Sostenible estimulan la toma de decisiones urgente para que en las ciudades se garantice un futuro sostenible en una urbe habitable para todos, sin exclusión. En esta última frase, la desigualdad emerge como un concepto a desterrar definitivamente también de las ciudades.

El objetivo es ofrecer servicios eficientes, sostenibles y equitativos a todos sus habitantes y visitantes. Y ya sabemos que el agua bendita y suficiente es uno de los principales. El objetivo d este año fue el de “promover el interés en la urbanización planificada, afrontando  los desafíos que plantea el urbanismo, para contribuir al desarrollo urbano sostenible en todo el mundo”.

Porque la urbanización planificada permite que las ciudades se diseñen para la convivencia y para facilitar la utilización sostenible de los recursos compartidos. Vuelve a emerger el agua como gran protagonista.

 

Aprendamos a utilizar la urbanización para adaptar la ciudad del presente y del futuro a los ODS. Porque la guerra para alcanzarlos se ganará o perderá en las ciudades. Se impone innovación, también para la equidad. Que traiga consigo la adopción de políticas regulatorias económicas y sociales apropiadas.

La cuarta revolución industrial, debe estar presente en la “smart city«. Con las innovaciones en la  movilidad, como el transporte autónomo, los vehículos eléctricos y los drones. Esto ya lo sabemos todos, porque cada día nos bombardean desde los medios de comunicación con los avances más recientes.  También con el uso  de la inteligencia artificial, la realidad virtual, aumentada y mixta y la Internet de las cosas. Hasta ahí, es lo que escuchamos y vemos cada día cuando nos informamos.

Pero del agua, solo se habla cuando no hay o cuando sobra mucha. Y este aspecto debe corregirse urgentemente. Actuando sobre los responsables de la planificación urbanística para que aprendan, comprendan, adquieran y regulen las nuevas tecnologías del agua urbana. Por ya descritas en estas páginas, obviamos volverlas a mencionar

Por eso, el desiderátum del último día mundial de las ciudades, lo podemos aplicar también a la gestión del agua en ellas:

  • Aumentar el conocimiento de cómo las innovaciones digitales pueden ser usadas para mejorar la calidad de vida y el medio ambiente de las ciudades.
  • Demostrar cómo la tecnología punta puede crear ciudades más inclusivas.
  • Explorar cómo la misma puede promover la inclusión social en estos entornos urbanos.

Veamos cómo y qué podemos todos aprender de las experiencias de las ciudades con día cero.

Cada caso, es un mundo y no pueden aplicarse las soluciones más eficientes y eficaces de Madrás a Ciudad del Cabo. Ni viceversa. Pero sí podrían aplicarse a otras ciudades. Si en Madrás hay recursos hídricos cercanos que pueden conducirse a la urbe, en Ciudad del Cabo, no

Pero en Madrás, el día cero no ha llegado del todo porque casi 10.000 camiones cisternas “invaden” la ciudad, con o sin sequía para aportar el agua que las redes urbanas no tienen. Es en la práctica una ciudad sin red de agua potable para la inmensa mayoría de sus habitantes. Los gestores públicos del agua operan una red… de camiones. Por su parte, los operadores privados, que venden el agua a quien puede comprarla a precios de mercados, disponen de 5.000 camiones cisterna. Por lo tanto, ricos y pobres beben y se asean mediante una flota de 15.000 camiones diarios que suministran agua de mejor o peor calidad a alto precio unos y gratis otros. En verano, todo se soluciona con más camiones que vienen de más lejos cuanto menos agua disponible hay en la ciudad o más consumo se produce por las elevadas temperaturas.

Esta es la solución más empleada en ciudades sin red, como ocurre en Bombay. Claro que esta red de camiones es 52 veces más cara de mantener que una red convencional con potabilizadora y canalizaciones. Pero el agua más cara es la que no existe. Así que cuando no hay, cueste lo que cueste, se acepta. Pero es muy costosa.

El problema de Ciudad del Cabo se resuelve de otra forma. Es otro día cero. Allí hay infinidad de suburbios sin ningún tipo de servicio compartido ni ofrecido. Agua, tampoco. Cuando llegó el día cero, la solución fue localizar recursos superficiales allá donde los hubiera, sin importar la accesibilidad o la distancia al consumidor. Es decir en la montaña más cercana, en este caso la conocida Table Mountain, inaccesible a cualquier tipo de medio de transporte público

Desgraciadamente, en ambos casos, quien iba a buscar agua y hacía cola ante el camión cisterna y quien hacía su excursión a la montaña, eran las mujeres. Conclusión: No hubo día cero gracias a la paciencia de las mujeres para hacer colas kilométricas y eternas en el primer caso. Y al tesón y esfuerzo necesario de las féminas para caminar durante horas y poder volver a casa con un recipiente lleno del manantial lejano.

Decimos en coaching que para que algo cambie, primero debemos cambiar nosotros. Eso mismo ocurrió en Ciudad del Cabo. Que cambió el comportamiento de las personas. Y los que no podían  comprarla, se adaptaron a disponer de 50 litros de agua diarios. Pero este proceso forzoso de adaptación produjo un efecto positivo. El de que todos se responsabilizaran solidariamente de conservar el agua de la que disponían, como si no hubiera un mañana.

Aunque también hubo problemas. Por ejemplo, el de los trabajadores de los establecimientos de lavado de vehículos. Para no perder su trabajo, continuaron lavándolos, a pesar de las restricciones, lo que provocó ataques de una población que veía en peligro su dosis diaria de agua. Y la consiguiente intervención de la policía en cumplimiento de la legalidad vigente. Para que la mayoría de los pobres siguieran teniendo agua, una minoría, también de pobres, fueron arrestados y se quedaron sin dinero para vivir al perder su trabajo. A ellos sí que les llegó el día cero. Que nadie olvide las secuelas de la sequía. Las directas son evidentes, pero las indirectas son terribles.

En el caso de Madrás, se organizó una red de transporte de agua desde el entrono agrícola cercano. Y los agricultores y ganaderos pagaron un precio muy alto para que sus compatriotas de la ciudad tuvieran agua. Se arruinaron por no poder regar ni dar de beber al ganado. Los pobres rurales se hundieron en la miseria para que los pobres urbanos  tuvieran agua.Empresas privadas que tenían quien les comparar el agua, explotaron al máximo los acuíferos, secano todos los pozos existentes y llegando hasta a vaciar depósitos de abastecimiento de algunas aldeas. Afortunadamente para los  capenses, ellos sí que recibieron la solidaridad de los agricultores del entorno urbano

Por último, para acabar con el aprendizaje de la crisis, veamos las consecuencias de inyectar agua procedente de camiones cisterna  o de trenes de agua en las redes. En Madrás, se planificó la inyección de 10.000 m³ al día en la red de canalizaciones de abastecimiento. El agua entró. Pero el estado de conservación de la red era lamentable y las pérdidas cuantiosas. Tampoco había un sistema de detección de fugas para cuantificar el volumen inyectado que acababa saliendo por el grifo  y el que se perdía por el camino

Por lo tanto, esta solución improvisada y de emergencia solo sirvió para poner aún más de manifiesto las desigualdades. Donde las redes de canalización estaban bien conservadas, funcionó. Y viceversa.

Del aprendizaje sale el conocimiento. Para la próxima vez, hay que aplicarlo, mucho antes de que se acerque otro día cero. Mejorando la gestión del agua y relacionándola con el crecimiento imparable de la población, sí, pero también con la adopción urgente de medidas no convencionales. Construir desalinizadoras cuesta muchos años y hay que destinar enormes presupuestos. Hay que buscar y asegurar el dinero. Pero además adoptar medidas por si deja de llover antes de que las plantas estén finalizadas, como ha sido el caso.

Y trabajar dentro de la  ciudad, para permeabilizarla, evitando que el agua de la lluvia se marche nada más caer del cielo. Esponjar las ciudades aprovechando cualquier actuación urbanística que en ellas se haga. Nuevas líneas de tranvía o de metro superficial.  Calles con aceras drenantes, Parques que además sean tanques de tormenta, cubiertas de edificios verdes…todo permeable y captador del agua de la lluvia

También trabajar mucho sobre la desigualdad. Cuando el día cero llega, los ricos tiene recursos. El agua va siempre donde hay dinero. Compran camiones cisterna, mejoran sus duchas, inodoros  y lavadoras para que gasten menos agua. Construyen depósitos bajo sus jardines para almacenar el agua que cae sobre los tejados de sus mansiones agua. Pero los pobres continúan sufriendo estrés hídrico y escasez. Aunque el día cero no haya llegado. Y las mujeres y los niños, que son los que aguantan el tipo, carecen de reconocimiento social debido y por supuesto de la recompensa merecida a sus desvelos. Porque gracias a ellos, no llegó con toda su  durísima contundencia el día cero.

Aprendamos de ellos y obremos en consecuencia

 

Lorenzo Correa

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