Otoño duro en el hemisferio Norte. cabe los Alpes,  Venecia se ahoga inundando los sonetos de Miguel Ángel Asturias. Mucho más al sur, en el Cantábrico, la blanca dama visita las montañas hogaño antes que nunca. Y por doquier, el viento se lleva la luz del verano y nos trae las sombras del invierno. Frío, viento y nieve. Nuestro mejor preludio poético invernal.

Además, añoramos el verano. También el agua que nos refresca. Pero la nieve fue y será de nuevo agua. Por eso José García Nieto, que lo sabe, nos la sirve hoy muy fría, helada. Y lo hace en su soneto dedicado a la sierra de sus amores. La del Guadarrama. Este “Soneto de la nieve todavía”.

En el poema, la blanca capa quema el Guadarrama en los versos de García Nieto, y le deja el corazón “como un clavel de invierno sin aroma”. Fuego y nieve

El agua es la simiente de la nieve. Es el elixir que ablanda las piedras, el bálsamo apaciguador que sacia la sed del amante no correspondido. Y es que cuando el amor se enfría, todo se tiñe de blanco. Se apaga el fuego del espíritu. Y hace falta más fuego para resucitarlo y mantenerlo. Porque solo el agua, mantenedora de la vida, mantiene al amante exento de la sed.

De ello nos habla García Nieto en su soneto helado, como las cumbres del Guadarrama en invierno. Maneja con maestría garcilasista el símbolo del agua y el motivo de la nieve. Además, nos deja con una duda. ¿Podrá su estética formalista de estructura cuidada y perfecta, derretir el hielo que separa su corazón del de su amada?.

García Nieto, fue galardonado con el premio Cervantes en 1996. Y en su discurso de agradecimiento recordó las palabras del manco de Lepanto, relativas a la poesía.  «Es como una doncella tierna y de poca edad, y en todo extremo hermosa”. Sus palabras, son balsámicas, porque cuando el hielo cordial no puede ser derretido, siempre nos quedará el amor por la poesía.

Con nieve o sol abrasador, ella nunca defrauda a sus amantes. Y solo con ella podremos derrotar al ave de nieve que nos quema.

Lorenzo Correa

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