40 de cada 100 personas en el mundo carecen de retrete. Ganemos la batalla de la dignidad  


 

Mañana martes 19 de noviembre, se conmemora en todo el mundo uno de los días más importantes dedicados a aspectos relacionados con el agua. Se trata del que tiene como objeto concienciar tanto a gestores como a usuarios sobre uno de los aspectos claves que determinan su futuro. Aunque a algunos pueda sonarles algo escabroso, el objeto de este día mundial es imprescindible para nuestra vida cotidiana y constituye un enorme problema para quienes no pueden disponer de él. Nos referimos al retrete.

Cada año, la celebración mundial de la concienciación sobre el retrete tiene un lema. El del año 2019 es «sin olvidar a nadie». Porque no podemos dejar a una sola persona sin retrete. Y a muchos, este lema les habrá recordado uno de los “mantras” más conocidos de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.

¿De cuántos nos olvidaríamos si no tuviéramos presente este lema? Pues ni más ni menos, que de 4.200 millones de personas que carecen de retretes con las mínimas condiciones de salubridad e higiene. El 40% de la población mundial. Y que, por ello, además de poner en riesgo su salud, carecen de dignidad. Porque la higiene es un derecho humano. Y la dignidad es el fundamento indiscutible de los derechos humanos.

Los datos que hoy manejamos, son sonrojantes. Porque 673 millones de personas en nuestro planeta, aún defecan al aire libre. No tienen ningún tipo de retrete. Si a ello le sumamos los 3.000 millones no tienen dispositivos para lavarse las manos, podremos entender mejor hasta donde llega el riesgo de epidemia higiénica. Y las nefastas secuelas de la ausencia de dignidad.

En el primer caso, la epidemia se llama diarrea: casi medio millón de muertes anuales. En el segundo, corremos el peligro de incumplir el sexto Objetivo de Desarrollo Sostenible, que tiene como objetivo garantizar higiene y agua para todos en 2030. O hay financiación, o no se cumple. Financiación para retretes y por supuesto para “comprar” dignidad.

Así, la conmemoración de este día mundial liga la omnipresencia del retrete con el cumplimiento de un objetivo, el sexto de los de desarrollo sostenible. Importante reto y gran responsabilidad, es lograr el acceso universal al agua y al saneamiento para el año 2030, garantizando una gestión sostenible de los recursos hídricos.

Repasemos la repercusión de la presencia o ausencia del retrete en la historia:

Respecto al pasado, es importante saber que en los dos siglos que llevamos usando el retrete, la esperanza media de vida ha aumentado veinte años. Solo con esta cifra, ya deberíamos convencernos de la importancia de continuar con la tarea de ir aumentando su número hasta llegar a la cobertura total.

En el presente, una sorpresa. En nuestro pequeño mundo actual hay más personas con teléfono móvil que con acceso al inodoro. Increíble, pero cierto.

¿Y qué esperamos del futuro?  Será, en este caso, futuro del agua en estado puro. En lo que al ámbito del retrete se refiere, hay que garantizar el acceso equitativo para todos a servicios adecuados de saneamiento e higiene. Ello exige que, en solo 10 años, quede eliminada en la práctica la defecación al aire libre. Además, este hito histórico contribuirá a mejorar la calidad del agua al reducir la contaminación y potenciar la reutilización saludable de las aguas residuales una vez tratadas. Mientras llega, debemos recordar que, por cada euro invertido en agua y saneamiento, hay un retorno de 4,30 euros en forma de costos reducidos de atención médica en todo el mundo.

Pero centrémonos en el ahora. Los datos más fidedignos nos informan que, hoy por hoy, menos de la mitad de los 152 países que padecen este problema, están actuando para resolverlo. Por supuesto que esas actuaciones son casi testimoniales o nulas en zonas rurales con poblaciones muy vulnerables. Los pobres, tardarán en disponer de retrete, si no se aumenta el ritmo de actuación.

Y continuarán con la indigna lacra de compartir las instalaciones sanitarias con los inquilinos de otras viviendas. Además, su contacto con heces será inevitable, porque no estará garantizada su eliminación inocua para la salud. La única solución aceptable es disponer de inodoros (manuales o automáticos) conectados a una red de saneamiento. Si no es posible, solo quedan tres opciones saludables: fosa séptica, letrinas con tapa hermética o retretes de compostaje.

Cuando estas soluciones no existen, la dignidad humana se diluye hasta desaparecer. Es el caso de los campamentos de refugiados o de las aldeas dejadas de la mano de Dios. La enfermedad o la huida, son las dos únicas opciones cuando no hay retrete. En el primer caso, 300.000 niños menores de 5 años se van de este mundo cada año a causa de la diarrea.

Aunque muchísimos más quedan afectados de por vida en su desarrollo físico, con enfermedades digestivas crónicas, e intelectual. Por este motivo, muchos días no van a la escuela. Y las secuelas para su intelecto son letales. También son físicas, sobre todo en las niñas durante la época de la menstruación, porque sus escuelas carecen de instalaciones adecuadas. En su caso, muchas esperan a la noche para hacer sus necesidades, ya que en el colegio las deberían hacer al aire libre. Y este hecho provoca riesgo de ataques violentos y agresiones sexuales.

Si en los niños, el panorama es desolador, para los adultos, no es menos grave. Porque su productividad laboral se ve muy disminuida y el absentismo crece exponencialmente.  Además, aunque vayan a trabajar, es muy difícil mantener la concentración y evitar el cansancio. Todo ello, lleva a una pérdida de productividad inasumible para la empresa, para el trabajador y para el país.

Por último, la ausencia de retretes adecuados provoca también daños ambientales incalculables al contaminar el entorno y fomentar las pandemias.

Aunque parezca mentira, todavía existen motivos de discriminación que impiden a determinadas personas o colectivos el acceso igualitario a los sistemas de saneamiento. No lo pueden hacer por motivos de género, raza, etnia, religión. También por razón de casta, idioma o  nacionalidad. Sin olvidar los que lo achacan a su discapacidad, edad y estado de salud. O los inducidos por lugar de residencia y situación económica y social.

Veamos las propuestas de actuación que dan contenido a la presente edición del Día Mundial del retrete. Las que nos deben llevar al futuro «sin olvidar a nadie». La primera es dejar de mirar para otro lado cuando vemos un sistema de saneamiento. Derribar de una vez por todas los tabúes.  Solo así conseguiremos entre todos incluir a los marginados e ignorados, porque su problema es de muy difícil solución. Hay que solucionarlo, porque se trata de su salud. Por eso necesitan disfrutar del derecho humano al saneamiento adecuado. Y solo lo conseguirán disponiendo de un retrete seguro. Así, se alcanzará también el objetivo de bienestar en toda su comunidad. Y sus miembros recuperarán la dignidad. Porque no puede haber saneamiento exitoso si alguien se queda sin acceder a él

Dar por sentado que solo los más favorecidos por la vida tienen acceso a servicios de agua y saneamiento e higiene de alta calidad a precios bajos o muy bajos, es una idea a descartar de nuestra conciencia. Asumir sin discusión que las personas más desfavorecidas paguen un elevadísimo precio por ello, es inaceptable hoy en día.

Si nos fijamos solo en la productividad, las enfermedades causadas por el consumo de agua contaminada o por la presencia de sistemas de saneamiento obsoletos, causan una pérdida de productividad de hasta el 5% del PIB. Y cada euro o dólar invertido en saneamiento básico en áreas urbanas produce un retorno multiplicado por 2.5. El que resulta del ahorro inherente a necesitar menos de los servicios médicos y de una mayor productividad laboral.

Lo mejor es que esta cantidad se duplica en zonas rurales y se convierte en un 5 por uno. Además, cada vez hay más sistemas de saneamiento en el mundo y por ello, más personas que trabajan en ellos. Cerca del agua “sucia”. Hay que acordarse también de riesgo al estar expuestos a las lesiones, a la asfixia o a los patógenos que su actividad laboral conlleva patógenos.

Lo que con esta jornada reivindicativa de retretes para todos se quiere hacer llegar es que los sistemas de saneamiento deben garantizar su presencia cerca de las personas marginadas. Hay que oírlas y atenderlas. Para ello, el derecho a la higiene debe ser reconocido como un derecho universal en los marcos legales y regulatorios. Aumentando significativamente los recursos destinados a su financiación y asignarlos a las personas que más lo necesitan.

Porque no es admisible que 1.500 millones de personas en todo el mundo estén infectadas con helmintos transmitidos por el suelo. Esto se erradicaría totalmente con retretes adecuados conectados a redes de saneamiento seguras.

No podemos olvidar el drama higiénico de los refugiados. Hablamos de 71 millones de personas que han salido corriendo de sus casas a causa de guerras y se han hacinado en campos sin instalaciones adecuadas. Porque de todos ellos, solo el 17% tiene acceso a instalaciones de saneamiento seguro. Mientras que la media mundial de población con acceso a sistemas de saneamiento es del 45%

Tenemos un año por delante, hasta la celebración del próximo día mundial del retrete 2020 para poner nuestro granito de arena y comprometernos en convertir el saneamiento en una prioridad política y financiera de Estados, socios privados y partes interesadas locales y nacionales

Considerando el sector de saneamiento como una cadena en la que deben cuidarse al máximo. Y sus eslabones para evitar que se rompa: recursos humanos, tecnológicos y financieros; evacuación, transporte, vertido y reutilización. Junto con la experiencia, tratamiento de la información y educación.

Cada eslabón debe estar perfectamente diseñado para garantizar el cumplimiento del objetivo. Hay que evitar cualquier dispersión o fuga de aguas residuales al medio. Y convertirlas en un recurso de valor, como recurso hídrico, que genera empleo. No debe olvidarse el eslabón institucional- legislativo. Solo él  permitirá revestir de autoridad a las administraciones locales y otorgarles más medios gestionar mejor.

Garantizar una gestión sostenible (organizacional y económica) y equitativa del servicio, que involucre a todas las partes interesadas (población e industria), garantizando el acceso a los más necesitados, aumentando la conciencia pública y promoviendo mejores prácticas y comportamiento, porque todo se inicia en la administración local

Nos despedimos recordando las palabras de la nigeriana Amina J. Mohammed Vicesecretaria General de Naciones Unidas: Tenemos las herramientas ¡hagamos que suceda!

Lorenzo Correa

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