Los ríos humanos son como una montaña rusa. Hoy secos, mañana desbordados, tan pronto están arriba del todo de agua, como descienden hacia la extrema sequedad. Hace poco, el otoño nos trajo una avenida. Y el río se desbordó
El proceso es vertiginoso, como el funcionamiento de la montaña rusa. El cauce se ve sin agua hoy, y mañana se expande hasta inundar todo el espacio fluvial. Esto acaba de pasar por aquí. Una vez más. Como casi siempre, ha habido desgracias personales y pérdidas cuantiosas. Los ribereños y transeúntes afectados han vuelto a quejarse amargamente de las secuelas de la avenida. Se buscan culpables y la rabia es la emoción dominante en la zona inundada.
Pasa el tiempo y la avenida se olvida. Y poco a poco, el cauce seco va atrayendo de nuevo a usuarios de vados y puentes. También a canalizadores que lo utilizan para aprovechar su pendiente natural y su ausencia de propietario concreto.
A veces, algún terreno de la ribera se anima a ser urbanizado o edificado. O se ubica en sus contornos inundables un parque fluvial. Es todo tan humano como el río.
En nuestro humano río de hoy, acaba de pasar la avenida. Un amigo que sabe de ríos, nos envía las fotos que ilustran estas humanas letras. Las vimos, como ahora las ven ustedes y nos hicieron pensar.
Pocos días después de la avenida, el río se ve feo, desolado, invadido por rocas, gravas y restos vegetales depositados en su lecho. Las márgenes violadas o muy afectadas en su vegetación de ribera y estructura resistente. El escenario idílico del río divino, aquí es otro más humano. Pero es tan paisaje fluvial como el primero. Tan real, como el soñado por todos los que imaginan un río divino.
Por eso nos asombramos de que el paisaje después de la avenida no quede en nuestra mente grabado con imágenes de fuego. Para que no lo olvidemos nunca. Y aceptemos que esto también es río. Que el río, como la montaña rusa, provoca placeres y sustos. Buenos y malos ratos.
Por eso, si tan normal es saber lo que nos puede pasar cuando nos subimos a la tracción de feria, también debería serlo cuando nos acercamos y “usamos” un espacio fluvial.
Que nadie olvide el paisaje después de la avenida. Para aceptarlo, respetarlo y aprender de su aspecto. Porque “eso” también es río
Lorenzo Correa
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