Los meandros de ríos caudalosos aportan la mejor ubicación posible para situar una gran fábrica.
Entonces, el río asciende de categoría. Ya es un río con fábrica. Claro que los propietarios también pueden afirmar que su fábrica tiene río. Y todos tienen razón.
Los ríos con fábrica disponen de un “attrezzo” que sus colegas naturales no tienen. Tiene sus propios decorados. Como esta pasarela- mirador que podemos observar en la foto de hoy.
Cuando los obreros se trasladan de un lugar a otro de la fábrica, pueden detenerse unos segundos para contemplar el río, que es su río. Así se relajan algo, que siempre viene bien para seguir trabajando con alegría y dedicación.
Alguno afirma que le ha parecido ver hasta un salmón de los que pueblan, o repueblan, el río en zonas donde no hay fábrica. Y así nuestro río de hoy, el río de la fábrica, puede enorgullecerse de tener más de un decorado. El de los salmones y la vegetación de ribera y el de la fábrica.
En el primero, se deleitan los pescadores y los paseantes. Es un esplendo natural, con alicientes para la pesca de especies autóctonas reintroducidas. Por ello, significa que la naturaleza fluvial ha ganado un pulso a la fábrica. Y ha recuperado lo que la revolución industrial le quitó.
Pero en el segundo, la fábrica es la que decora el escenario. En él, a veces algún oteador del río crea ver un salmón entre muros y sonidos metálicos. Es la suerte de algunos ríos con fábrica.
Cuando cruces algunos mientras trabajas en la tuya, detente un momento. A ver si un salmón despistado te da la sorpresa. Ya sabemos que hasta ahí no llegan, porque el río humano tiene muchas presas en su cauce. Pero nunca se sabe cuándo se puede producir el milagro en un río con fábrica. Atentos, por si acaso.
Lorenzo Correa
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