El futuro del agua, entre las bombas y la salud


Hace poco, leímos en la prensa hidráulica una anécdota protagonizada por el Dr. Andrew Hayward, profesor de la Universidad de Nottingham. En una conferencia dirigida a estudiantes de la facultad de medicina, futuros profesionales de la salud,  formuló una sencilla pregunta.  ¿Estudiáis medicina para salvar vidas? Lógicamente, todos los estudiantes contestaron que sí. Y el profesor les dijo: Pues entonces, sugiero que renunciéis a estudiar en esta facultad y que comencéis a estudiar ingeniería del agua.

La reflexión que dimana de esta conversación es muy interesante: la medicina ha conseguido erradicar en los últimos siglos terribles enfermedades, como la viruela. Por suerte, han disminuido enormemente los riesgos para la salud en nuestro planeta.

Sin embargo, como constata la Oficina Estadounidense de Ciencia y Tecnología, el 90% de las enfermedades del mundo siguen teniendo relación con el agua. Por eso, cuatro de cada cinco muertes en los países en vías de desarrollo se producen a causa del estado del agua. Esto lo saben muy bien quienes se preocupan por la salud de los seis millones de personas mueren cada año a causa del uso y la ingestión de agua contaminada. De ahí la recomendación del profesor. Porque la ingeniería sanitaria y sus avances son la clave del futuro del agua

El reto se extiende también a los países desarrollados. Ellos tienen que luchar sin tregua contra la fragilidad y la rigidez de envejecidas e insuficientemente mantenidas redes de abastecimiento y saneamiento. Además, su precario estado, genera incomodidades y problemas. Por un lado, no es posible cubrir con suficientes garantías la totalidad de la demanda. Y por el otro, aumenta constantemente la contaminación de las masas de agua superficiales, subterráneas o marinas a las que acaba vertiéndose el agua utilizada.

También la demanda del agua embotellada aumenta sin parar. Ello es un claro indicador de la desconfianza del usuario hacia el recurso que se suministra desde las redes de abastecimiento. Porque exige agua- salud. Otro indicador no menos importante es el aumento también imparable de la instalación de aparatos purificadores de agua en los domicilios. Eliminar la sensación de falta de confianza es tan difícil como caro. Y a muchos políticos les afecta, porque sin confianza, pierden el poder.

Todos queremos aumentar nuestra calidad de vida. Y por ello, los legisladores aumentan la seguridad cualitativa del agua. Afinan los estándares de la considerada potable e identifican, con ayuda de las nuevas tecnologías, nuevos agentes patógenos y contaminantes que deben eliminarse. Porque la salud es la mayor garantía de calidad de vida.

Los recursos brutos escasean por el aumento y ubicación de los consumidores. Si en 1950 sólo había dos ciudades en el mundo con más de ocho millones de personas, hoy ya hay 23  con más de 10 millones de habitantes. Y de  ellas, ¡18!,  están en países en vías de desarrollo. El resultado es que, en 2030, la población urbana duplicará a la de las zonas rurales. Y esto supone una tasa de crecimiento urbano del 160%. Pero no dispondrán de agua suficiente en su lugar de residencia, pues la mayoría de las megápolis se ubican en zonas con pocos recursos de agua naturales. Ni tampoco dispondrán de instalaciones de depuración adecuadas

El dato estremecedor que ensombrece el futuro del agua es que en solo 15 años pasaremos de tener 300 millones de personas en la tierra viviendo en zonas de gran escasez de agua a tener tres mil millones de personas en ellas. ¿Cómo estará su salud?

Otro dato, no menos preocupante, es que el volumen de agua dulce disponible (1% del total), se mantendrá constante. Pero el 99% del agua existente es agua salada en los océanos o es agua dulce no disponible. La que se encuentra en los casquetes polares, en el suelo,  o en forma de nieve o vapor.

¿Dónde actuar? Lo lógico es actuar primero en el ámbito que gasta el 70% del agua del mundo. Y ese es el agrícola. Allí hay que combatir el riego ineficiente, extendido por lugares tan dispares en cuanto a “cultura del agua” como California, Texas o Sudán. Y corregir malas prácticas agrícolas. Sin olvidar la eliminación de subvenciones al coste del agua. Porque con ellas, no se conoce su valor real y no se proporciona ningún incentivo para el ahorro.

Además, hay que informar de paradojas chocantes. Una de ellas: mientras que la agricultura utiliza el 70% del agua del mundo, ciudades a pocos cientos de km de distancia de las zonas regadas, a menudo sufren por la escasez y los altos precios.

Otra. ¿Qué sentido tiene, por ejemplo, que los agricultores en el Valle Imperial de California paguen $ 1250 por 1000 m³ de agua, mientras que el agua residencial en el sur de California cuesta $ 350 por el mismo volumen de agua?

Se está pagando 30 veces más si el agua se destina a una vivienda que si se destina a regar campos de cultivo. Y el único sobrecoste de uno a otro uso es el de la potabilización, que en ningún caso multiplica por 30 el coste del agua de riego.

La agricultura es un sector de actuación importante, pero no es el único. La industria también necesita de un nuevo enfoque en su uso del agua. En las principales industrias del mundo, el agua se aporta cuando se inician los procesos industriales y al finalizarlos, se desecha, eliminando así un valioso recurso renovable.

También debemos saber que  fabricar de un coche completo requiere 39 m³ de agua o que un barril de crudo necesita 6,8 m³ o que una tonelada de acero, 234 m³… o que un modesto semiconductor necesita 11 m³ de agua

Y de la agricultura se deriva la alimentación. Y la salud. El producto agrícola listo para el consumo está repleto de “agua virtual” (la que se ha necesitado para fabricarlo). Un kg de pan o de arroz suponen dos metros cúbicos de agua para “fabricarlos” en cada caso, es decir, dos toneladas de agua….

Si seguimos añadiendo sectores de uso, nos toca investigar qué sucede en las redes de abastecimiento. En esas kilométricas canalizaciones de tuberías que permiten que el agua llegue a nuestro domicilio. Los datos en este sector, tampoco son tranquilizadores. En promedio, solo un 40% del agua que circula por ellas llega al grifo en los países en vías de desarrollo. El resto se “pierde” por robo, fugas en las canalizaciones, corrupción o envejecimiento sin mantenimiento adecuado de la red

Sea cual sea la causa, todos perdemos. Hasta la salud

ENERGÍA PARA FILTRADO Y TRANSPORTE

Cualquier solución que quiera implementarse (y hay muchísimas), pasa por la necesidad de consumir energía. Para para depurar más y mejor o para mover el agua de un lugar a otro. Filtrado para “limpiar” el agua. También para poderla beber y para purificarla una vez usada. Y transporte, para poderla llevar a donde se necesite. Son los dos conceptos básicos y ambos exigen cada vez más energía. El bombeo es la herramienta. La salud, el objetivo

Pero la energía es cara en todas partes y es cada vez más escasa. El Electric Power Research Institute estima que en 2050, el mundo necesitará 7.000 GW de generación eléctrica adicional solo para “limpiar” el agua. Si el volumen total de energía disponible hoy a nivel mundial es de 3.000 GW, ¿tenemos recursos para conseguir llegar a la cifra citada? Probablemente no. Por eso, confiar en continuar produciendo cada vez más energía eléctrica no es la solución. Necesitamos innovación en la eficiencia y en la tecnología.

EL BOMBEO ES EL PROBLEMA Y TAMBIÉN LA SOLUCIÓN

El punto crítico, que nos define donde hay que actuar, son las estaciones de bombeo. Si observamos el funcionamiento de una instalación tipo, con bombas de 56 kW que arrancan y paran cuando se les ordena, comprobaremos que este ciclo es muy caro, tanto en lo que se refiere al mantenimiento de los motores como a la energía necesaria para su funcionamiento.

Por eso las “nuevas estaciones de bombeo”, utilizarían en nuestro caso una bomba de 26 kW funcionando constantemente. Y otra de mayor potencia, para cubrir los picos de demanda. Los resultados son sorprendentes. Porque se requiere un 50% menos de mantenimiento y un 21% menos de electricidad.

Además, el 70% del coste total de las bombas durante su vida útil se destina a pagar la energía que consumen. Por eso, la importancia de estos avances tecnológicos se hace evidente. Porque solo en los Estados Unidos, el bombeo de las redes y estaciones de aguas residuales consume el 3% de la electricidad del país. El potencial de ahorro es obvio y repercute directamente en la utilización de los presupuestos no gastados en estos conceptos. Así las cosas, se podrían destinar a actuaciones que permitan que más personas tengan agua a un coste razonable.

La economía de todos los países en vías de desarrollo tiene siempre como lastre la energía disponible. Economías de rápido crecimiento, como China o la India, la necesitan para satisfacer tanto las necesidades industriales como las de los ciudadanos.

EL EJEMPLO DE CHINA NO ES APLICABLE AL TERCER MUNDO

Cuando la variabilidad del clima nos lleva al extremo, caso de la sequía, la gestión del agua se tambalea. En la última gran sequía que afectó al norte de China, aprendimos mucho. Se comenzaron a desarrollar soluciones tecnológicas más eficientes y se elevó el precio del agua. Así se redujo la contaminación. Porque la industria china consume diez veces más agua que la industria del primer mundo. Y mientras que dos tercios de las ciudades chinas padecen escasez de agua, el 90% de los ríos están contaminados y el 20% de agua en China se pierde por fugas. Un problema enorme, que repercute en la salud.

Por eso, los chinos descartan ya la solución providencial de la persona o administración que surge y lo arregla todo. Y aplican la voluntad de innovar. Han comenzado por aumentar el precio del agua por primera vez desde 1949 para fomentar un uso más racional del recurso. Y han apostado fuerte por la desalinización, una de las opciones de los países con mercados emergentes y de los que poseen economías desarrolladas. Aunque no lo sea tanto todavía para los países pobres del «tercer mundo». Porque aún la complejidad de la tecnología requerida es mucha y consume mucha energía.

Pero los chinos ya saben por qué los países desarrollados han apostado por esta técnica. Porque las nuevas tecnologías de las membranas de ósmosis inversa hacen que cada vez sea menos dependiente de la energía. Y ello se traduce en una constante reducción de los costes de agua.

Como ejemplo, si comparamos costes entre 1991 y 2003, el ahorro es enorme: de $ 1,5 por m³ en Santa Bárbara a $ 0,4 por m³ en Singapur. Y en Kuwait ya funciona una planta que producirá 114.000 m³/día a un aprecio más reducido todavía. Menos coste, más salud

LA PEDAGOGÍA DEL COSTE DEL AGUA COMO ASIGNATURA PENDIENTE

A pesar de todos los avances notables, todavía hay poca comprensión pública de los riesgos de continuar aplicando el modelo de gestión convencional del agua. En la mayoría de los países, el agua aún no se vende a «valor de mercado».

Se continúa subvencionando y así no es posible tener conciencia de su valor real. Hace falta una férrea voluntad política para decidir ofrecer agua a valor de mercado por la via del PPP. Para que se establezca una conexión directa entre el coste de producción de un bien y lo que la gente paga por ello. Si no es así, solo se consigue despilfarro e ineficiencia: recurso subestimado, recurso desperdiciado. Y al final, son los más pobres y los más desvalidos quienes pagan el pato perdiendo su salud y careciendo del mínimo caudal necesario para vivir con dignidad.

Si aplicamos el cuento a los países desarrollados, más paradojas. La del precio de la botella de agua que llevamos encima cuando salimos a correr. Porque es entre seis y diez veces más cara que el precio de la gasolina. Y ella es casi el producto que más personas consideran muy caro hoy en día.

Al final, hay que ser capaz de enfocar el problema globalmente. Y reconocer que el problema del agua no se soluciona a nivel local. La productividad local de una cadena de suministro ya está afectando a las economías de todo el mundo. Pues  con mayor motivo la interdependencia de las cuestiones relacionadas con el agua debe enfocarse como un problema mundial.

El agua es mater amantísima. Pero también severa madrastra. ¿Queremos llegar a ser los dueños de nuestro destino como gestores del agua en este «siglo del agua»?.  Pues deberemos cambiar las creencias obsoletas que aún nos dominan acerca de este valioso recurso. Porque es patrimonio de toda la humanidad. Y garantía de su salud

Lorenzo Correa

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