El libro de los paisajes del argentino Leopoldo Lugones contiene muchos versos dedicados al mar. Y a las olas grises. Elegimos uno de ellos, para volver a invitar a Leopoldo a nuestro miércoles poético del agua.

Se trata del poema “Olas grises”, que nos enfrenta a un frente ondulante y poético en el mar de los sueños. Además, en el libro lo acompañan “Viento y olas” y “Olas quietas”. Un trío undívago que aporta serenidad y tristeza. Y ulula en nuestro oído, recordando vagamente la vida agitada del poeta.

¿Habéis contemplado alguna vez la lluvia en el mar? Seguro que sí. Por eso entenderéis mejor cómo las olas grises excitan la sensibilidad del poeta. Porque las olas son agua y el agua es sentimiento. Aunque sean grises, como las del poema.

Como llueve sobre el mar, también llueve en el interior del espectador. Y en del poeta, por supuesto. La lluvia abrillanta las olas grises generada por el viento. Más alta cuanto mayor es su celeridad, cuanto más lejos está el punto en el que se generó.

Y su grisura se envuelve en lamentos también grises. Los que el poeta bautiza como gemidos de la brisa. Esos mismos que a todos nos atormentan desde el pasado. Entonces, irrumpe la tristeza en el escenario. Ola a ola, la alegría se desvanece y el día se ve impulsado hacia la noche por esa lluvia lánguida y triste.

La lluvia es para el poeta una excusa para describir esas olas grises que acercan a la condición humana hacia el abismo. Melancolía en nuestra imagen de portada de un día lluvioso en la panameña bahía de Portobelo. Grisura y sopor al contemplar la naturaleza en su cara más oscura. La que refleja la soledad del alma.

En esa tesitura el humano, como Lugones, llora. Y sus lágrimas se convierten en olas grises que transitan el océano. Una vez más, la poesía de Lugones funde agua, naturaleza y sentimientos. Cabalguemos hacia la alegría del futuro del agua con las olas. Aunque sean grises. Que ya saldrá el sol.

 

Lorenzo Correa

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