¿Qué hace ese marco gris en la desembocadura?


No hay desembocadura sin playa en los mares sin potentes mareas. En ellos, los ríos “divinos”, los que tienen mucha cuenca, forman deltas. Y los ríos humanos, modestas, aunque atractivas, playas.

Es el caso de nuestro río humano de hoy. En su desembocadura ha habido que ingeniárselas, para que la playa siga siendo tan atractiva para el bañista como cualquier otra. Porque las playas con desembocaduras invisibles, son mucho más valoradas por el turista.

Pero cuando el cauce está ya hundido, al ser devorado por el urbanismo, y su cuenca es chiquita pero matona, hay que actuar.

Los bañistas que plácidamente disfrutan de un día de verano en la playa de la foto, miran al cielo y al mar. ¿Qué verían si miraran hacia esa especie de cajón-cueva que tiene a su espalda?

¿Qué se esconde tras la negra pantalla del marco de la desembocadura? Un río humano que acaba su andadura en un municipio costero de lindas playas. ¿Cómo no aprovechar la belleza del paisaje natural costero para atraer al turismo estival?

Tan loable intención, exige solucionar antes la conexión natural del cauce con el mar. Urbanizar las calles para los turistas y vecinos supone casi siempre sumergir al río en la oscuridad. Enterrando con un cajón de hormigón armado sus vergüenzas. Al cabo de unos años, ya nadie se acuerda de que ahí hubo un cauce.

Y los turistas miran de reojo en la playa ese marco gris y su oscuro fondo, imaginando escenarios de fundido en negro. ¿Qué habrá ahí?  preguntará algún niño mientras erige sus castillos de arena en la desembocadura playera?

Pues hay ciencia y creatividad para que cuando llegue la tormenta el agua alcance el mar sin afectar como antes a los ribereños urbanos. Porque antes no había garajes subterráneos ni estrechas calles envueltas en modernos edificios de apartamentos. Por eso ahora, la inundación es peor para la gente. Hay más personas, más coches y más pueblo impermeabilizado.

Y al final, en la desembocadura, la playa. Gracias al gris marco y a la escollera que le flanquea, se puede usar la playa más tiempo. Y el agua está más limpia, aunque llueva. Pero, eso sí, cuando amenace la tormenta, todos fuera de la arena. Porque el río volverá a ser quien fue, aunque solo pueda demostrarlo en la playa.

 

Lorenzo Correa

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