El cambio climático enfurece a los huracanes. Y las consecuencias pueden ser terribles


Como todos los años, nos han visitado los huracanes. Cuando lo hacen, nos recuerdan el final del  verano en el hemisferio norte. En el cálido agosto, millones de personas se relajan en playas y montañas tomado el sol y respirando aire puro. Pero, con sigilo y de manera casi imperceptible, la naturaleza comienza en ese mes a “fabricar” huracanes. Porque siempre, después de la calma, llega la tempestad.

La ciencia estudia estos fenómenos con cada vez más interés. Y les dedica tiempo, trabajo y dinero. Tanto, como se merecen estos sucesos que cada vez suponen unas afecciones mayores a las personas y a sus bienes.

Es curioso observar, justicia poética, el viaje ÁfricaEEUU del huracán. Porque la empobrecida y necesitada África, genera el 60% de los ciclones tropicales y el 85% de los huracanes y envía sus vientos y lluvias torrenciales a muchos países. Pero la que más se difunde en los noticiarios es la próspera Norteamérica. Hay más rutas, por supuesto. Aunque esta sea la más divulgada urbi et orbi.

Cada año, nuevos nombres asociados a la catástrofe, entran en nuestros hogares. Onomásticos del huracán: Florence arrasó las Bahamas, paseó por Florida y pasó a mejor vida en Canadá. Harvey e Irma quedaron mucho tiempo en nuestra memoria. Porque no hemos podido olvidar lo que arrasaron hace tres años. Los tifones en Asia, también devastan regiones. Es la cara huracanada de septiembre.

La pregunta que todos nos hacemos, surge espontánea. Porque cada vez nos muestran catástrofes peores. Y más personas lo pierden todo o mueren por el huracán. ¿Tendrá que ver esta percepción de crecientes desastres con el cambio climático?

Los cuidados y fundamentados reportajes de National Geographic, lo tienen claro: Aunque no existe un consenso sobre si el cambio climático provocará un aumento en el número de huracanes, se espera que los próximos años las temperaturas del agua del mar sigan aumentando y que esto pueda intensificar sus impactos, aunque no su frecuencia.

Buen dato de partida. Pero, ¿esto es lo que opina también la ciencia?

Las estadísticas proclaman que la intensidad de los huracanes atlánticos es cada vez mayor, sobre todo, desde 2008. Esta tendencia negativa lleva a los desastrólogos a tener miedo. Piensan que lo peor está aún por llegar

Se sospecha que la consecuencia directa del calentamiento global, en el caso del huracán, es la de un incremento en la virulencia de estos fenómenos. Y, algo aún peor, a una disminución de su velocidad de avance.

Es peor, porque un episodio de lluvias intensas se caracteriza normalmente por no quedarse fijo mucho tiempo sobre el mismo lugar. En cualquier caso, sean cortas o largas, lo que interesa es conocer su intensidad, y definir las conocidas curvas de Intensidad-Duración-Frecuencia. Uno de los datos más interesantes serán las intensidades máximas para determinados períodos de duración. En ese conocimiento radica la posibilidad de diseñar correctamente las obras de drenaje y, sobre todo, de conocer los riesgos asociados a estas tres variables.

Por eso, saber cuál es la duración de un episodio de una intensidad concreta en un determinado lugar, permitirá, conociendo la frecuencia de su ocurrencia, planificar. Por un lado, el diseño de las obras de drenaje antes aludidas y por otro, las vías de escape seguras.

Como es evidente deducir, si la duración del episodio de máxima intensidad es mucho mayor de lo esperado, la inundación es segura y la capacidad de resolver el problema por parte de las redes drenaje, acaba siendo nula.

Y como el huracán es la tormenta perfecta, la disminución de su velocidad de avance, provoca que suceda lo que se acaba de exponer. De ahí viene la preocupación de los expertos en la materia.

Los datos sobre los que se cimienta esta impresión negativa se están haciendo públicos en todos los medios de comunicación. La alarma de moda en esta época de huracanes, es la que suena tras encontrar indicios serios de que el aumento global de la temperatura está directamente relacionado con la pérdida continua de velocidad del desplazamiento del huracán.

Revistas tan respetadas como Nature, informan de un 10% de disminución de la velocidad en el movimiento de ciclones en los últimos 70 años. En concreto, los del Atlántico Norte pierden un 10% de su velocidad al tocar tierra. Harvey, en 2018 y Florence un año después, cumplieron la regla.

Además, no solo viajan con más lentitud, sino que además se desplazan hacia el polo en su deriva. La tesis de que el calentamiento global ha provocado que los ciclones lleguen a poseer su máxima intensidad en una latitud distante de la “normal”. Porque la deriva de los huracanes se desplaza hacia el polo 53 km cada década en el hemisferio norte y 62 km en el hemisferio sur. Sorprendentemente, se va alejando de los trópicos. Y ya hay indicios de que también sucede en el Pacífico y el sur del Índico.

La consecuencia directa, si esto se confirma es que las regiones más alejadas del ecuador recibirían la visita de intensas tormentas, mientras que las más cercanas, conocerían de cerca los episodios prolongados de sequía. Se acabaría la humedad tropical.

Por si pocas cosas tuvieran al terrícola preocupado, aquí tenemos una más: la relación directa entre la subida de la temperatura y el aumento de la capacidad destructiva del huracán.

Los defensores de esta tesis, se basan en los resultados de los estudios realizados en los últimos tiempos en este campo de investigación, que van siendo publicados en revistas científicas. Hasta hoy, ya se han publicado unos 200 estudios científicos sobre la atribución de eventos extremos al cambio climático.

Un estudio encontró que la temporada de huracanes inusualmente activa de 2014 en las islas hawaianas era mucho más probable debido al calentamiento inducido por los humanos.

Otro, que se centra en el área del Pacífico norte occidental, señala que la energía extrema de la actividad ciclónica de 2015 fue causada en gran medida por el calentamiento de la superficie del mar en el Océano Pacífico, y el calentamiento inducido por los humanos aumentó su probabilidad de ocurrencia.

Pero hay más. Por ejemplo, el que se refiere al huracán Harvey del año 2018  y las lluvias en  Houston. Se registró un aumento del 38 % debido a factores derivados del cambio climático, con el consiguiente incremento de la humedad relativa del aire.

Porque antes de que Harvey iniciara su viaje, la caldera oceánica en el área del Golfo de México registraba una temperatura nunca medida hasta entonces. Cuando el huracán se presentó, la evaporación transfirió el calor a la atmósfera en forma de humedad. Gota fría o DANA. La cuestión es que las lluvias torrenciales fueron más intensas que nunca. Y muchos dicen que la culpa es de los humanos por provocar el calentamiento global. Claro que otros dicen que es debido a un comportamiento cíclico de la Naturaleza. El que supone que ahora Groenlandia parezca que quiera volver a ser verde.

En cualquier caso, los que han estudiado Harvey, predijeron que Florence provocaría lluvias superiores en un 50% a las esperadas por un huracán de sus características.

Por todo ello, el último informe de la Evaluación Nacional del Clima de EEUU indica que, desde 1980, la intensidad, frecuencia y duración de los huracanes en el Atlántico Norte no para de incrementarse. Lo mismo ocurre con frecuencia de los huracanes más potentes.

Lo malo es que profetizan que todo irá a peor. Hacia un aumento de la temperatura global de 2º y una precipitación media superior a un 10% a la actual en un radio de 100 km desde el núcleo del huracán

De estas fatídicas previsiones se desprende que los huracanes producirán efectos más devastadores, aunque su frecuencia sea la misma. Lo que se traduce en peores inundaciones y en mayores carreras de marea, ya que aumentará el nivel del mar. Letal para las ciudades costeras, que son en este caso las más vulnerables. Porque, además, están más pobladas y urbanizadas que nunca

La realidad es terca. Las temperaturas aumentan constantemente en la Tierra. Puede haber localmente episodios de bajas temperaturas, pero la tendencia global es al alza. Sin ir más lejos, recordemos la intensa ola de calor actual de Australia o la sequía extrema de Chile

Por su parte, el Ártico se está calentando mucho más deprisa que la media global. Y estas elevadas temperaturas influyen en la velocidad del viento que impulsa el chorro polar oeste-este.

La consecuencia es que, si el chorro es más lento, el frío polar no se queda en el Ártico. Toma el camino directo hacia Estados Unidos, provocando olas de frío. Mientras los osos polares se ponen a la sombra, los estadounidenses se abrigan cada vez más.

De ahí que se investigue con creciente intensidad el impacto que un calentamiento del Ártico puede ocasionar en latitudes más bajas. Pero nuestra comprensión de la conexión entre el calentamiento del Ártico y el clima extremo todavía está evolucionando.

La duda más acuciante es la de si las temperaturas cálidas del Ártico son solo un efecto del cambio climático. Porque el calentamiento futuro de la atmósfera superior sobre los trópicos, podría contrarrestar los efectos en latitudes medias. Eso provocaría un tira y afloja entre varios impactos climáticos. Además, hay un informe de la World Weather Attribution (WWA) que descubrió algo importante. Fue que la ola de frío de dos semanas que afectó al noreste de EEUU a finales de 2017, no se intensificó. Por culpa del calentamiento del Ártico. Y que, en realidad, no se sabe por qué

Por eso, la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) ha hablado. Para decir que  hay muchas preguntas sin respuesta en el porqué del calentamiento del Ártico. Y que hay que estudiarlo a fondo. Durante muchos años

Incertidumbres del clima que repercuten directamente sobre el futuro del agua. Porque desde la otra cara de la moneda de la investigación, sabemos más cosas. Resulta que 31.487 científicos estadounidenses firmaron la Global Warming Petition Project. Y en ella, se pone en entredicho la versión Al Gore y se postula la teoría de que los ciclos solares son en gran parte responsables de los períodos de calentamiento en la Tierra.

Seguiremos con interés la batalla planteada en este candente aspecto. Mientras tanto, los huracanes van avanzando cada vez más despacio. Y sus efectos devastadores se van multiplicando por doquier.

 

Lorenzo Correa

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