Médico rural argentino y poeta. Baldomero Fernández Moreno nos entrega para su publicación uno de sus poemas sobre la tormenta. Sutil, como toda su poesía, el vate se adelanta a la tormenta en una ansiosa espera del agua. Fue un experimentado narrador de las pequeñas cosas que suceden en la vida. Y con su pluma hábil e inspirada, describe la tempestad. Tan esperada, que tarda en saciar la sed de quienes la esperan.
Poesía espontánea, como el agua que finalmente acaba llenado tinas exhaustas con chorros potentes. Acabando con la ansiosa espera del agua.
Versos directos, naturales como el agua, testigos de nuestra cotidianeidad. Nos llegan cuando en muchos lugares, como en Panamá, Madrás o Chile, nos encontramos en ansiosa espera del agua. Y esperamos que ahuyenten la sequía y llenen, cada otoño, las tinas de los embalses. Para poder llegar lozanos a una nueva primavera, testigo de nuestro renacimiento.
Expresión de la experiencia del autor, de su entorno natural y familiar, los poemas de Baldomero beben en el manantial de la emoción. Y, sin sed de tecnicismos literarios, puros, como el agua que cae del cielo, vuelven a humedecer nuestra reseca sensibilidad.
Acabemos con la ansiosa espera del agua. Y saciémonos con la que cae durante la tormenta de Baldomero, la que limpia el sucio velo del polvo de nuestras vidas. Mientras respiramos el aire húmedo y vivificador. Confortados así, comprobaremos como todo lo negativo que nos perturba, fluye con el agua hacia el sumidero de la regeneración.
Dijo de él otro gran poeta argentino, Leopoldo Lugones , que era «un espíritu de piedad, de sencillez y de dulzura. Y que tenía el «don especial de florecer suavemente como el árbol en primavera después de la lluvia”. Mientras miraba sencillamente el universo, esperando la llegada de la frescura y el poderío que trae siempre consigo el agua bendita
Lorenzo Correa
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