Imágenes de ayer. El río y su inevitable fricción con la ciudad


Las imágenes de los ríos de ayer, a veces, son impactantes. Viéndolas, notamos la tendencia al roce entre los márgenes y lo urbano. Aunque se dice que el roce hace el cariño, a veces también produce una herida.

Observando las imágenes de hoy, imaginamos la ciudad de hace un siglo. Y su río. Rozándose tanto, que no queda margen para el margen. Con la rigidez del cauce canalizado. El protagonismo del río en la historia de la ciudad, es estelar. El desarrollo lo necesita, la ciudad lo ordeña, lo comprime y lo usa.

Relación amor-odio. Y eso supone afecto, rechazo, miedo y  confianza. Todo a la vez, para que el ciudadano pueda elegir en cada momento el tipo de vínculo que quiere tener con el río.

Las imágenes lo demuestran. El inquilino del edificio friccionado podía pescar desde la ventana de su cocina. La cercanía al cauce le suponía comodidad para deleitarse en su afición. Pero también mosquitos y malos olores cuando las aguas se estancaban en el verano. Y los peces visitaban su cocina sin necesitada de caña, cuando el otoño cobijaba a la tormenta.

La evacuación cómoda y rápida de residuos humanos y domésticos era fácil entonces. La cloaca máxima que era el río lo aceptaba todo. Porque las quejas no se escuchaban. Y cuando llevaba caudales suficientes, lo hacía desaparecer. Sin embargo, esa comodidad se convertía en riesgo para la salud cuando los residuos no encontraban corriente que se los llevara.

En pleno siglo XXI, algunas cosas han cambiado. Pero el roce sigue. Hay colectores de aguas pluviales y residuales. Pero hay menos caudal agua circulante por el cauce urbano. Los pozos se llevan el agua subterránea de la cuenca hacia otros destinos. Los colectores, la residual. Y el cauce está más días seco que antes.

Los vecinos ya no pescan desde la cocina. Porque es más fácil encontrar peces en la pescadería del supermercado de la esquina.

Pero la rigidez de la sección del cauce urbano continúa inalterable. Edificios apurando el margen. Aspecto de canal.

No es un río de montaña, de los bonitos y alabados. Pero, dicen los vecinos, es nuestro río. Y orgullosos están de ello

Mientras tanto, los gestores públicos trabajan para recuperar la cultura fluvial, el reconocimiento histórico, la huella patrimonial y etnográfica ligada al río. El saber ciudadano tradicional. Y nuestras imágenes, quedan como recuerdo de lo que fue, de lo pudo haber sido y no fue. En cualquier caso, así es el río. ¿Cómo será?

Lorenzo Correa

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