Desde Madrás, en la necesitada India sureña, a Newark, en el esplendoroso primer mundo useño, hay una gran distancia. 13.500 km, 20 horas de vuelo. Un solo dólar todopoderoso se cambia por 69 rupias indias.
Todo es distinto y distante. Pero hay algo que iguala a ambas ciudades. Y es que el futuro del agua, en ambas, salvando las distancias, es bastante incierto.
De Madrás, hablamos la semana pasada. Resumiendo, el fantasma del Day Zero planea entre los tamiles. De Newark hablaremos hoy. Porque tienen plomo en el agua, que es lo mismo que tener plomo en las alas. Y el vuelo en esas condiciones siempre acaba en tragedia.
La abundancia y la escasez se unen cuando no hay calidad. Entonces, no hay agua bendita ni en Newark ni en Madrás
No hace falta que una ciudad, como ocurre en Madrás y su conurbación, tengan que abastecer a diez millones de personas sin garantías de recurso suficientes para tener problemas. En Newark solo residen 300.000 aseados ciudadanos. No hay miseria, ni epidemias, ni agobios. Sin embargo, la ciudad más grande de Nueva Jersey, tan cerca de Manhattan, ha alcanzado los niveles más altos de plomo en el agua doméstica de la historia.
Y esta es una historia apasionante, que viene desde muy atrás, con colectivos movilizados, funcionarios acosados judicialmente, políticos preocupados por sus votos y ciudadanos que no saben cómo procesar toda la información que les llega. La desconfianza reina en la ciudad.
Un habitante de un suburbio de Madrás, cuando va a usar el agua, no dispone de información: la usa cuando dispone de ella y no hace muchas preguntas. Solo agradece su presencia y disponibilidad, porque hay poca, es mala y está peor repartida.
Un habitante de un agradable y tranquilo barrio de Newark, dispone siempre de agua. Pero no se fía. Y al final, el problema es el mismo. Unos desconfían de que mañana haya agua y otros desconfían de que sea de calidad. En el primer caso, la necesidad desplaza a la confianza. En el otro, la confianza desplaza a la necesidad. Y nadie usa el agua con la confianza debida.
Newark es una ciudad emblemática, por ser paradigma de la ética, desde que, en el siglo XVII, fue fundada por los puritanos. Pero hoy, algo está pasando en la ciudad, por culpa del plomo en el agua, que merece ser divulgado. Los responsables de la administración local y estatal, funcionarios del agua, son acusados de incumplir la Ley de Agua Potable Segura.
Se les acusa de no realizar un tratamiento adecuado para evitar que el plomo presente en la obsoleta por antigua red de tuberías de agua potable, llegue a los grifos. Además, han sido denunciados por no dar suficiente información sobre la calidad del agua a los usuarios de la red. Y de los riesgos que el agua servida supone sobre su salud.
Denunciar es fácil. Y lógico cuando existe una desconfianza y una preocupación por la salud de los niños expuestos al agua de Newark. Por eso esta es una de las preocupaciones más inquietantes de sus habitantes. Sin embargo, no es tan fácil fijar un valor concreto como nivel seguro de exposición al plomo en el agua.
En EEUU, las leyes federales indican que el nivel de plomo de 15 partes por millardo (ppmm), no es un indicador de seguridad. Es simplemente el nivel se obliga a los reguladores de las redes de abastecimiento a tomar medidas para informar y proteger a los usuarios de esas redes.
La Academia Americana de Pediatría recomienda que el plomo no exceda de 1 ppmm en los grifos de las escuelas. Por su parte, la Organización Mundial de la Salud ha establecido una pauta provisional de 10 ppmm para el plomo en el agua potable. Aunque también reconoce que ese nivel puede no ser protector de la salud
En cualquier caso, lo cierto es que, durante un largo período de tiempo, la ciudad ha comprobado que el número de niños afectados por el plomo era el mayor de todo el estado. Por eso, solo en el año 2016, en 30 escuelas públicas se detectaron niveles elevados de plomo en el agua. Ante esta situación, la movilización social fue espontánea e importante. Y los tribunales comenzaron a intervenir.
Así hemos llegado al año 2019 con más del 10% de las muestras de agua potable que superan las 66.9 ppmm de plomo, más de cuatro veces el nivel de acción federal de 15 ppmm. Durante el mismo período, en los grifos se medían niveles de 202, 212, 544 y 953 ppmm. Al final del año pasado, los niveles de plomo en el agua de la ciudad alcanzaron 47.9 ppmm, mientras que el 44% de las muestras tenían plomo por encima de 15 ppmm.
Negar los hechos nunca es la mejor manera de recuperar la confianza. Y en Newark se negaron por parte de la administración. Pero la catarata de solicitudes que se recibían desde la administración de justicia, obligaron a la administración del agua adoptar medidas paliativas como el reparto de filtros domésticos. Eso fue un reconocimiento parcial de la existencia del problema, que agravó la desconfianza del usuario.
Una vez más, como en tantos otros casos, desde el país más avanzado del mundo nos llega una reacción de la administración del agua ante una situación de crisis que no fomenta la confianza. Que no seduce. En este caso, los técnicos competentes echaron la culpa a una red obsoleta. Sin embargo, el operador de la red, el año pasado informó que las mejoras en una de las dos plantas potabilizadoras de la ciudad (Wanaque), habían originado corrosión en muchas zonas de la red municipal. La corrosión disuelve el plomo y sus partículas se integran en el agua que fluye a través de las tuberías. O sea, que agravaron el problema endémico de una red antigua con tuberías de plomo.
Así las cosas, en enero pasado, el alcalde no tuvo más remedio que reconocer la realidad y declarar el estado de emergencia por plomo en el agua en Newark. Y ordenar a sus huestes técnicas la adecuación de la red municipal a las exigencias de la Ley de Agua Potable Segura (SDWA), promulgada en 1974 para garantizar la calidad del agua potable estadounidense. Además, encargó la redacción e implementación de actividades pedagógicas al respecto.
También escribió una carta al Presidente Trump denunciando la situación. Simultáneamente actuó el Natural Resources Defense Council (NRDC), que es la organización más activa y efectiva del país en el ámbito de la protección del medio, con tres millones de miembros activos.
Solicitaron a los tribunales que ordenaran el suministro de agua embotellada para las familias de Newark, con especial énfasis en los colectivos de mujeres embarazadas, niños menores de seis años y residentes en barrios de riesgo elevado de plomo en grifo.
Además, piden que se amplíe el reparto de filtros de agua hasta cubrir a todos los usuarios en zona de riesgo y que se realicen mejoras específicas para garantizar que los residentes reciban el equipo y la capacitación que necesitan para instalar sus filtros. A largo plazo, se pide instalar un tratamiento de agua optimizado y la sustitución completa de las tuberías de plomo de la red, en un plazo fijo y sin coste directo para los usuarios
Por último, el mes pasado se supo que Newark tiene los niveles más altos de plomo en el agua de cualquier red que abastece a más de 100,000 personas en los Estados Unidos.
La relación entre la desconfianza en los gestores del agua que sale por el grifo y el coste de resolver los problemas que dicha desconfianza genera es directamente proporcional. En Newark, también.
La ciudad tiene agua en cantidad garantizada. El clima lo permite allí. Dispone de embalses para guardarla. Y de dos potabilizadoras. Por ello, el agua que sale hacia la red es adecuada. El problema es químico. Se origina cuando se encuentra con una tubería de plomo.
El origen y el tipo de tratamiento al cual se somete el agua van a determinar la clase de sustancias que ésta puede contener. El desinfectante utilizado, generalmente cloro, reacciona con la materia orgánica natural presente en el agua bruta (ácidos fúlvicos y húmicos), generando subproductos derivados de la desinfección1-3 Los trihalometanos (THM) y los ácidos haloacéticos (AHA) son los productos más habituales en las aguas de consumo cloradas. Su grado de formación varía en función de las características del agua (materia orgánica e iones bromuro), del proceso de potabilización y de factores operacionales (temperatura, pH, cloro residual y tiempo de contacto entre el desinfectante y la materia orgánica
En Newark, conscientes de este problema, todo comenzó en el año 2012 cuando los gestores del agua decidieron luchar contra los nocivos efectos de los trihalometanos en la salud. También aprovecharon para eliminar los ácidos haloacéticos, subproductos del cloro desinfectante. Para ello se equilibró el PH del agua.
Y entonces, el plomo comenzó a lixiviar de las tuberías. Y lo hizo cuando la ciudad comenzó a reducir los niveles de pH en el agua. Eso fue en el año 2012. Gran paradoja. Una buena acción, como es la de actuar sobre el agua para reducir los compuestos que pueden generar cáncer y eliminar microbios nocivos, generan el gran problema al encontrarse el agua tratada con una tubería de plomo. Aquí se puede aplicar aquello de que “es peor el remedio que al enfermedad”.
Pero lo peor de todo es reconocerlo tarde. Hubiera sido mejor reconocer que lo que ocurre se debe a una acción hecha de buena fe. Aunque el resultado no fuera el esperado. El problema sigue siendo el mismo, pero la desconfianza no aumenta. Ahora tienen desconfianza y problema.
Porque al reducir el pH, aumentó la acidez y la capacidad corrosiva del agua. Y los metales, como es el caso del plomo, tienden a ser más tóxicos con un pH más bajo. En Newark, la reducción del pH, provocó que agua pudiera corroer muchas de las 22.000 tuberías de plomo de la red.
Preocupante situación que ensombrece el futuro de la planificación del agua en Newark. Pero no es el primero en EEUU ni será desgraciadamente el último. Ya se están enfrentando a muchas situaciones como la que hoy relatamos. Por eso, hay una creciente desconfianza entre los ciudadanos que ya no se fían de beber agua de sus grifos. Y esto ocurre en todos el país.
En New Port Richey, el condado de Pasco, Florida, el agua no es potable ni transparente desde hace cinco años. O en el ya comentado aquí el caso de Flint en Michigan.
Por ello, los resultados del informe del Grupo de Trabajo Ambiental useño, son tan preocupantes. Se analizaron 20 millones de muestras de agua potable entre 2004 y 2009. Y se llegaron a detectar 316 sustancias contaminantes en el agua del grifo. Las redes han envejecido tanto sin la debida adecuación periódica, que la infraestructura está ya muy dañada.
En el caso de Newark, los presupuestos de reparación de la red superan los $ 75 millones. Ello
Y la EPA informa que, entre 2015 y 2018, casi treinta millones de personas en los EE. UU. consumieron agua que no cumplía los requisitos de calidad exigidos en su Reglamento de plomo y cobre. Y otros 5 millones de usuarios más consumieron agua que excedía también los niveles de plomo antes citados.
El agua no distingue entre pobres y ricos. Sea por cuestiones de calidad, de cantidad o de ambas, hay que actuar de manera urgente y eficaz. Para preservar su futuro, que es el futuro de la humanidad.
Limpiar de plomo las redes de Newark costará millones de dólares y 10 años de trabajo. ¿Cuánto costará recuperar la confianza de 300.000 newarqueses? Seguiremos la deriva del asunto y si nos enteramos, se lo contaremos
Lorenzo Correa
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Todo debido al métodos baratos de producción de pintura, baterías, reciclaje de metales etc. Tal vez un nuevo modelo de desarrollo industrial/estatal y planificación pública e inversión sea la necesidad hoy en dia (en la mayoría de los países). Saludos.
Gracias. Tan necesario como que cada vez que se detectan fallos de este tipo, las alarmas sociales se disparan. Y los políticos se encuentran obligados a actuar. Por eso la desconfianza provoca un efecto «corrector» inmediato, aunque desgraciadamente no es nada fácil ni barato de erradicar