Basura en el mar. Agua y plástico, enemigos íntimos.


La basura en forma de plástico se ha puesto, por desgracia, de moda. Cuanto más escribimos sobre su repercusión en los océanos, en los peces y en nosotros mismos, más son los comentarios, las preguntas y las descargas que esos artículos generan en los lectores. Cada vez leemos más sobre la basura plástica y sus letales efectos ambientales y saludables en todo el mundo.

Las redes sociales se llenan de noticias sobre la basura y de ejemplos de simpáticos y activos emprendedores que explican cómo aportan su granito de arena para limpiar, reciclar y reutilizar el plástico que flota sobre el agua, yace en el fondo oceánico y en sus habitantes y alfombra las playas de basura que contuvo algo vendible en su día. Los más avispados comienzan a ver negocio en el tratamiento de la basura plástica. Nos inundan con menciones a la economía circular. Así generan expectativas que venden y al final siempre se acaba pidiendo dinero a la población, a los famosos o los políticos para investigar más y encontrar una solución milagrosa.

En realidad, lo que se pretende es volver a vender lo que ya se vendió. Excelente solución. Porque en la venta continua está la felicidad. Claro que siempre pagan los mismos. Reutilizar es volver a consumir. O sea que el consumo infinito es la solución. Y con dinero, todo es posible. Excelente conclusión. Solo hay que disponer de él para alcanzar el paraíso.

Contemplamos a un abogado bombaití (es decir, del Bombay al que ahora llaman Mumbai). Afroz Shah emerge en un video viral explicando su caso. Y genera emoción explicando su seductora actuación respecto a la basura que inundaba la playa de Varsava. No explica muy bien cómo llegó allí todo ese plástico, aunque no es difícil deducirlo. La ciudad tiene censados a 18,5 millones de habitantes. Con 20 millones de personas viviendo por allí, es lógico suponer que la producción de basura dé como para llenar fácilmente esa playa y algunas más. Además, el centro urbano ocupa una isla de 70 km² de superficie. Por ello, a cada habitante le tocan solo 3 m².  No es mucho espacio para acumular la basura que produce sin enviarla a lugares abiertos como puede ser la playa.  Y allí estaba.

El letrado Shah inició su hazaña. Y comenzó a reclutar voluntarios para limpiar la playa.  Es una hazaña conseguir que 100.000 personas extraigan en tres años 20.000.000 de bolsas de basura.  Y que las tortugas del Mar Arábigo vuelvan allí a desovar. Shah lo logró. Aunque ese número de bolsas retiradas equivalen a una bolsa por cada habitante urbano. Que el lector opine sobre si es mucho o poco.

El video hace llorar cuando el héroe emite su mensaje: “No crees basura”. Y cuando anuncia su compromiso con una nueva hazaña. Ahora va a limpiar el río Mith y sus manglares. Le deseamos la mejor de las suertes. Aunque sigamos creyendo que nada hay como implementar con firmeza y claridad planes de gestión que regulen la descarga de residuos sólidos al medio. Como todo suma, las iniciativas que surgen de entusiastas activistas tienen un valor incalculable. Pero es imprescindible que se implementen también las surgidas de la planificación.

Siguiendo con las primeras, nos preguntamos cómo podremos llegar a no crear basura viviendo en una ciudad tan poblada. Y también nos gustaría saber a dónde han llevado los 20 millones de bolsas. Si algún lector lo sabe, nos encantaría enterarnos para divulgarlo.

Explicado este emocionante ejemplo, nos secamos las lágrimas y, con la mirada limpia de niebla, reflexionamos sobre la generación, eliminación y reutilización de basura plástica. Porque estos ejemplos son plausibles y loables.  Y generan un efecto muy benéfico en la población para reducirla, reciclarla y reutilizarla. Aunque, desgraciadamente, creemos que no son suficientes para eliminarla. Solo necesarios. Nosotros escribimos y reflexionamos sobre el futuro del agua. Y por eso, nos preocupa el futuro de la basura plástica en el agua y su entorno cercano

Se nos ocurre pensar en la relación agua-plástico. ¿Son amigos o enemigos? ¿Es el plástico un enemigo de la humanidad, por serlo de la naturaleza?

 

Si en todos los aeropuertos del mundo hubiera esto…

Es bueno saber que el plástico fue un invento muy celebrado cuando en 1869 se presentó para sustituir el marfil en las bolas de billar. Los elefantes respiraron aliviados. Y los defensores de la naturaleza pensaron que se había descubierto un material sintético que garantizaría la sustitución de la utilización de materiales naturales como maderas, metales, rocas y huesos. Por lo tanto, a finales del siglo XIX el plástico no era considerado como una basura letal para el medio. Era la solución ideal para preservar en la naturaleza la conservación de los materiales necesarios para asegurar el progreso y el bienestar de la raza humana.

Sin embargo, a comienzos del siglo XXI, esta percepción ha cambiado. El plástico ya no es amigo de la naturaleza. Aunque siga contribuyendo al progreso. Sin él no nos podríamos trasladar a grandes distancias, ni vestir, ni proteger los productos que compramos, ni almacenarlos en bolsas. La naturaleza no quiere ni verlo. Los animales, tampoco. Pero los seres humanos no podemos prescindir de él.

Números cantan. Y cantan mucho. Desde 1950 no para de producirse plástico. Los trescientos millones de toneladas producidos hasta ahora suponen multiplicar por 20 lo que se había producido hace medio siglo. Aunque seamos más personas en el globo, solo se ha duplicado la población desde entonces. Éxito absoluto de ventas. El doble de personas usa 20 veces más. Amigo nuestro, enemigo de la naturaleza. Progreso material versus basura imposible de esconder ya.

Paradigma de la actual  paradoja humana. “Mira el avaro en sus riquezas pobre”.

Podemos y debemos recoger esta basura. Pero está presente en minúsculas partículas hasta en los crustáceos de la base de la cadena alimentaria marina de la fauna de la Antártida. ¿Quién puede recoger en bolsas ese microplástico? ¿Cómo puede liberarse a la columna de agua oceánica de su presencia, inadvertida por nuestros ojos?

Y es que por mucho que se recoja lo visible, no es posible dejar de fabricar lo que la sociedad actual demanda. Solo queda, como ya se viene repitiendo hasta la extenuación, tratarlo antes de que se convierta en basura sin valor, rechazada por todos. Es decir, reciclar, quemar o  eliminar en vertedero controlado. O, en caso contrario, venderlo a quien lo compre o arrojarlo al medio terrestre o marino. En este último caso, más tarde o más temprano, acabará flotando en el agua. Y después ya sabemos lo que ocurrirá.

Ante esta dantesca situación, hay que volver de nuevo a la amistad primigenia. La que surge de una nueva economía de los plásticos, basada en una reducción paulatina a todos los niveles de consumo y  en una reutilización más eficiente durante todo su ciclo de vida.

Para ello y por iniciativa del Foro Económico Mundial, se creó en el año 2018 la Global Plastic Action Partnership (GPAP), cuyo objetivo es el de evitar el crecimiento de la contaminación plástica mundial para el año 2025. La intención de los fundadores es hacerlo mediante la colaboración público- privada de todos los actores que quieran implicarse en el ámbito marino donde la lucha contra la basura es más intensa y necesaria

Se trata de definir y asumir compromisos y plasmarlos en acciones que pondrán en marcha tanto empresas como administraciones gubernamentales.

Como ya se indicó anteriormente, la pregunta más importante es aquella tan conocida de “¿Y esto quien lo paga?” En este caso, se encargarán de ello los gobiernos de Canadá y el Reino Unido, la Coca-Cola, la Pepsi-Cola  y la multinacional química Dow Chemical.

Ya se ha establecido un acuerdo de colaboración con el Gobierno de Indonesia, cuyas 17.000 islas tropicales se encuentran atenazadas por la basura plástica. Y es que cuando la tenaza alcanza una presión inaguantable, los turistas se van y los gobiernos redactan planes. Esta constante universal del turismo, también se ha cumplido en Indonesia. Por ello, su gobierno ya dispone de un plan de acción para reducir el plástico visible en un 70% para el año 2025. Y para ello necesitan los fondos que aporte el GPAP. Los consumidores de refrescos de cola en botellas de plástico, producen un beneficio económico a los fabricantes. Y de este beneficio, salen los fondos para eliminar la basura en la que se convierten las botellas. Eso sí, siempre pagan los mismos.

Para recaudar fondos y destinarlos a quienes mejor sepan convertirlos en soluciones, el Foro Económico Mundial acoge a la asociación, junto con el Instituto de Recursos Mundiales. Ambos aportan sus equipos de expertos que serán evaluados por organizaciones de la sociedad civil, gobiernos y patronales

También aportará su granito de arena Pew Charitable Trusts, organización independiente radicada en Filadelfia sin ánimo lucro que gestiona la herencia del fundador de Sun Oil Company, Joseph N. Pew y su esposa.

Con estos mimbres, el GPAP pretende conseguir un ahorro en recogida de basura plástica cercano a los 100 millones de dólares anuales, reduciendo los desechos plásticos en un 75 %.

También Dinamarca y Holanda se han unido a esta “marea”, mediante otra iniciativa, llamada  P4G – Partnering for Green Growth and the Global Goals 2030. Actualmente, apoyan a tres asociaciones público-privadas que reflexionan para encontrar la forma de modificar nuestros hábitos en cuanto al uso de plásticos.

Han elegido Kenia como prueba piloto, pues en ese país, solo la décima parte de la tonelada y media de basura plástica semanal producida, se reutilizan. Es tal la alarma que hace ya dos años, el gobierno prohibió el uso de bolsas de plástico, siendo pionero a nivel mundial. Ahora, los países del entorno keniata se van contagiando y aplican medidas similares. Mientras tanto, la pionera Kenia ha creado una Alianza del Sector Privado para potenciar la recolección de plástico, etiquetar y trazar botellas y atraer a los fabricantes para encontrar nuevos usos para los materiales plásticos reciclados.

Para finalizar, algunos casos más de actuaciones que complementan y ayudan a las tan loables que llevan a cabo los voluntarios y adelantados pasionales.

Uno es el caso de “Foodpand” que distribuye alimentos no envasados en plástico en Asia y Europa del Este. Ellos ya han visto un nicho de oportunidad y en él se han situado. Porque la mejor manera de evitar basura plástica, antes que no consumirla, es no producirla.

Son una filial de la multinacional alemana Hero y se han asociado con Forum for the Future, una ONG que trabaja la sostenibilidad. Pretenden eliminar los envases de plástico de su sistema de entregas en toda Asia. Y contagiar a otras empresas similares a que les copien

Además de los envases de líquidos, el otro factor de peligro está en el empaquetado con plástico. En este ámbito, la Fundación para la Protección del Medio Ambiente de China ha implicado a muchos municipios de su inmenso país para colaborar con la gran empresa de comercio electrónico Alibaba. Pretenden reducir el empaquetado innecesario de los productos que se entregan a domicilio y apoyar el reciclaje y la reutilización del plástico y los materiales del paquete. Y es que en China, superan los 16 mil millones los paquetes de productos comprados por internet cada año ¡Cuantas playas de Bombay se llenarían al día con esos envases!

Toda iniciativa, del ámbito que sea, es bienvenida. Porque el mercado global de reciclaje de plásticos debería  crecer al 6.5 % anual en los próximos cinco años. Si esto se consigue, su mercado llegará a mover cerca de medio billón de dólares en 2023. Con lo que eso supone en términos de creación de empleo y bienestar social

Así, volveríamos a estar como a principios del siglo XX. Teniendo al plástico como un gran amigo de la humanidad, no como basura amenazante. Para ello, solo hay que usarlo lo menos posible y reutilizarlo lo más posible. Y ya sabemos que en una parte depende de cada uno de nosotros y en otra de quien lo paga. O, mejor dicho, si están dispuesto a pagarlo los que pagan siempre.

Ante la incertidumbre de futuro, que no cunda el pánico cuando nos muestran la basura plástica del océano o de la playa. Abordemos soluciones creativas sabiendo cuánto nos van a costar. En el fondo, es lo que siempre ha hecho la humanidad. Experiencia hay de sobras. Basura, también

 

Lorenzo Correa

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