Para cruzar un río, nada hay mejor que los puentes. Aunque muchos no lo crean, son mejores que los vados.  Para eso los seres humanos los han levantado desde el inicio de los tiempos. Cuando ha habido presupuesto para ello. Y es que permiten trasladar mercancías y unen a las personas que antes no podían encontrarse cuando la corriente. Así se han ido construyendo a lo largo de los tiempos. A veces con estética y a veces no. Acueductos, pasarelas y viaductos. Personas y cosas que pasan sobre el río. Agua que pasa sobre el agua. ¿Y la estética? ¿Depende del precio?

Veamos el puente de hoy. Es uno de tantos puentes que surcan nuestros ríos humanos. Y aparece orgulloso en nuestra foto. Para que admiremos la elegante y airosa solución de sus creadores para cruzar este cauce.

Por ética y estética, no diremos su nombre. Ni, por supuesto, su situación. Mejor que quede ignorado en las visitas de los amantes de los ríos… y de los puentes.

Hay que reconocer que no debió salir cara la citada solución (¿o es mejor dicho el inicio de un problema?). Sin embargo, dicen que lo barato sale caro. ¿Cuánto durará este paradigma de lo que no debe ser una obra hidráulica del siglo XXI?

Observen la carificación y uniformidad de las escolleras de protección y esos graciosos huecos entre mampuestos, por no hablar de sus generosos vanos deseando acoger y almacenar en su seno enormes caudales y todo tipo de sólidos flotantes cuando se presente la avenida.

En fin, si lo ven algún día y aún está en pie, celébrenlo. Si no, aquí abajo lo tienen.

¿Qué pensarán las montañas que generan la energía necesaria para lanzar el río hacia el mar, al divisarlo desde sus cimas? Mejor que no se lo preguntemos. Río humano con una atractiva obra de paso.

Lorenzo Correa

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