En Nicaragua, como en la vida, el agua es escurridiza. Es tierra de lagos y volcanes, de fuego y humedad, de islas y playas interminables.
Y en esa tierra, que vio nacer a Rubén y a Salomón de la Selva, abrió sus ojos Gioconda Belli. Es ella quien hoy nos ofrece su lírica agua escurridiza que llega con la lluvia y se desvanece con la sequía
El agua escurridiza que sirve a Gioconda como metáfora de su poema “Sequía”, que hoy nos presta.
Porque cuando el agua se va, queda la grama seca. Así lo percibió la poeta, cuando a sus veinte años cantó a la sequía, En su poema, incluyó la prosopopeya de la lluvia juguetona. Esa que nos ahoga o nos mata de sed. Y atribuyó a la lluvia la potestad de jugar al escondite con nosotros. Como el amor, al que desde entonces Gioconda cantó con fruición. Porque tuvo la buena idea de seguir el consejo que le dieron los viejos literatos nicaragüenses: “Escribí”. Y lo hizo tan bien, que ganó con poco más de 20 años, el premio Mariano Fiallos Gil, de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua.
Por suerte, su poesía no fue, como el agua, escurridiza. Porque no ha dejado de ganar premios. Su obra no ha sufrido los efectos de la sequía.
Todo lo contrario, porque ha fluido constantemente en las letras y también en la vida. Le tocó vivir la riada de la caída de Somoza y el auge del sandinismo. Y en esas aguas consiguió mantenerse a flote, no sin correr muchos riesgos.
Tras la inundación vital, vino la sequía. Y el agua escurridiza de los ideales solidarios se fue desvaneciendo entre las grietas de la vida. Entonces le llegó, con la madurez, la calma. El momento de afianzar la seguridad y la confianza en uno mismo. Y en esa madurez está Gioconda, suministrando caudales constantes al río de su obra. Y esperando que cuanto antes su querida Nicaragua salga de la sequía de la incertidumbre actual. Para que sepa utilizar con eficiencia cada gota del agua escurridiza del presente para llenar el embalse del futuro.
Lorenzo Correa
Visita nuestro rincón de la poesía.
¡ Síguenos en las redes sociales !