Sí, El agua, ya es un riesgo global prioritario. Impactante noticia para comenzar el año 2019. E inquietante porque nos lo dice una organización internacional de campanillas. Se trata del Foro Económico Mundial. Ese que casi todos conocemos como “Foro de Davos”, ciudad suiza en la que se reúnen cada año.
Pues bien, esta Fundación sin ánimo de lucro con forma de organización internacional para la cooperación público-privada, acaba de publicar la decimocuarta edición de su informe global de riesgos mundiales. Y por octavo año consecutivo, el agua continúa ocupando un puesto muy destacado entre las áreas de mayor riesgo global prioritario.
Inquieta esta persistencia. Porque quienes sitúan al agua en lugar tan destacado son los líderes políticos, empresariales y sociales. Los mismos que desde 1971 a confeccionan las agendas globales, las regionales y las correspondientes a las empresas multinacionales más importantes del mundo.
Por eso, la encuesta que permite elaborar año tras año el informe, tiene el valor de señalar las principales preocupaciones de futuro para personas punteras en ámbitos empresariales, gubernamentales y reconocidos líderes sociales. Su lema es que una organización es responsable ante todas las partes de la sociedad.
Para demostrar su implicación, preguntan cada año a los líderes políticos, empresariales y sociales, que enumeren sus riesgos globales prioritarios. Y nos encontramos con la desagradable sorpresa de que el “nivel” del agua en la encuesta se mantiene, año tras año. Porque ahí está compitiendo por el regalo envenenado de ser el primer riesgo global prioritario con el cambio climático, los desastres climatológicos y las enfermedades infecciosas.
Aunque pensándolo bien, tampoco es para sorprenderse mucho. Porque los competidores del agua en el ranking del riesgo global prioritario son la energía, el comercio, la agricultura, la guerra y la migración. Y todos ellos están mediatizados por el agua. Su carencia cuantitativa, su abundancia extrema o su nula calidad, obligan a emigrar, generan epidemias, arruinan cosechas, vidas y viviendas, impelen a la lucha armada y en general, empeoran el nivel de vida. O sea, que generan malestar.
Por eso, desde Davos se proclama que «La planificación de los países en vías de desarrollo, pasa en general por el diseño grandes infraestructuras, generación de energía y expansión del regadío. Pero no tienen en cuenta ni el agua disponible ni el coste económico y ambiental de las fuentes alternativas «. Y esta es la antesala del fracaso.
Recuperemos unos párrafos del resumen ejecutivo del informe para situarnos:
¿Se dirige el mundo inconscientemente hacia una crisis? Los riesgos mundiales se están intensificando, pero parece faltarnos la voluntad colectiva para hacerles frente. En vez de ello, las divisiones se fortalecen. El avance del mundo hacia una nueva fase de políticas fuertemente centradas en el estado, que se señaló en el Informe de riesgos mundiales del año pasado, continuó durante todo el 2018.
La idea de «recuperar el control», ya sea de manera interna, de los rivales políticos, o externamente, de organizaciones multilaterales o supranacionales, hace eco en muchos países y en muchas cuestiones. La energía que se está invirtiendo en consolidar o recuperar el control nacional da lugar a un riesgo de debilitamiento de las respuestas colectivas a los desafíos globales emergentes. Vamos a la deriva, acercándonos cada vez más a problemas mundiales de los cuales tendremos muchos problemas para liberarnos.
Los riesgos ambientales siguen dominando los resultados de nuestra Encuesta de percepción de riesgos mundiales (GRPS, por sus siglas en inglés) anual. Este año, representaron tres de los cinco principales riesgos por probabilidad y cuatro por impacto. El clima extremo fue el riesgo de mayor preocupación, pero nuestros encuestados están cada vez más preocupados por el fracaso de la política ambiental: tras haber caído en la clasificación después de París, «el
fracaso de la mitigación y la adaptación al cambio climático» saltó de nuevo al número dos en términos de impacto este año. Los resultados de no hacer nada en lo referente al clima se están volviendo cada vez más claros. El ritmo acelerado de la pérdida de la biodiversidad es una preocupación particular. La abundancia de especies ha disminuido en un 60 % desde 1970. En la cadena alimentaria humana, la pérdida de biodiversidad está afectando la salud y el desarrollo socioeconómico, con implicaciones para el bienestar, la productividad, e incluso la seguridad regional.
Les dejamos aquí el enlace al texto completo del informe y les recomendamos su atenta lectura:
Repasemos efemérides de catástrofes hídricas en el mundo en el pasado año 2018:
- Marzo de 2018. Mali. La pertinaz sequía que sufre el país está minando los cimentos de la estructura de la familia tradicional. Las jóvenes se van a trabajar a las ciudades por la carencia de cosechas. Los chicos, también. Dejan de ser campesinos como sus ancestros y se convierten en el mejor de los casos en empleadas de hogar o en vendedores ambulantes. Además de pobreza, desarraigo. Se abre la puerta a los abusos de todo tipo contra jóvenes sin formación. La violencia aumenta en proporción directa a la escasez de agua
- Abril de 2018. Day Zero previsto en Ciudad del Cabo. Se pudo solucionar, porque llovió. Pero 4 millones de personas tuvieron que adaptarse a consumir 50 litros diarios de agua durante meses, para evitar el corte absoluto de suministro. Incomodísima situación en la ciudad en la ciudad más poblada de Sudáfrica. Pérdidas enormes en el destino más importante del turismo en ese país.
- Julio de 2018. Se oyen alarmas en India. Se acaba el agua. Desde el gobierno se encienden todas las luces rojas. El país sufre la peor crisis de agua de la historia.
- Septiembre de 2018. Los monzones provocan inundaciones en Kerala, India. Mueren 26 personas en solo un día. A las pérdidas humanas se suman las materiales. Porque 35 de los 39 embalses de la cuenca vieron reventar sus compuertas por primera vez en la historia.
- Octubre de 2018. La inundación, fenómeno implacable, visitó muchos países este año. También del primer mundo. Recuerden las de Carolina del Norte, donde el huracán Florence el estado useño, dejando aislada a la ciudad de Wilmington, afectando a decenas de miles de hogares y causando 14 muertos
Con estas pequeñas muestras, que solo son piezas de un enorme puzzle, no es de extrañar que la alarma social sea enorme. Tan grande como para votar por el agua como riesgo global prioritario muchas veces. Y los encuestados, lo hacen.
Muchos de ustedes se preguntarán qué se espera para este año 2019. Pues nada agradable. Como ya indicamos la semana pasada, vuelve El Niño con sus incertidumbres y esto vuelve a poner a las alarmas en el disparadero
Los desastrólogos, a los que ya dejamos por hoy, advierten que hay un 90% de probabilidades de que El Niño de hogaño sea terrible. Tanto, que ya van popularizando el concepto victimista de la «catástrofe a cámara lenta»
Pero basta ya de malas noticias. Aquí abogamos por un futuro mejor. Aunque tenemos claros los hitos que debemos alcanzar en el camino que nos lleva el objetivo. Asumiendo el reto. Y la primera fecha clave está marcada por los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Ya saben que es el año 2030. Prácticamente, mañana. Esa es la dead line para tener agua “bendita” y un saneamiento correcto.
Si la reiterada advertencia de la encuesta del foro de Davos y las aún más continuas amenazas de los desastrólogos sirven para que todos asumamos que el agua es ya un riesgo global prioritario, sean bienvenidas. Porque lo bueno del miedo es que nos impulsa a actuar.
Aunque para que todo salga bien, además de dinero, ciencia y gestores, se necesita ética y honradez. Solo así se convierte el agua bruta, en bendita. Todos los miembros del equipo deben de tener una aptitud adecuada a lo que hacen, hacer gala de una actitud íntegra, solidaria y desprendida. Si no es así, por mucho hisopo que agiten, no se bendecirá el agua.
Por lo tanto, el objetivo es fabricar agua “bendita”. La que no hace daño, la que mejora todo lo que toca. La que es gestionada por manos y mentes limpias.
Si lo es, ¿qué podemos hacer para que el agua sea prioritaria de verdad? Una buena gestión desde el principio. Disponer de información real es la mejor herramienta para diseñar esa buena gestión. Por lo tanto, en primer lugar, hay que saber de cuánta agua se dispone. Y el primer presupuesto a generar, debe ser el que nos permita tener una radiografía nítida de los recursos superficiales y subterráneos. Cuánta agua tenemos, dónde está y en qué condiciones se encuentra
Después de saber lo que hay en la caja fuerte, hay que llamar a un buen administrador. Para que trabaje de manera coordinada con los administradores de los planes de desarrollo. Y con los responsables del desarrollo sostenible. Sin olvidar cuadrar las cuentas “climáticas”. Las de las emisiones. También hay que procurar que la gestión se realice soportando la menor carga burocrática posible.
Porque, aunque no lo parezca, la burocracia del agua puede tener de bueno lo que tiene de malo. Lo moderno, son la Agencias del Agua. Es el modelo norteamericano que se sigue en todo el mundo. Pero antes de adoptar un modelo, hay que ver cómo les funciona a quienes llevan usándolo mucho tiempo
¿Sabían que en EEUU hay 11 administraciones del agua y que en cambio, en muchísimos países en vías de desarrollo no saben lo que es una administración del agua? ¿Y que, si la tienen, su presencia es testimonial? Solo es una fachada para conseguir subvenciones. Aunque a veces, en determinados países, además se conviertan en un nido de corrupción.
Y, sin embargo, en el país más avanzado del mundo, ¡hay once! Vamos a enumerarlas, aunque solo sea para reflexionar sobre si conocer sus nombres nos ayuda a confiar en que allí el agua sí se contempla como un riesgo global prioritario.
- Comisión Internacional de Límites y Aguas, que gestiona los acuerdos que afectan a las masas de agua fronterizas entre los EEUU y México, resolviendo las diferencias que puedan surgir de su aplicación.
- Bureau of Reclamation, del Departamento del Interior. Gestiona obras hidráulicas desde la óptica federal en 17 estados orientales.
- Agencia Federal de Gestión de Emergencias, que administra el Programa Nacional de Seguro contra Inundaciones, la planificación del riesgo y los programas de recuperación. Codo con codo con estados y condados, aporta asistencia técnica y financiera, genera mapas y define parámetros para reducir el peligro y definir las zonas inundables
- Servicio Nacional de Pesca Marina, que conserva y protege los recursos marinos vivos en las áreas costeras de California, proporciona liderazgo científico y de políticas, e implementa programas internacionales de gestión y conservación y manejo.
- Fondo para la mejora de la calidad del agua de la Bahía de San Francisco, que supervisa la EPA y gestiona un programa de becas para proteger y restaurar la calidad del agua y el hábitat acuático de la Bahía de San Francisco y sus cuencas hidrográficas.
- Cuerpo de Ingenieros Hidráulicos del Ejército, que depende del Departamento de Defensa y es responsable del control de inundaciones y la construcción de elementos de contención en los márgenes, así como de la regulación de las vías navegables y los humedales
- Oficina de Administración de Tierras, del Departamento de Interior, que gestiona 69.000 km² de tierras federales en California.
- Agencia de Protección Ambiental, la EPA, que protege la salud humana y el medio ambiente, el aire, el agua y la tierra.
- Servicio de Pesca y Vida Silvestre de los Estados Unidos, que protege a los peces, la vida silvestre y sus hábitats.
- Servicio Forestal, que administra tierras públicas en bosques y pastizales nacionales. Encuesta geológica de Estados Unidos
- Servicio Geológico que proporciona información imparcial sobre la salud de los ecosistemas y el medio ambiente, los riesgos naturales y los recursos naturales, los impactos del cambio climático y del uso de la tierra. Parte de él es el Centro de Ciencias del Agua que recopila, analiza y difunde datos e información hidrológica.
Este es el ejemplo de gestión del primer mundo hidráulico, deseado y exportable a quienes todavía no pertenecen a este selecto club.
Desgraciadamente, la mayoría de los países pobres no disponen de ninguna de estas maravillosas instituciones ni de técnicos preparados para gestionar y planificar.
Por esta razón, no hay coordinación ni integración del agua en la planificación energética, agrícola o urbanística. Y la consecuencia directa es que esas planificaciones no tienen en cuenta la potente influencia del vector agua para nada. El resultado es una demanda de recursos muy superior a la estrictamente necesaria. A eso se le llama ineficiencia
Por eso, las planificaciones sectoriales deben ir unidas con la del agua. Y la financiación de las infraestructuras planificadas debe tener en cuenta el impacto previsto por el calentamiento global. Y los políticos deben unir los objetivos de agua, clima y desarrollo.
El agua como riesgo global prioritario, tiene que ser así considerada localmente para gestionarla con esta visión. Así se podrá “copiar” a nivel local lo que a nivel global funciona. Fijando como meta la sostenibilidad en el uso. Y estableciendo regímenes concesionales. Sin olvidarse de incentivar la eficiencia de manera que pague menos quien usa mejor. O quien reutiliza aguas residuales. Rediciendo fugas en redes y restaurando cuencas, sobre todo en las inmediaciones de las grandes ciudades. Y, por último, generando mapas de riesgo de inundación.
Así se conseguirá que el agua sea de verdad considerada un riesgo global prioritario. Cuanto más tarde lo interioricemos, peores serán las consecuencias.
Lorenzo Correa
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