El agua y el espejo componen una vistosa pareja. Y como todas las parejas que llevan unidas toda la vida, a veces tienen sus disputas.

Nuestro poeta acuático de hoy es Juan Eugenio Hartzenbusch, el gran bibliófilo y erudito español del siglo XIX. Aunque su producción literaria destacó, sobre todo, en el teatro, también publicó sus fábulas. Y le dedicó una de ellas al agua y el espejo. Por eso se la pedimos hoy prestada. Para que, con el lenguaje castizo y natural que le caracteriza, nos cuente su disputa.

Linda fábula la del agua y el espejo. Además, como toda fábula que de serlo se precie, contiene una moraleja profunda. Porque viene a cuento de lo que publicamos anteayer. La deconstrucción se asemeja a esa “dulce amonestación que produce enmienda”. Pero la destrucción suena más a “desnuda reprimenda”.

La inspiración de Hartzenbusch con la disputa del agua y el espejo, nos revela muchas cosas positivas para el futuro del agua. Porque desde su exquisita versificación y su sobria expresión, nos impresiona hondamente.

El duro espejo de la realidad de la gestión del agua refleja un eterno conflicto, mantenido con duro genio. Y es precisamente el agua quien tiene la llave para abrir la caja de las soluciones. Porque ella es blanda y juguetona. Además de “pintar a medias”, para que nadie se ofenda.

Y, sobre todo, porque entre el agua y el espejo, es la primera la que quita las manchas. Por eso nosotros abogamos por la deconstrucción del discurso, para permitir que el agua quite las manchas que siempre queremos quitar del espejo. Y que nunca quitaremos, porque el duro espejo, eso no lo permite.

Disfrutemos de la lectura de esta inspirada fábula del agua y el espejo. Ella continúa la saga de los grandes fabulistas: Esopo, Fedro, Calderón Iriarte, Lafontaine y Samaniego

Y sonriamos a su cándida naturalidad y a su frescura del estilo, Aunque nuestra sonrisa no reste importancia a su intención moral y filosófica

 

Lorenzo Correa

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