Las señales del río. El Guadelevín, en Ronda la molinera.


 

Las señales del río son necesarias cuando el humano cauce se mimetiza con la ciudad por la que pasa. Entonces, la convivencia es más cercana. Pues en Ronda es así. Porque el Guadalevín no solo la atraviesa, sino que le da vida y atractivo.

¡Qué maravilla, Ronda!  Bellísimo contraste de un río encajado en un tajo que desde el neolítico abre en canal una ciudad sita en las alturas.  Y que la surca impertérrito, mientras que los ribereños van construyendo molinos. Esa Ronda mítica, ahora tan visitada, antes tan aislada. Pero siempre rodeada del abismo. Tan vertiginosa como iluminada. Y siempre produciendo asombro a los que desde el Tajo se asoman a ver el río. Como también se lo produce a los que, bordeando el canalillo molinero, admiran el Tajo desde la vaguada.

Borgiana Ronda, entre el ensordecedor murmullo de los forjadores de lanzas “que desolaron el poniente y la aurora” (Borges). Pero eso es arriba. Porque abajo solo está el Guadalevín y los molinos que fluye entre tenues murmullos de su poco caudaloso cauce. Y que ve a su lado al canalillo molinero, tan visitado por los caminantes con camino. Por eso, para protegerse de los estornudos del río, hay que hacer caso a las señales del río. Tanto cuando el fragor de la tormenta envía agua y más agua a su cuenca, como cuando quien gestiona la minicentral desembalsa bruscamente. Entonces el Guadalevín se embravece y el canalillo se queda perplejo de verlo así.

Porque allá abajo, estaban los molinos, incrustados a la fuerza en la margen izquierda del río. Ellos dieron agua al sediento desde la época romana. Y empezaron a moler en el medievo. Para poderlo hacer, los ribereños derivaron su cauce construyendo una acequia de derivación de caudales. Un canalillo.

En la foto de portada lo veréis. Aún sigue contemplando el río y conduciendo las aguas hacia las modernas turbinas. Ellas son las sucesoras de los diecinueve molinos harineros de una o dos piedras y de los veinte aceiteros de una o dos vigas para elaborar aceite. Y de las tenerías, jaboneras y almidoneras.

Tan idílico paisaje de un río sin señalizar, dio paso en el siglo XX a la utilización de la corriente para generar electricidad. Así, el Guadalevín iluminó aún más si cabe Ronda. Hoy sigue produciendo electricidad. Por eso, en Ronda podemos admirar las señales del río. ¡Y hacerles caso!

 

Las señales del río están para respetarlas

Lorenzo Correa

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