El año nuevo acostumbra   a comenzar con mucho ruido. En futuro del agua, los oímos. Al escucharlos, nos animamos a iniciar nuestro año poético acuático con los ruidos del agua. Porque “Ruidos del agua” es el nombre del poema que nos regala el argentino Juan José Saer.

A Juan José, como al agua, no le importa el lugar donde resida. Por eso siempre proclama que, esté uno donde esté, siempre vivirá en su tierra natal. Porque la tierra natal es el lenguaje. Como los ruidos del agua son el lenguaje del líquido elemento. El lenguaje del agua nos impregna de sensaciones encontradas. Nos refresca o nos hace tiritar. Nos relaja o nos asusta. Como las palabras. Solo con una piedra que se deja caer, la superficie tranquila del agua se altera. Y nuestro oído, lo percibe. Y sentimos el ruido y el silencio.

Estamos en el ruido. El que nos llega cuando nos hablamos a nosotros mismos y cuando otros hablan. Y el del lenguaje del agua, el del ámbito mágico de los ruidos del agua.

Saer bebe de Borges, de Faulkner, de Proust, de Mann. Pero también ha escuchado los ruidos del agua en la poesía de Rubén y cómo no, de nuestro querido Juanele Ortiz. Para el santafesino Saer, nada mejor que escuchar los ruidos del agua de un entrerriano como Juanele.

Ruidos del agua y silencios después.  Silencios que nos trasladan a otras publicaciones acuáticos de nuestro poeta argentino de hoy. Como “El río sin orillas”, que conecta los caudales que llegan desde el litoral al río de la Plata con el mítico Gualeguay, cantado por Juanele.

Hídrico Saer en cuyas novelas y poemas se reflejan las múltiples facetas del agua en el semblante cambiante de sus personajes.

Ruidos del agua, que emanan de Saer, de ese “lugar arcaico y sin orillas”, desde el que escribe.

 

Lorenzo Correa

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