El rígido marco que techa un río


Para que un rígido marco ponga techo a un río éste deber ser recio. Tanto como nuestro cauce de hoy. Hay que tener un lecho capaz de sustentar  las estructuras de paso de las obras humanas. Aquellas que nos permiten movernos por el territorio y acoger y expulsar de nuestro hogar los fluidos que necesitamos para vivir mejor. Y para beber.

Por eso, cuando el cauce es modesto y las vías de comunicación o de transporte topan con él en su camino, sus factores procuran  invertir lo justo para salvar el vano con el mínimo esfuerzo.  Un rígido marco basta. Porque creen que, en su modestia, como casi nunca lleva caudales que preocupen, se someterá dócilmente al corsé del estribo. Ese estribo cuyos mampuestos enmarcan la foto.

Están seguros de que,  como sus riberas no son exuberantes en vegetación, ni sus caudales  prolíficos en ictiofauna,  a nadie le importará una actuación barata y útil para quien lo atraviesa.

¿Cuál es la razón para que esta práctica prolifere tanto?

Pues es muy fácil: Porque casi nadie se para a mirar el río debajo de un puente. Nadie piensa que los ríos pueden tener techo. Y no miran hacia arriba. Por eso no ven los rígidos marcos que envuelven el cauce.

Primero fue el ferrocarril quien encontró este fluvial obstáculo en su avance. Algo tuvo que hacer  para franquearlo. Y se le ocurrió construir un puentecillo. Ese que vemos en la foto. No hacía falta que llegara a ser viaducto, porque la humanidad tan humilde de tan modesto y sencillo cauce no lo permitiría. .

Cuando el ferrocarril quedó obsoleto, el tablero y la vías desaparecieron y dejaron su sitio a una canalización de agua, que en acueducto poco grácil y esbelto, modestia obliga, conduce el tesoro guardado en lejanos embalses a grifos aún más apartados de la fuente original.

Y así el modesto cauce se constituye en base y cimiento de puente y acueducto. En un rígido marco. Allí espera que el viajero alguna vez se detenga a mirar hacia abajo y le dé las gracias por  dejarse enmarcar de manera tan desinteresada.

El rígido marco que adorna al río

Lorenzo Correa

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