Forma de nube tiene el poema que nos ofrenda el argentino Oliverio Girondo. En una nube tienen la cabeza los bohemios como él. Arquetipo bohemio, el de Oliverio. Persona con vocación de artista, de aspecto despreocupado y apariencia llamativa pero desordenada. Ajeno a las directrices de comportamiento, etiqueta, estética. Porque no dejan de ser una obsesión material de la sociedad tradicional. Por eso las considera superficiales y, desde una perspectiva romántica, barreras para su libertad.  Ese fue Girondo y por eso decidió meterse en su nube. En la del  mundo de las ideas, el conocimiento, que agrupaba las gotas de su creación artística. Y además, era pródiga en su enriquecimiento intelectual y en su interés por otras realidades o manifestaciones culturales.

En esa nube se condensaron las gotas del poema que hoy nos regala: “Nubífero anhelo”.

Su deseo de que la nube le acompañe siempre resguardada de injerencias extrañas por el fieltro de su sombrero. Para preservar la pureza de su poesía. De esa lluvia preñada de influencias simbolistas, nihilistas y surrealistas. Viajada, desde Brasil y Cuba hasta Italia y Egipto. Instruida en sus estudios de derecho. Y prolífica en su precipitación sobre la tierra de obras de teatro e innumerables poemas. Además de lo publicado en su magnífica revista Martín Fierro.

Girondo generó una nube cargada de rebeldía. Iconoclasta en la época en la que le tocó vivir, luchó contra los convencionalismos sociales. Como buen bohemio. Recibió críticas feroces por sus obras. Hasta llegaron a calificar una de ellas como de “la última bufonada de la generación que ya no tiene nada que decir». Aplicó el marketing publicitario a la venta de esos libros que tan poco tenían que decir…y los vendió hasta agotar varias ediciones.

Peleó con Borges por el amor de la prima de Jorge Luis, la poetisa Norah Lange, que acabó siendo su compañera en la vida. Y de su inmensa nube expulsó la estupidez de una sociedad timorata.  La que era incapaz de burlarse de sus convencionalismos estéticos, sociales y políticos.

Preparemos nuestro sombrero para recibir su nubífero anhelo

Lorenzo Correa

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