Lo matriarcal. ¿Gestionan mejor el agua las mujeres que los hombres?
Hay quien responde afirmativamente a esta curiosa pregunta. Y lo hace basándose en datos concretos. Nosotros creemos que es una asunto de cultura, no de géneros.
Antes de entrar a analizar esos argumentos, conviene recordar las diferencias entre el patriarcado y el matriarcado. Porque de eso se trata, en el fondo
El patriarcado, según Humberto Maturana, no tiene nada que ver con lo masculino. Pero hay que saber que se cimenta en tres pilares: apropiación, jerarquía y control. Y que ser o no patriarcal, no depende del género, sino de la cultura. Por ello, tanto hombres como mujeres pueden ser indistintamente patriarcales o matriarcales.
Retrocedamos en el tiempo. La cultura patriarcal se impone al producirse la invasión de los pueblos pastores indoeuropeos hace 7.000 años. La colisión con la cultura matriarcal imperante fue brutal. La mujer matriarcal se somete al hombre invasor patriarcal. Porque ellos se apropian de todo ganando la guerra. Aunque la mujer no se entrega, sino que se desvanece, refugiándose en su relación con sus hijos y con las otras mujeres
Aquí nace la oposición cultural hombre-mujer y la contradicción que todos experimentamos al pasar de una infancia matriarcal (materno-infantil), a una vida adulta patriarcal en Ia relación con el llamado mundo de los hombres.
La infancia se caracteriza por el respeto por uno mismo y por el otro. Por la colaboración, la participación y la ayuda mutua. Sin embargo, los valores adultos son: lucha, competencia, apropiación, falta de respeto, apariencia y pérdida de dignidad en el sometimiento a la autoridad
Niños y niñas experimentan la continua aceptación de la negación de la «mujer matriarcal» por el «hombre patriarcal», como una oposición entre lo masculino y lo femenino. Lo mal llamado femenino es: debilidad, arbitrariedad, emocionalidad, inconstancia e irracionalidad. Lo mal llamado masculino masculino es: fortaleza, racionalidad, constancia y profundidad.
Esta visión sesgada y frustrante, que en muchos lugares es la aún imperante, no tiene validez biológica. La oposición masculino-femenino solo es cultural. De ahí la contradicción del niño/a que quiere seguir viviendo la cultura matriarcal cuando crece, pero que por otro lado quiere también integrarse en la cultura patriarcal imperante
Una vez desarrollada la teoría de Maturana y conocidas las causas de la división cultural entre el patriarcado y el matriarcado, que, reiteramos, no es biológica, vayamos a la gestión del agua.
En los países menos desarrollados del mundo, que es donde más personas residen, las divisiones anteriores sí que diferencian más a las mujeres de los hombres.
Así podemos interpretar mejor la premisa mayor: la presencia de mujeres en el mundo laboral de la gestión del agua es mínima. Su presencia social, también lo es.
Malawi, país africano situado entre Tanzania y Mozambique, tiene 18 millones de habitantes. Y la mayoría viven en una crisis de emergencia humanitaria. La población, infra alimentada es muy vulnerable, sobre todo las mujeres y los niños (sociedad matriarcal).
Además, casi medio millón de niños menores de 15 años han quedado huérfanos debido al SIDA. Cada vez más familias están tuteladas por niños.
La desnutrición, que llega hasta la muerte de hambre, aumenta el peligro de contraer enfermedades contagiosas, empeorando por contagio la mortalidad cuando afecta a personas que sufren otras enfermedades, como el cólera. Como siempre ocurre, toda esta lacra se ceba con los sectores más vulnerables de la población.
No hay personal sanitario ni equipos médicos. Aumenta la mortalidad de las madres. Y dos terceras partes de la población lucha por la vida por debajo del umbral de pobreza.
En este contexto, hay que gestionar el agua. Hace ya casi 40 años, las autoridades instalaron redes de suministro doméstico de agua a hogares pobres en 50 diivisiones administrativas. Se decidió que cada comunidad auto gestionara su red con vecinos elegidos al efecto. El 90% de los gestores eran hombres. La realidad es que el “invento” gestor no funcionó en absoluto
La razón, que los hombres estaban siempre lejos del barrio para buscarse la vida. Ni siquiera asistían a las reuniones convocadas para coordinarse con los demás responsables. Sin embargo, las mujeres eran las que valoraban al agua, porque la usaban continuamente en su vivienda. Durante mucho tiempo, no fue posible que los hombres encargados de la gestión del cobro del agua consiguieran su propósito. Hasta que los gestores administrativos gubernamentales se dieron cuenta de que la solución estaba allí mismo. Solo había que designar a las mujeres para que se hicieran cargo de la gestión del agua en cada barrio. Solo necesitaban formación específica concreta. La actitud y las ganas, ya las tenían.
Así, en tiempo récord, se logró cobrar el agua que se usaba. Y las reuniones de gestión se llenaron de asistentes y de contenido. Se logró también introducir mejoras en el abastecimiento. Todo gracias a la actitud “matriarcal” de las mujeres. No hubo no un cambio de género, hubo un cambio de cultura.
Gracias a ello, 24,000 familias pobres pudieron acceder a redes confiables
Este ejemplo africano concreto y documentado, es extrapolable a otras latitudes. La conclusión es que, en este tipo de países, la gestión del agua mejora si la desarrollan y se responsabilizan de ellas las mujeres. Cuando la cultura matriarcal sustituye a la patriarcal.
Desgraciadamente, los datos existentes en el ámbito de mujeres que realicen labores técnicas en la gestión del agua, son desoladores. El porcentaje de trabajadoras en activo del sector es inferior al 17% de todo el colectivo de trabajadores hídricos. Casi despreciable en la ingeniería, geología o en el liderazgo empresarial o administrativo. Y en la política hidráulica, lo mismo
Por todo lo expuesto, creemos que el camino del futuro del agua debería pasar por la deconstrucción del discurso actual de las culturas del agua. El espacio ocupado solo por los que pretenden convencer de que lo público es mejor que lo privado o viceversa, debería ocuparse también por los que defienden la deconstrucción de la cultura patriarcal y la construcción de una cultura nueva enriquecida con mucho de la matriarcal.
Ante un planeta cada vez más tenso, con una componente tensional acuática importante que desestabiliza aún más si cabe el equilibrio político internacional, el incremento de participación femenina en el sector es imprescindible. No sólo por la necesaria igualdad de género, evidente a estas alturas de la política. También por la garantía de paz y seguridad inherente a la cultura matriarcal
En los países más pobres, que son lo más poblados, la mujer ya está presente de manera activa en la agricultura, aún en menor porcentaje que el hombre. Pero donde descuella y domina por su presencia es en el cotidiano quehacer de ir a buscar agua y emplearla en tareas domésticas, como limpiar, cocinar y lavar. Por eso, aquí ellas ya Las mujeres ya son las principales responsables de la toma de decisiones sobre el agua en el ámbito doméstico.
Acabamos de comprobar en Malawi que, cuando dan un salto hacia adelante, sus comunidades mejoran sensiblemente la gestión de agua. Hacen funcionar mejor las redes a base de conseguir una financiación adecuada de su mantenimiento y ampliación. Y hasta consiguen afectar menos al medio receptor.
No hay más que comprobar los resultados ofrecidos por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Es la red de la ONU para el desarrollo. Se dedica a propugnar el cambio y conseguir que los países tengan acceso al conocimiento. También a la experiencia y a los recursos necesarios para ayudar a que las personas se labren un futuro mejor. Con su presencia en 177 países y territorios, hace posible la colaboración entre gobiernos y ciudadanos. De ellas se pueden extraer sus propias soluciones frente a los desafíos que plantea el desarrollo nacional y mundial.
PNUD lo demuestra, tras evaluar las conclusiones de 44 proyectos de mejora de la gestión del agua en Asia y África. Siempre que hombres y mujeres participan en la configuración de políticas e instituciones relacionadas con el agua sucede lo mismo. Las comunidades utilizan más los servicios de agua y los mantienen más tiempo. Además, las mujeres comparten el agua más equitativamente que los hombres, especialmente en tiempos de escasez.
En el ámbito de las políticas nacionales, el ejemplo de Uganda, es esclarecedor. Cuando María Mutagamba fue nombrada ministra de estado para el agua, desarrolló estrategias de género a cinco años vista en el sector del agua. Y consiguió que las mujeres ocuparan puestos clave en los comités de toma de decisiones. Así, pudieron introducir en el debate las preocupaciones de las mujeres en los sectores de agua y saneamiento. Con la implementación de la primera ronda de estrategias, el acceso de los ugandeses al agua potable aumentó. Lo hizo del 51% al 61%, en solo dos años.
Por otra parte, el parisino Instituto de investigación sobre la gobernanza nos demuestra también que el riesgo de estrés hídrico depende de sequías e inundaciones. Pero también de la capacidad para gobernar de manera justa. Y de la de ser resistente frente a estos desastres naturales.
Todas las conclusiones extraídas de investigaciones realizadas sobre la influencia femenina (mejor llamémosla matriarcal) sobre la paz y la seguridad, coinciden en que en países con mayor presencia pública de mujeres e igualdad de género, hay más paz y estabilidad.
Los “gurus” de la política reconocen en el género un factor clave. Es la manera en que se vive un conflicto y en cómo se desactiva
Por lo tanto, cuanto más mujeres (de cultura matriarca, of course), administren el agua, más se reducirán los conflictos. Y los riesgos relacionados con el líquido elemento.
Ahora toca a los impulsores de las nuevas políticas, evaluar el impacto de la presencia activa de mujeres. O, lo que es lo mismo de la implementación de la cultura matriarcal. A todos los niveles. Desde la tribu al Parlamento nacional y a las organizaciones internacionales. Deconstruir el discurso del agua es avanzar hacia la cultura matriarcal. La que tiene futuro
Lorenzo Correa
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