Apreciable regalo el que desde su nube nos envía una poetisa cochabambina. Adela Zamudio es todo un icono poético en Bolivia. Y popular, sobre todo entre sus congéneres. Porque su vida fue como una espectacular tormenta que precipitó su intensa lluvia de versos sobre las cumbres borrascosas de La Paz y sobre el suave paisaje valluno de Cochabamba
Tan importante en la titánica tarea de conseguir la emancipación social e intelectual de la mujer, como en la lírica de su país y por extensión de todo el continente poético iberoamericano. Tormentas de emociones son sus poemas y su trayectoria vital.
La poesía, la vida y la naturaleza (es decir agua y agua), fueron sus debilidades. En la vida cotidiana, se decantó por la lucha contra la injusticia social y económica. Aunque en ambos ámbitos, con el guante de seda de la ironía y la sutileza, en lugar de con el puño de hierro de la queja estéril y rencorosa.
Viviendo en pleno romanticismo poético, Zamudio fue una luchadora que utilizaba siempre las armas letales que obtenía gracias a la poesía. Es decir, a su profundo conocimiento del alma humana. Ahí se diferenciaba del ambiente poético dominante. Y del social
Nube y viento es un extenso poema de tormenta y amor. Hoy nos ofrenda un fragmento terrible y apasionante sobre la tormenta, donde el agua es la protagonista. Sol, nube, polvo y ansiedad sedienta, dan paso al fragor espantoso del trueno y al agua salvadora de la tierra y de sus habitantes.
Tormenta de versos. Paisaje boliviano, paisaje universal, que Zamudio dibuja pleno de colores. Que también recita dando todas las notas expresivas de su fuerza y pureza. Que, por fin, modela en toda su riqueza plástica. Siempre en un equilibrio narrativo subyugante. Unas veces enfatizando la ingravidez de la nube y otras la fuerza desatada de la tormenta en ese turbión de agua y viento que anubla el paisaje.
Lorenzo Correa
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